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“Vivir afuera me ayudó a escribir sobre mi padre”

Ph | Alejandra López

Entrevista a Martín Sivak

"Hay una idea de que en estos libros llamados intimistas se cuenta todo, y eso es totalmente inexacto en mi caso, hay muchas cosas que no conté, por pudor, por respetar la privacidad de mi mamá, de mi papá", dice el autor de El salto de papá, que venía de libros de corte puramente periodístico y no se reconoce como escritor. Una entrevista de Luciano Lamberti.

Por Luciano Lamberti.

Martín Sivak viene muy ocupado en estos días. Por un lado por la publicación del libro de memorias sobre su padre, El salto de papá, que le granjea muchas entrevistas. Por otro, porque acaba de hacerse cargo de las editoriales Paidós, Ariel y Crítica, lo que lógicamente le demanda muchísimo tiempo. Sivak es más joven de lo que uno puede imaginar por su currículum. Tenía diecinueve años cuando publicó su primer libro, dieciocho cuando empezó a trabajar como periodista, y desde ese momento no se detuvo. Publicó, entre otros, Jefazo, sobre Evo Morales, la biografía no autorizada de Grondona, la investigación sobre Magnetto y la historia del diario Clarín en dos tomos. Pero El salto de papá es un libro intimista, más cercano a la literatura que a la investigación periodística, que cuenta la historia de su padre, un banquero comunista. Nos encontramos en el bar de Eterna Cadencia y charlamos, frente a dos cortados en jarrito y con jazz de fondo.

 

¿En este libro pasaste del periodismo a la literatura?

Bueno, leí muchísimos libros sobre el tema del padre. En mi casa hay como tres estantes llenos. Treinta libros con memorias del padre. Vos sabés que es raro, porque lo usé más al principio, en el vértigo que me daba escribir sobre eso. No fueron tanto una referencia sino como la seguridad de que existía un género. Me pasó que estaba muy ansioso casi terminando el libro y dije, ¿y ahora? No había usado casi nada. Quería hacer un final con esa cosa media ensayística, que era algo muy ambicioso de mi parte porque, como te decía, no tengo formación literaria encima. Y cuando terminé el libro volví a leer varios de los que me habían gustado y algunos me decepcionaron. Por ejemplo, Mi oído en su corazón, de Kureshi que en su momento me había gustado bastante y después, no sé, lo vi a él con una voz demasiado fuerte. No es él contando al padre, sino él con una cosa más de escritor consagrado, con una voz fuerte.

¿Y La invención de la soledad, de Paul Auster?

Lo leí al principio, muy al principio. Te voy a decir los libros que me marcaron: La muerte del padre, de Knausgård, me gustó muchísimo, sobre todo por esta capacidad de describir en cuarenta páginas como vació la casa de su padre alcohólico. Me gustó mucho el de Mauro Libertella, Mi libro enterrado. Me gustó el de Faciolince, El olvido que seremos, más la primera vez que en la relectura, una memoria sobre un padre asesinado por los militares en Colombia, tenía en el bolsillo un poema de Borges que decía esa frase. Carver, obviamente, que son veinte páginas magistrales. Bueno, la Carta al padre, de Kafka.

Bueno, pero en tu caso me parece un libro sin negatividad hacia el padre, los que citás tienen eso en mayor o menor medida.

Claro, por ahí es un problema eso. Hay algo reivindicatorio. Y aún en la distancia, porque hace años yo lo hacía mucho más, imagínate mis niveles de reivindicación. Ahora me puedo reír un poco más de mi papá, que antes no podía. Mucha gente a la que entrevisté también se pueden reír más ahora. Una de las cosas más raras del libro fue convertir a mi papá en personaje y convertir a muchos de sus amigos en personajes. Eso para mí es algo que no lo había hecho. Yo siempre escribo sobre personajes públicos. Y acá fue más difícil, por eso reescribí tanto.

¿Lo trabajaste mucho tiempo?

Mucha escritura, reescritura, maceración. Llegué a estar siete, ocho meses sin tocarlo. Esto es paralelo a mi tesis doctoral, que son los dos tomos sobre Clarín. Yo tenía que terminar la tesis, daba clases, vivía de eso, esto era como una cosa más descansada. Recién cuando me di cuenta de que no podía terminar el libro, ahí aceleré. En un momento llegué a pensar que esto iba a ser interminable. Y de hecho al final lo encontré por casualidad, cuando más trabado estaba, en una revisión. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, cuando encontré ese final. Que no es un final, o lo es y no lo es, pero para mí fue… lo escribí en un rato. Encontré la salida.

Fue mucho más difícil que escribir tus libros de investigación.

