Una sola y feliz ocurrencia: Schopenhauer
La revuelta filosófica
Martes 05 de diciembre de 2017
"El único pensamiento que postula la filosofía de Schopenhauer entorna una puerta que no volverá a cerrarse. No es posible afirmar con certeza que haya traspasado su umbral. Schopenhauer es en esto un pensador de umbrales". Un adelanto del último libro de La revuelta filosófica (Galerna).
Por José González Ríos.
El único pensamiento que postula la filosofía de Schopenhauer entorna una puerta que no volverá a cerrarse. No es posible afirmar con certeza que haya traspasado su umbral. Schopenhauer es en esto un pensador de umbrales. Desde allí tradujo, tanto como pudo, la percepción de lo real como una fuerza bruta, absurda, que se expresa en todo lo viviente, sea orgánico o inorgánico. Creyó así descifrar el enigma del mundo. De aquí que este pensamiento exprese una revuelta contra toda especulación que erija como principio de lo viviente una divinidad espiritual o intelectual: Dios, Espíritu, Razón o Yo, entre sus posibles nombres.
Ofreció para esto “razones directas”, que no encuentran su fundamentación en una farragosa concatenación de argumentos ni su expresión en la “preciosa oscuridad” de un vocabulario técnico abstruso. En su filosofía evitó una y otra cosa. Esto se trasluce en una de las notas puras de su estilo: la claridad. Citando una sentencia del moralista francés Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues, afirmaba que “la claridad expresa la buena fe del filósofo”. Al recorrer sus escritos se aprecia el progresivo desasimiento de un vocabulario técnico ya constituido. Pero esto le costó el que su filosofía con frecuencia se desestime como “fácil”.
Con aquella sola ocurrencia (Einfall), que funciona como una intuición filosófica, forjó una obra. Bergson, que sintió el influjo de la filosofía de Schopenhauer en la suya, en la conferencia La intuición filosófica (1911) sostiene que la obra de un pensador no es más que el intento, casi siempre inacabado, de expresar una intuición. Con todo, el centro de aquella captación inmediata permanece en silencio, sin habla, sin escritura, indescifrable para el lenguaje y la comprensión conceptual. Se encuentra en todas partes de su obra y en ninguna. Es el haz de luz que mueve a toda expresión conceptual y lingüística. En virtud de esto, al menos son dos los componentes de una intuición filosófica: uno afirmativo y otro negativo. Aquel impulsa a la expresión de lo intuido. Este advierte el infranqueable límite de todo concepto y lenguaje referido a lo intuido.
En una anotación de 1821 Schopenhauer afirma que el conocimiento verdadero se funda en una percepción o captación intuitiva que conmueve al filósofo. Es más, la intuición es para él la única fuente legítima de conocimiento. Aquella, en su indivisibilidad, confiere vida y sentido a toda explicación conceptual ulterior. Todo desarrollo conceptual remite en última instancia a una intuición como su origen. Si bien los conceptos integran la caja de herramientas en la carpintería del filósofo, no constituyen la fuente a partir de la cual elabora su arte. Según Schopenhauer, la técnica de relacionar conceptos resulta una tarea relativamente fácil para aquellos dados a la profesionalización de la filosofía. Sin embargo, establecer la relación entre conceptos e intuición es un don de contados filósofos, a los que les cabe el nombre de “genios”.
Cuando las palabras se explican con otras palabras y los conceptos con otros conceptos, la filosofía es sometida a un juego vanidoso de lo que da en llamar “esferas conceptuales” (Begriffssphären). Los resultados de estos juegos de esferas artificiales no ofrecen para él nuevos conocimientos, sino disposiciones u órdenes diversos de lo ya sabido. No obstante, alcanzar una intuición y traducirla en conceptos y en palabras es lo único que puede ofrecer nuevos conocimientos en filosofía.
La obra de Schopenhauer en su conjunto podrá ser concebida así como la expresión múltiple de la intuición de aquel único pensamiento. En su escrito Fragmentos sobre la historia de la filosofía se alegra del hecho de que su doctrina, frente al carácter monumental y enciclopédico de la especulación de su tiempo, sea un sistema compuesto de pocos elementos que encuentran su fundamento en la unidad y coherencia de una sola y feliz ocurrencia.
¿Qué intuye Schopenhauer con aquel pensamiento? Algunos sostienen que con él afirma que “el mundo es tanto voluntad como representación”. Es cierto que Schopenhauer concibió como el mayor acierto de la filosofía que le precedió, la distinción entre lo que verdaderamente es y lo aparente, entre la cosa en sí y el fenómeno, que él expresó bajo los conceptos de “voluntad” y “representación” respectivamente. Pero en un fragmento de 1817 sostiene que con aquel pensamiento postula que el mundo es el espejo, el autoconocimiento, de la voluntad.