¿Son críticos los niños?
Por Aidan Chambers
Viernes 13 de agosto de 2021
"Nuestro trabajo nos había persuadido de que los niños poseen una facultad crítica innata. Instintivamente cuestionan, reportan, comparan y juzgan". Tomado de Dime. Los niños, la lectura y la conversación (FCE), un ensayo clave ante el día de las infancias.
Por Aidan Chambers. Traducción de Ana Tamarit Amieva.
Cuando nuestro grupo de estudio le hizo esta pregunta a colegas maestros, con frecuencia la respuesta fue: no. La crítica, nos aseguraban, es una actividad no natural, de especialistas adultos, para la cual se necesita entrenamiento, así como un gusto perverso por el análisis que destruye el placer. Estos profesores parecían creer que la crítica se desarrolla en abstracto, en un intelectualismo carente de emoción, en una calculada disección. Uno no puede “hacer” crítica con niños, dijeron, y si lo intenta sólo logrará arrancarlos de cuajo de la literatura. Resultó que muchos de ellos habían sido arrancados de la literatura por lo que consideraban crítica durante la escuela secundaria y el nivel medio.
Formulamos la pregunta, en primer lugar, porque nuestro trabajo nos había persuadido de que los niños poseen una facultad crítica innata. Instintivamente cuestionan, reportan, comparan y juzgan. Si uno los deja solos, formulan sus opiniones y sentimientos llanamente y se interesan por los sentimientos de sus amigos. Cuando hablan de libros, películas, televisión, deporte o cualquiera de las actividades que comparten entusiasmados en su tiempo libre, disfrutan al reunir información y son tan capaces de discriminar como un adulto conocedor. Nadie, por ejemplo, es más crítico al comparar sus impresiones sobre el juego de la noche anterior que un fanático del futbol de nueve años, y nadie se atrinchera más en la defensa de sus opiniones.
Si existe un interés profundo en un tema y se proporcionan las facilidades necesarias para su expresión, los niños —nos pareció evidente por sí mismo— son críticos naturales desde edades muy tempranas (ciertamente para cuando comienzan la escuela, a los cinco años). Concluimos que de lo que hablaban nuestros colegas que disentían era de una no ción distorsionada de la crítica literaria, basada en sus propias experiencias desagradables.
¿Cuál era, entonces, nuestra visión de la crítica literaria? ¿Qué hacen los críticos? Y, ¿es eso lo que hacen o puede enseñarse a hacer a los niños?
Es difícil persuadir a un crítico literario académico de que sintetice brevemente lo que es la crítica. El Diccionario de teoría y crítica literaria de J. A. Cuddon dice que el arte o la ciencia de la crítica literaria consiste en comparar y analizar, interpretar y evaluar obras de literatura. Pero una descripción tan estrecha podría dejar a muchos críticos contemporáneos bastante perplejos. Lo que todos sabemos, sin embargo, es que la crítica tiene que ver con el signifi cado en los textos, con hacer que “tengan sentido”: estableciéndolo, encontrándolo, coin cidiendo o no sobre él. La interpretación es parte de la crítica. También lo son las consideraciones sobre cómo se construye el signifi cado: por medio del lenguaje, las formas narrativas, las convenciones e ideologías; así como qué hace el lector con el texto y qué le hace el texto al lector.
Una verdad simple subyace a todo esto: la crítica es autobiográfi ca. Cualquiera que sea la tendencia particular del crítico o la preferencia del especialista (lingüística, estructuralista, feminista, política, psicoanalítica, etcétera), la base es la experiencia propia que tiene el lector con el texto. Sin esto no hay nada. Nada sobre lo que trabajar, nada de interés. De modo que, como lo apunta Jonathan Culler, “hablar del signifi cado de la obra es contar la historia de una lectura” (Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo).
En este sentido, debido a que está relacionada con la “historia de una lectura” del lector, la teoría de la recepción es un buen inicio para cualquiera que esté interesado en los niños y la crítica.
Cuando preguntamos “¿qué hace un crítico?”, decidimos que el ensayo de W. H. Auden “Leer”, en La mano del teñidor y otros ensayos, era una base sensata y práctica para considerar lo que los niños pueden o no hacer. Auden esperaba que los críticos:
1. Presentarme obras o autores que antes yo desconocía.
2. Convencerme de que una lectura descuidada me ha hecho subestimar una obra o un autor.
3. Mostrarme relaciones entre obras de diferentes épocas históricas y culturales, relaciones que mis escasos conocimientos no me permitieron, ni me permitirán, ver por mi cuenta.
4. Presentar una “lectura” que ahonde mi comprensión de la obra.
5. Arrojar luz sobre la “factura” artística.
6. Arrojar luz sobre la relación del arte con la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera.