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Entrevistas

"El sistema educativo tiene una responsabilidad fundamental en la formación de los lectores"

Marina Elberger

Entrevistamos a Jimena Dib y Marina Elberger, especialistas en Ciencias de la Educación y en procesos de lectura y escritura, las autoras de Tiempo de leer (La Crujía).



Por Valeria Tentoni


Editorial La Crujía acaba de editar Tiempo de leer, un tomo indispensable que actualiza muchas de las reflexiones y preguntas alrededor de los procesos de lectura y escritura, especialmente apuntando a la educación y los contextos de aprendizaje. Tanto en el ámbito personal como en el educativo, se encuentran ensayos de análisis a cargo de Mariana D’Agostino, Vanina Estévez, Silvia Lobello, Juliana Ricardo y Paula Tomassoni, bajo la dirección de Jimena Dib y Marina Elbeger, también autoras del conjunto. 

Con ellas dos conversamos vía correo electrónico al respecto de los problemas que rodean al ejercicio de la lectura en un tiempo como el nuestro, en un país como el nuestro. 


 

El “tiempo de leer” ha mutado en los últimos años, ¿cómo convertir a los obstáculos e interrupciones en incorporaciones a favor de la lectura?  

El tiempo de leer puede ser diferente en cada lector, no tiene una medida ni forma fija en todos los lectores, ni aún en distintos momentos de un mismo lector. Lo importante es que la lectura y la experiencia de leer acompañe nuestras vidas. Habrá momentos de leer en dispositivos digitales o analógicos en lo que dura un viaje en un medio de transporte cotidiano. Habrá momentos de descanso en los que podamos sumergirnos en lecturas más largas. A veces los lectores leemos en forma simultánea varios libros a la vez cuya elección vamos regulando según nuestra disposición y energía: hay quienes disfrutan leer un poema al acostarse, un capítulo o al menos una hoja de una novela, un microcuento. También leemos en el celular y otros medios digitales similares en los que dedicamos tiempo a la lectura de reseñas, entrevistas, cuentos, crónicas.  

El tiempo de leer no tiene un único correlato romántico de leer en el sillón junto a la chimenea disfrutando un té. Pero cuando nos brindamos el momento que sea, sin duda sigue siendo un momento íntimo y único. También, si es un momento compartido de lectura que permite crear un tipo de experiencia que va más allá de las urgencias y coyunturas que nos atraviesan. O en todo caso, nos permite darles un sentido propio. 

También hay quienes escuchan leer en podcast y columnas de radios, que es otra manera de que la literatura nos acompañe en nuestras vidas, por momentos, vertiginosas. Si es con lecturas, mucho mejor.  

¿Qué importancia tienen los soportes elegidos para leer? ¿Cómo elegirlos cuando somos mediadores de lectura? 

La elección de los soportes de lectura depende de varios factores: qué se lee, cuándo, qué experiencia tiene cada lector con los diversos dispositivos (cuál le resulta más accesible, más cómodo según sea el propósito de la lectura). Como plantea Roger Chartier la materialidad de la pantalla implica una nueva relación con el lector, una transformación de las prácticas de lectura.  

Diversas encuestas de consumos culturales dan cuenta que los soportes digitales resultan más elegidos para la lectura de noticias, por ejemplo, mientras que la lectura de novelas sigue siendo más frecuente en soporte impreso.    

La lectura en pantalla, en sus variantes de formatos y soportes, plantea distintos desafíos al lector es por ello que en la mediación resulta indispensable ofrecer oportunidades para transitar por esas experiencias, intervenir para acompañar la resolución de los problemas que se enfrentan: por ejemplo, en situaciones de lectura para buscar información, en la lectura de noticias en los medios. En este sentido resulta central promover situaciones colectivas de lectura que permitan también conformar comunidades de lectores que puedan confrontar sus hipótesis y conversar sobre los hallazgos y lo leído en pantalla.  

Por otra parte, también es parte del trabajo de la mediación expandir las experiencias de encuentro con la lectura en la variedad de narrativas audiovisuales que permiten acceder a otras formas de construcción de la obra literaria, como versiones audiovisuales, podcast, entre otras. 

Jimena Dib


El libro abre con un epígrafe de Barthes en el que se refiere a la relectura: ¿qué importancia tiene este proceso de lectura sobre lo leído? ¿Los niños releen mucho? ¿Qué efecto tiene esto en sus capacidades de comprensión?  