Muchísimo. Yo soy, no parece, una persona pudorosa y tímida. Muchos de mis amigos me preguntaron qué me había pasado para escribir algo así. Entonces de repente, pasarme al otro lado. Ojo, me paso del otro lado pero también me parece que hay un equívoco con estos libros llamados intimistas. A la literatura del yo no lo estudié así que no quiero meterme ahí, lo que sí hay una idea de que en estos libros llamados intimistas se cuenta todo, y eso es totalmente inexacto en mi caso, hay muchas cosas que no conté, por pudor, por respetar la privacidad de mi mamá, de mi papá. Está el caso de Knausgård, por ejemplo, que escribe supuestamente sin ningún filtro.

Es una especie de autobiografía en cierto sentido, también, lo tuyo.

Bueno, eso fue algo involuntario de lo que me di cuenta después. No es una biografía de mi papá, él no es un personaje biografiable, es una memoria, y lo es porque yo puedo jugar con dos, tres o cuatro tonos más arriba de lo que en general escribo. El libro de Morales fue distinto porque yo quería pasar el tiempo con él y ver cómo gobernaba. Pero yo era bastante invisible, no le preguntaba mucho pero miraba. Acá yo estoy todo el tiempo, y a eso tiempo me resultó difícil sostenerlo. Trescientas páginas donde la 1ª persona está todo el tiempo es cansador. Supongo que no hay otra manera de hacerlo. Lo que me cambió mucho para pensar todas esas cosas fue vivir afuera. Viví en Londres, Bolivia y Estados Unidos, pero a la mayor parte de este libro lo escribí en Estados Unidos. Y eso me sirvió. No porque Argentina sea intolerable ni mucho menos. Por algo decidí volver a vivir acá. Sino porque toda la primera mitad del libro la escribí allá. Cuando volví Gabriela Esquivada me dijo: Faltan las voces de otros, entonces ahí entreviste al sicoanalista, al peluquero. La primera parte estuvo bien estar lejos. Salir a la calle y saber que no me podía encontrar con algo familiar, estaba en un universo totalmente ajeno.

¿Qué heredaste de tu papá?

En un momento cuento que mi papá tenía un solo gesto de coquetería que era ponerse una gota de colonia Pibes todas las mañanas. Me di cuenta de que yo uso el mismo desodorante todos los días, que es el Axe. Qué otras cosas, a ver. Una curiosidad por la política, la historia, el periodismo. Por el mundo público. Mi papá era muy curioso, y una de las mejores cosas que tiene el periodismo es que alimenta esa curiosidad. De hecho mi papá murió en diciembre del 90 y yo empecé a asistir en marzo del 91 a un taller de periodismo para chicos que daban en el Página 12. No es que papá haya dejado una indicación para que yo sea periodista, como a él le dejó su papá para que sea abogado. Y el periodismo tiene una cosa, que creo que la decía Bertrand Rusell, que es un océano de un centímetro de profundidad. Él era así, sabía de muchos temas.

Bueno, pero incluís estas parrafadas sobre El Capital…

Sí, estoy exagerando un poco. Era lector, era atento. En mi casa había muchísimos libros. Pero hay otra cosa que es extraña, que yo empecé a leer en serio después de la muerte de papá. Eso nunca lo escribí. Mi papá tenía una cosa que era que estaba demasiado atento al fútbol, yo quería ser jugador de fútbol y solo después de su muerte empecé a leer más. Mi papá era muy bueno poniendo apodos, y cuando se murió yo empecé a ponerle apodos a las personas. Y papá no se tomaba tan en serio, y algo de eso también tengo. No sé si mucho más. Cuando veo las fotos, viste que la portada del libro es una foto suya, yo no sé si me parezco tanto. Él era más gordito, tenía canas. Yo tengo cuarenta y dos, papá se murió cuando tenía cuarenta y ocho me faltan siete para tener la misma edad, pero siento que siempre va a ser mayor que yo.

Te quería preguntar por la función política de tus libros. Si vos creés que en un sentido muy amplio pueden cambiar la realidad.

Los dos primeros libros que escribí buscaban eso. Eran sobre el asesinato de Juan José Torres, presidente boliviano asesinado en la Argentina en 1976. Tenía el modelo de García Lupo y Walsh. La intención del libro era demostrar que Hugo Banzer era el responsable del asesinato de Torres, y todo el libro fue paralelo a la llegada de Banzer al poder, que fue dictador en la década del setenta y vuelve en el noventa y siete. El libro se publica en Bolivia dos días después de su asunción. Había una cosa medio naif, medio inocente de mi parte, un chico de veintiún años que publica un libro donde le decía al presidente que había matado a alguien en el setenta y seis. Banzer dijo, literalmente: “Sivak está perturbando el proceso democrático en Bolivia” y se armó toda una pelotera con esa. Yo fui a declarar con Baltazar Garzón por la causa Cóndor y se abrió una veta boliviana en la Operación Cóndor. No, no, fue toda una cosa… Y ahí dije “Voy a escribir la biografía de Banzer”. Yo vivía acá viajaba a Bolivia. Todo eso sí tiene algo de eso que decías. La idea de que el periodismo pueda joder a un tipo como Banzer. Después me di cuenta de que no. Lo máximo es hacerle cosquillitas. Y eran libros escritos con un nivel de agresión, violencia, furia. Esos libros fueron lo más parecido a la idea de intervención. Después te das cuenta de que es mucho menor el alcance.

