“La narración oral ayuda y mucho a generar lectores”
Lunes 04 de noviembre de 2024
El escritor infantil y narrador español Fran Pintadera visitará Buenos Aires para participar del Filbita.
Por Valeria Tentoni.
Nacido en 1982 en Las Palmas de Gran Canaria, el narrador oral y escritor infantil Fran Pintadera será uno de los invitados al próximo Filbita Internacional. Entre las actividades en las que participará se cuenta la charla taller “¿Cómo contar una historia?”: “Siempre hemos contado historias, y, a lo largo del tiempo, descubrimos diferentes formas y canales para hacerlo. Pero ¿cómo se cuenta una historia? ¿Existe acaso una manera correcta de hacerlo?”, describe sobre el encuentro que se propone indagar sobre la búsqueda de la voz propia como camino hacia una producción artística honesta y significativa.
Pintadera estudió Psicopedagogía y Trabajo Social y ha recibido el premio The White Ravens por el poemario La canción del pájaro Toc. Desde hace años su oficio es contar historias y acompañar a que otros puedan contar la suya. Como narrador ha participado en un gran número de festivales, Ferias del Libro y bibliotecas, circuitos y programaciones culturales de casi todo el territorio español. Como escritor ha publicado libros como La mejor jugada de Madani, El buen hijo, Cándido o El tótem, entre los últimos, y su obra se ha traducido en países como China, Turquía, Canadá, Estados Unidos, Grecia, Alemania o Japón. Además, en el año 2022 recibió una beca para la investigación «La oralidad y su relación con la voz de los personajes literarios», realizada en el Laboratorio Nacional de Materiales Orales (LANMO) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pintadera visitará Buenos Aires para participar del Filbita Internacional, así que aprovechamos a entrevistarlo por su trabajo.
¿Cómo llegaste a vincularte con la narración oral?
Hace unos veinte años me dedicaba, entre otras cosas, al teatro amateur. Lo hacíamos entre amigos y girábamos por los pequeños pueblos del lugar donde vivíamos, Castilla- La Mancha. Por esos días comencé a asistir a espectáculos de narración oral para público adulto y público infantil. Me maravillaba. Había algo en esos espectáculos que me gustaba mucho, lo recuerdo como si estuviera viendo un truco de magia: de pronto, algo mágico sucedía que no me podía explicar. Y ellos lo conseguían sin ningún objeto, únicamente con la voz y la palabra. Cada vez que veía un espectáculo de este tipo me decía para mis adentros: yo quiero hacer algo así. Finalmente, la oportunidad vino de la mano de una ONG, me pidieron que haga una narración para ellos y a partir de entonces empecé a implementar la narración oral como algo más de lo que yo ya hacía. Poco a poco esto se fue haciendo más grande, hasta que se convirtió en mi único trabajo. Aunque después la palabra escrita fue cobrando protagonismo y ahora están a partes iguales.
¿Y cómo llegaste a dedicarte a la literatura infantil?
Fue gracias a ser padre. Yo iba con mi hijo todos los días a la biblioteca y leíamos muchos libros ilustrados y poesía. Combinando todas esas piezas -que venía del teatro, que me gustaba hacer narración oral y que a diario leía muchísimo con mi pequeño-, pues finalmente me dediqué a los libros infantiles e ilustrados.
¿Tu formación en psicopedagogía acompaña estas búsquedas?
Creo que la psicopedagogía no forma parte de mi día a día cuando narro historias. Estuve trabajando mucho tiempo con población de niños con necesidades educativas especiales, con chicos que venían de otros países, con población mayor, y eso de alguna manera seguramente influye en mi obra o en el enfoque, pero más bien como experiencia que me ha dado la vida.
¿De qué se trató la investigación sobre materiales orales que hiciste en México?
Estuve realizando una investigación junto con mi compañera, Marjànka, en México en el Laboratorio Nacional de Materiales Orales. Nuestro enfoque era buscar la relación de la oralidad natural, de los narradores naturales, con los personajes literarios. Hay algo que veo fundamental y es el hecho de mantener viva la memoria oral, siempre conviene recordarlo. Nuestro trabajo se centró en documentar historias de muchos tipos, pero especialmente relatos de aparecidos, de sucesos inexplicables, de contacto con lo invisible, con el mas allá. Apasionante y muy bonito porque en México tiene contacto con ese mundo invisible de un modo mucho más próximo que en otros lugares, y las historias se cuentan de una manera muy publica y muy abierta. Lo que aprendí en esa investigación es sobre todo la importancia de mantener viva la memoria oral. Yo lo vinculo mucho a lo escénico, porque es mi trabajo, pero sería estupendo si las historias estuvieran vivas, aunque no hubiera narradores profesionales que las contaran, y que fuera el pueblo quien se encargara de ello.
Te dedicás a escribir, actuar, a la narración oral, ¿cómo saber en qué formato cae cada idea?
Me gusta explorar, conocer, aprender de los diferentes estilos literarios, y creo que cada historia pide ser contada de una manera. En mi caso, empecé escribiendo poesía de pequeño, después canciones, que es otro tipo de lenguaje poético, y los cuentos fueron los siguientes en aparecer. Pero también escribí teatro cuando empecé a girar con la compañía de teatro de mi juventud. Los diferentes estilos literarios estaban presentes y siempre dando vueltas. Al día de hoy, cuando tengo una idea, trato de que el formato en que vaya a ser contada no me limite y le pido a la historia que sea ella la que indique en qué formato desea ser contada. Intento no mandar sobre mis ideas y que sean ellas las que busquen su camino. En el caso del álbum ilustrado, es el que más me acompaña en mis narraciones, porque yo disfruto mucho, además de contar la historia, de enseñar el libro a la gente que tengo delante, al público que no solamente escucha, sino que también mira, y, en ocasiones, completa aquello que ni el texto ni la ilustración dicen. Es otra forma de hacerlos partícipes que a mí me gusta muchísimo.
¿Qué importancia tiene la narración oral en el acompañamiento a quienes se forman como lectores y lectoras?
La narración oral escénica, delante de un público y de manera profesional, es fundamental para que el amor a la lectura esté presente. Pero igual de fundamental es que se cuenten historias en las casas. De poco serviría que haya programaciones estables y narradores profesionales muy capaces que muestren su buen hacer delante de un público si después en las casas nos olvidamos de que es bonito contar y que es bonito escuchar. Es lo mismo que con la música: está muy bien que haya músicos profesionales que nos alegren los oídos cuando los vamos a ver a un concierto, pero no por eso tenemos que dejar de hacer música cuando nos juntamos alrededor de un fuego, en una fiesta, con la familia o con los amigos, e improvisemos unas canciones. Lo profesional tiene que ir de la mano al amor por lo que se está haciendo, es decir, de los amateurs, que aman aquello que desarrollan. Por tanto, si la narración oral ayuda y mucho a generar lectores, oyentes y personas apasionadas de las historias, no puede funcionar por sí sola. Si únicamente hablamos de narración profesional, las historias contadas se convertirían al final en algo casi anecdótico. Lo que tiene que prevalecer es el día a día, es ahí donde a mi juicio se generan los grandes lectores y amantes de la literatura.