Leer es releer. Volver sobre lo leído con diversos propósitos es una práctica central para el desarrollo de la comprensión y para la interpretación de lo leído. Como dice Barthes, releer es una práctica un poco contracultural en la lógica del consumo-descarte, porque nos pide atesorar, demorar y recuperar. Espontáneamente ningún lector relee si no recibe una guía experta que los introduce en este proceso y le muestra que volver a leer es lo mejor que se puede hacer para recuperar un aspecto de texto que llamó la atención o que no se entendió o para disfrutar nuevamente de un frase o parte de lo leído o para corroborar o rechazar un interpretación, entre otros propósitos de la relectura.  

“Formarse como lectores es un proceso largo”: ¿qué observan en cuanto a la tolerancia general a la lentitud que exige ese proceso? ¿Y qué ocurre durante ese tiempo de formación en alguien que se convierte en lector o lectora?  

Al igual que con otras actividades que despiertan interés, cuando la lectura nos convoca, el tiempo de atención en general aumenta. Por su puesto, que frecuentar la lectura entrena por así decirlo nuestra experiencia como lectores. De todos modos, puede haber lectores de corto y de largo aliento. Es cierto que a veces para “entrarle” a una novela, por ejemplo, se necesita cierta paciencia hasta que estamos  en sintonía con la historia, con quiénes son los personajes, el ambiente. Igual que nos pasa muchas veces al ver una película. Es algo que los lectores con cierta experiencia saben. Transitar la incertidumbre de las primeras páginas. No es algo que se pueda generalizar, por supuesto. Pero en algún momento puede resultar placentero también entrar en el juego del suspenso que proponen las buenas historias, el no revelar el asunto principal, el dejar e invitar al lector a construir sus propias interpretaciones. Todas estas cuestiones pueden requerir de cierta paciencia en el sentido de no estar explicitadas de antemano, porque justamente de estarlo, perdería la gracia.  

Como mediadores es importante compartir estas ideas en los intercambios entre lectores, una manera de  acompañarlos en su formación. “Bueno, ya veremos cómo sigue”. Dejar que la imaginación se dispare a partir de los indicios que ofrece el texto. Es un juego que vale la pena.  

De todos modos, hay lectores que por ejemplo, leen el final al comenzar un libro. Otros, que evitan la contratapa para que no les anticipe nada. Una vez más, los tiempos y formas de leer son propias y subjetivas. Pero como práctica cultural, se arranca de la mano de otro. Luego, el camino de la comunidad lectora se bifurca y entrecruza.  

¿Qué importancia tiene la escuela en el acercamiento de los libros a sus futuros lectores?  

El sistema educativo tiene una responsabilidad fundamental en la formación de los lectores. La escuela es un lugar de encuentro con los libros pero también con una comunidad lectora: otros alumnos y los docentes. Los docentes han precedido a los estudiantes en el camino de la lectura, así que desempeñan un papel muy importante en transmitir su propia experiencia lectora. Pero también es cierto que no se puede llegar a ser lector sin libros y en este sentido las políticas públicas destinadas a entregar  libros a las bibliotecas escolares, formar bibliotecas de aula o entregar libros a cada estudiante son claves. El sistema educativo tiene un papel muy importante en igualar las oportunidades de los estudiantes. Muchos niños entran a la escuela con una experiencia lectora: hay libros en sus casas, ven leer a otros miembros de su familia, escuchan leer cuentos;  mientras que otros no. Para muchos la escuela es el primer lugar de encuentro con el mundo de los libros, los autores, los ilustradores Y que ese encuentro suceda es responsabilidad de las escuelas, no de las familias. 

En su ensayo, Paula Tomassoni anota que la poesía utiliza el lenguaje cotidiano pero de otra manera, ¿qué valor tiene la incorporación de lecturas de poesía en la infancia o juventud?   

La lectura de poesía permite considerar dimensiones de la literatura que van más allá de la comprensión o el entendimiento. Se piensa o se dice a la poesía como el más complejo de los géneros (“yo no leo poesía, no la entiendo”) y sin embargo las y los niños y jóvenes conviven fuertemente con los modos del poema en  las canciones, los juegos, el rap, el freestyle, las frases que anotan en un cuaderno o en la portada de su carpeta escolar. Hay una percepción estética intuitiva en la lectura y escucha de textos poéticos. Acercar autores, generar experiencias de lecturas y escucha de poemas y sostenerla en el tiempo profundizará la sensibilidad para percibir el lenguaje desde su textura y sonido, y permitirá multiplicar la posibilidad de representaciones. 

