"Prefiero que mi libro sea un manifiesto"
Entrevista a Édouard Louis
Domingo 15 de mayo de 2016
“Quise explorar qué quiere decir ser un segregado dentro de los segregados”, dice el escritor francés. Su novela autobiográfica, Para acabar con Eddy Bellegueule (Salamandra), registra la violencia en los pueblos de Europa.
Por Patricio Zunini.
Para acabar con Eddy Bellegueule (Salamandra) comienza con una escena terriblemente violenta. Es un recuerdo de la infancia, pero el narrador aclara desde la primera línea que nada de lo que se acuerda es feliz. En la escena en cuestión, dos chicos —uno alto y pelirrojo, el otro bajo y encorvado— lo esperan en el pasillo de la escuela para insultarlo y escupirle la cara. El gargajo baja lento, pero Eddy no hace nada: tiene miedo de que limpiarse los irrite aún más.
Édouard Louis dejó de usar su apellido Bellegueule cuando empezó a escribir su historia, la de la familia y la del pueblo. (El acápite de Marguerite Duras dice «Por primera vez, mi nombre pronunciado no nombra»). Su historia: la de un adolescente gay segregado y perseguido; la de su familia: padre violento, madre sumisa, hermano alcohólico; la del pueblo: un pueblito francés sin melancolía, con obreros siempre a punto de perder el trabajo, llenos de prejuicios, olvidados por el progreso parisino. «Para mi familia y los demás», escribe Louis al comienzo del libro, «me había convertido en una fuente de vergüenza, incluso de repulsión. No tuve otra opción que la huida. Este libro es un intento de comprenderla».
Comparado con frecuencia con Céline, Louis tiene apenas 22 años y dos novelas publicadas —la segunda, que también será traducida al español, es una continuación de su biografía—. Hace pocos días visitó Buenos Aires para participar en la Feria del Libro y habló con Eterna Cadencia.
—Dada la carga del libro, ¿se puede leer más allá del manifiesto?
—Depende de qué llamemos novela y qué manifiesto. Un libro tiene fuerza política si logra decir con la literatura lo que está sucediendo: yo prefiero que mi libro sea un manifiesto.
—¿Cómo se retratan las diferentes personas del pueblo sin caer, a su vez, en un prejuicio, en una segregación, incluso en un racismo?
—Traté de encontrar las causas de por qué la gente hace eso. Cuando hablo de mis padres, hablo de la infancia que tuvieron. Y para hablar del racismo que está en esa sociedad, hablo de la violencia que ha golpeado antes a esa sociedad. Escribir este libro fue una manera de aprender a no detestar a mi madre. No quiere decir que la quiera, pero encontré las causas de por qué ella también era una víctima.
—Hay una larguísima tradición francesa de autores jóvenes que comienzan su carrera con un libro autobiográfico. Empezando, tal vez, por Buenos días, tristeza.
—Durante mucho tiempo hubo una manera clásica de hacer “escritura verdadera”; hoy en día hay maneras más ricas. En mi segunda novela quise salir de la tradición de la autoficción y probar algo nuevo: esa novela tiene la particularidad que estoy en la casa de mi hermana cuando ella le cuenta mi historia al marido. Es una autobiografía, pero está contada por otro.
—¿Quiénes son hoy los segregados en Francia?
—Los refugiados, los migrantes. Y dentro de los propios migrantes, las mujeres y los homosexuales. Conocí en París a un joven sirio que me contó que en su viaje a Europa fue golpeado y violado por otros integrantes de su grupo. Con este libro quise explorar qué quiere decir ser un segregado dentro de los segregados. Durante mucho tiempo fue muy difícil hablar de las minorías dentro de las minorías.
—¿Cómo ves la política francesa, que hoy tiende hacia la derecha?
—La política francesa es un desastre. La izquierda va cada vez más a la derecha y eso produce efectos devastadores, como una explosión de la extrema derecha. Lo dice mi mamá en el libro: la derecha y la izquierda son iguales. Hay una desconexión absoluta entre la gente y la política, es increíble. Después de los atentados terroristas en París, Manuel Valls salió a decir que estamos en guerra. A quién le ha preguntado si queríamos estar en guerra; yo no quiero estar en guerra, no me considero en guerra. Es la pulsión de macho heterosexual que necesita batirse con otro.
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