En este libro hay muchos famosos, ¿no tenés algún prurito legal?

No, en el caso de Bolivia, tuve miedo, la pasé mal. En un momento me inventaron una causa por intento de ponerle una bomba a Banzer. En ese momento sí. Acá no. Incluso cuando escribo sobre personajes públicos. Nadie ha desmentido nada, nadie a ha dicho nada.

Tu tía, la hermana de Osvaldo, ¿sigue viva?

Sí.

¿Tuviste alguna repercusión del libro con ella?

No tengo ninguna relación con ella. Ella nunca me ha escrito.

Ya no tiene carrera política.

Yo en los diarios no la veo. Antes sí.

¿Y cómo ves al periodismo hoy?

Mirá, yo empecé a trabajar de esto a los dieciocho años. Hasta los veintinueve, treinta me moví en redacciones. Fui colaborador de Página 12 y de Brecha en Uruguay, entre otras cosas. Me fui de las redacciones a esa edad. Ahora a veces escribo y soy colaborador, pero es lo que menos hago, me dedico más a la docencia y ahora a la edición, con Paidós. En los aeropuertos cuando me preguntan la profesión pongo periodista, de todas formas. No pondría editor, ni docente universitario.

¿Y escritor no?

Para nada. Para mí es otro mundo.

¿Y podés imaginar qué haría tu padre si estuviera vivo hoy?

No, la verdad que no. Estoy acostumbrado a que falte. No se me ocurre nada. Ni qué diría, ni qué comentaría. Nada.

¿El banco de tu papá se funde por el menemismo?

No. Ya venía mal desde antes. Es la combinación de la mala administración de mi papá, de los malos negocios que hacía, y de todos los problemas que le generaron el secuestro de mi tío. Es una combinación de muchas cosas. Es cierto que el Banco Central le decreta la muerte en un momento muy particular, la llegada de Bush a la Argentina, la caída del Muro de Berlín y el comienzo del derrumbe de la Unión Soviética. El inicio de lo que después llamaríamos el menemismo. Pero es azaroso. La empresa arrastraba una larga agonía.

¿Y tu papá nunca pensó en hacer carrera política?

Él siempre pensó que hacía política. Cuando se fue del PC, nunca tuvo una pertenencia orgánica a ninguna organización. Siempre fue un marginal. No tenía una cámara patronal, no tenía una empresa importante. Estaba en los bordes y hablaba con otros marginales de la política. Era consciente de sus limitaciones.

¿Y qué te hubiera gustado poner en el libro que no figuró?

No, fue un libro muy trabajado y me deja conforme en ese sentido. Lo que sí cuando salió me empezaron a llegar muchas historias de gente que lo conoció. Muchísimas, realmente. Me arrepentí de no haber entrevistado a muchas personas. Pero lo que decidí incluir, lo sustancial está.

¿Y tus proyectos a futuro?

El libro sobre Clarín, que se publicó acá en dos tomos, y ahora se va a publicar en una editorial universitaria americana muy importante que es Duke University Press. Entonces ahora estoy trabajando en eso. En la edición al inglés. Va a ser más parecida a la tesis doctoral que a los libros. Pero algo nuevo no, no tengo nada en mente. Es la primera vez que me pasa. Desde los diecinueve que tengo un libro adelante. Y ahora por primera vez no tengo ninguno y está perfecto. No tengo esa necesidad de escribir, eso de “si no escribo no me hallo”. No es que la escritura organiza mi día. Todos los que escribí eran libros que realmente me importaban. Cuando escribía sobre Banzer estaba obsesionado hasta el delirio. Un gringo argentino escribiendo sobre eso. Y mi editor, yo trabajaba en ese momento en la revista de Lanata, me decía: Escribí sobre algo argentino. Y de hecho por eso llegué a Evo Morales, me conocía desde esa época y tenemos esa relación de confianza. Estuve mucho con él diez años antes de que llegara a la presidencia. Pero en ese momento a Evo o lo mataban o le ponían un kilo de cocaína para mandarlo a Estados Unidos. Una cosa muy heavy. Y ahora no tengo ninguno de esos proyectos, ninguna idea. Y bien.

 

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