Lectura y pensamiento van de la mano, pero en concreto: ¿Por qué decimos que leer ayuda a pensar?  

La lectura ya es una actividad cognitiva. La psicolingüística ha descripto qué operaciones intelectuales realiza un lector cuando lee: desde anticipar lo que está escrito a partir de la información provista por el texto (ya que no leemos letra por letra, sino que muestreamos algunas e hipotetizamos qué dice a partir de ese muestreo) y luego corroboramos, rechazamos, o modificamos nuestras hipótesis  a al volver al  texto. Es decir que mientras leemos estamos pensando todo el tiempo. 

Además, los lectores desplegamos frente a los textos diferentes estrategias, según cuáles sean los propósitos lectores que nos guían. localizamos información específica, realizamos inferencias, relacionamos ese texto con otros, comparamos la postura de un autor con otro que ha escrito sobre el mismo tema. Quien lee entabla además un diálogo interior con el autor del texto tanto sobre el contenido como sobre la forma en que está escrito. Es decir que no se puede disociar la lectura del pensamiento, leer ya es pensar. 

Por otro lado, las lecturas enriquecen nuestra experiencia, nuestro marco desde el cual percibimos e interpretamos el mundo. Son distintos planos de la experiencia que se entrelazan y profundizan a medida que trazamos un camino lector.  

¿Qué diagnóstico pueden hacer del estado de cosas en escuelas y hogares en cuanto a la lectura de niños y niñas?  

Creemos que a pesar de los discursos más usuales, se lee en la actualidad mucho más que en otras épocas. Pero sucede que siempre las expectativas cambian y los desafíos de la lectura se complejizan. Ya no basta leer para fines privados o llevar a cabo tareas letradas básicas como leer un formulario o conocer una ordenanza. Los niveles lectores de quienes egresaban de la escuela primaria a mediados del siglo XX, podrían parecernos actualmente sólo propios de analfabetos funcionales. No suele suceder en casi ningún rubro de la vida social, que “todo pasado fue mejor”, solo es una nostalgia anclada en nuestra sensación de añoranza del tiempo perdido. El tiempo de leer siempre es hoy. 

En 2022-23, se llevó a cabo el tercer relevamiento de consumos culturales de la Argentina por parte del SINCA y en el rubro lectura de libros encontramos estos datos que no parecen corroborar las ideas cristalizadas sobre el tema: 

 • Quienes tienen entre 13 y 29 años son los grupos etarios que más leen, con porcentajes de lectura de 77% y 8% respectivamente.  

• Estos rangos etarios coinciden con los de la educación formal y los géneros más leídos se corresponden con áreas de interés/incumbencia educativa: narrativa (lectura en 13-17 años: %), textos escolares (13-17 años: 39%), libros de Historia (13-17 años: 34%) 

También sabemos que desde la vuelta a la democracia hubo un boom de la literatura infantil y juvenil nacional que no paró de ampliarse y de publicar en estos años. Todas estas producciones forman parte de los recorridos lectores de bibliotecas y aulas.  

Por supuesto que siempre se puede reclamar más tiempo de lectura y más profundidad y riqueza en las interpretaciones, en eso no bajamos las banderas, pero sobre la base de pensar en los que se estuvo haciendo en la historia reciente en el mundo educativo y editorial. 

¿Qué imaginan como futuro para la práctica de la lectura?  

Es difícil imaginar en estos tiempos de cambios exponenciales un futuro muy lejano. Más allá de los contextos históricos, la narración, el escuchar leer, el contar historias, estuvo presente en la historia de la humanidad. Pareciera ser una necesidad para dar sentido al mundo, a la experiencia. Es un hecho que personas de distintas edades disfrutan cuando se les lee. Hay quienes por supuesto, lo hacen solos en forma habitual. El punto es que más allá del formato, del soporte tecnológico, pareciera que la lectura nos acompaña, que es una necesidad humana de construir sentido. Entre otras cosas, porque nos permite simbolizar, dar otro plano o capa a nuestra existencia. De allí que creemos que esa práctica cultural tan fuerte como lo es la lectura, podrá tomar matices particulares pero seguirá acompañando a las próximas generaciones. 

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