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Entrevistas

¿Por qué escribir? ¿Por qué seguir escribiendo?

Preguntas simples, respuestas complejas: Paula Puebla, Francisco Bitar, Leonora Balcarce y Juan Diego Incardona responden sobre el origen (y el devenir) de esa tragedia feliz. 


Por Valeria Tentoni

 

“Empecé a escribir en la época de los blogs y en la época en la que los muros de Facebook funcionaban como algo más que agenda de cumpleaños o avisos clasificados. Eran años en los que internet no mostraba todavía su cara oscura, en los que muchos entramos de lleno en la panacea de la democratización del acceso a la información. Yo había comenzado a seguir a algunos escritores ya publicados, leía sus blogs y posteos con admiración, también porque por entonces me parecían seres extraños, como advenidos de otra dimensión -por supuesto que, con el tiempo, comprobé que no era así”, cuenta la escritora y ensayista Paula Puebla, autora de libros como El cuerpo es quien recuerda (Tusquets) y Una vida en presente (17 Grises). “Quizás por imitación, quizás por querer ingresar a ese mundo que por motivos imprecisos me fascinaba, comencé a esbozar unos textos divertidos y extraños. No tenía demasiadas herramientas, no tenía estudios relacionados a las Letras, tampoco al periodismo; solo había algo que me empujaba hacia la orilla de la escritura. Entonces retomé la lectura, un hábito que había abandonado en la adolescencia, y de a poco fui tomando envión para correr los bordes del bloggeo y el muro de Facebook hacia algo más”. 

Francisco Bitar ha publicado cerca de veinte libros de poemas, narrativa y ensayo. Ahora acaba de salir El taller literario (Sigilo), que se interna en el bosque de los bloqueos de escritura y los talleres literarios. “Empecé a escribir antes de leer una sola línea, fascinado por la figura del escritor. Todavía me fascina, con su combinación en cada caso ejemplar vida vivida y trabajo intelectual. El escritor es el lugar cumbre de la transfiguración de una cosa en otra. En aquella época, cuando empecé, me preguntaba qué cosa habría hecho tal o cual escritor, y ese misterio sigue vivo: todavía, cada vez que leo un libro que me gusta, busco de inmediato la solapa, la foto y su biografía para saber cuál es el secreto”, dice. 

Leonora Balcarce es actriz, modelo, diseñadora de moda y ahora, por primera vez, autora de una novela. Una perla en la arena salió por Mansalva y Fito Páez dice en su contratapa: “Sin adjetivar y sin opinar demasiado, casi nada, Leonora Balcarce se me revela como una escritora que necesitaba”. ¿Por qué aventurarse en estas tierras?, le preguntamos. “Empecé a escribir por una necesidad interna, que al principio no tenía muy claro cómo era. Hice algunos talleres de escritura, me di cuenta de que me gustaba, lo empecé a sentir como algo muy interno. Sin mucha explicación, fluía y a la vez me frustraba. Pero necesitaba hacerlo, me dejaba más tranquila. Ya sean los ejercicios de los talleres o cuando decidí hacer la novela, tenía que cumplir con mis metas sí o sí", dice. 

Juan Diego Incardona, mientras prepara un libro de cuentos, nos dice: “Lo primero que recuerdo haber escrito fue una redacción en cuarto año, en una materia muy rara que se llamaba Literatura, en el contexto de un colegio industrial. Era una materia que a nadie le gustaba, todos hablaban de autos o de motores y a mí me gustaba leer desde chico, yo ya tenía una inclinación por leer literatura, historia. Y me acuerdo de que escribí una especie de cuento sobre un puente grúa mal calculado, porque yo tenía que calcular un puente de grúa en otra materia y me estaba volviendo loco. Entonces inventé una ficción donde el puente de grúa estaba mal calculado, se derrumbaba y provocaba una tragedia, aplastaba a todos los obreros. Y a la profesora le encantó y leyó mi redacción para todos. Mis compañeros empezaron a escuchar la historia y varios después, de algún modo, me respetaron; yo aparte venía de otro colegio. Esa redacción me puso en un lugar protagónico. Un par se burlaron, pero después en el recreo algunos me felicitaron. Y así, digamos, es como recuerdo mi primer cuento. Después, saliendo ya de la secundaria, coincidiendo con el fenómeno de las bandas del rock barrial, empecé a escribir letras de canciones para bandas del barrio”. El autor de libros como Villa Celina, El campito o La culpa fue de la noche subraya: “La literatura primero fue la lectura, mucha lectura. En la adolescencia, la escritura arrancó y después no paró”. 


Pero hay otra pregunta que hacerles, quizás la misma. ¿Por qué siguen escribiendo? ¿Por qué no detenerse? ¿Qué energía impulsa esta obstinación tan extravagante, la de escribir, escribir, escribir? “Porque nadie quiere lo mejor para sí mismo", responde, cortito y al pie, Paula Puebla. “Es una especie de hambre que no se sacia. Ahora mi preocupación es ver si puedo seguir: es decir, escribir algo digno y seguir. Y seguir”, suma Leonora Balcarce.  

Incardona se extiende un poco más: “Es algo que amo. ¡La literatura es tantas cosas! Mi modo de refugiarme, de inventar, mi manera de expresarme. Un lugar de libertad. Ahora, en el último año y pico, se murieron mis dos padres. Fue durísimo para mí, para toda mi familia. Y en esa experiencia, en ese duelo, empecé a escribir un libro dramático, relatos muy crudos, muy tristes, llenos de angustia. Fue muy fuerte escribirlo, porque en el momento me hacía mal, pero no podía parar. Y la escritura, de algún modo, fue un cable; no dejarlo todo adentro como una pelota, sino ser parte de una electricidad. Abrir las puertas de un dique y que eso fluya. Para mí, cada libro es como una botella que se tira al mar. No sabes a qué náufrago le llega, en qué isla, en qué país. Mientras vivamos, yo creo que vamos a seguir escribiendo. Los que nos dedicamos a esto, ya está. Es como respirar, como tomar agua”.  

Francisco Bitar cierra con sus propios motivos: “Sigo escribiendo porque sigue vivo en mí el placer de encadenar una oración a la siguiente, de ligar una con otra por una zona de la primera que la segunda expande o aclara. También porque creo que escribir trae consigo un refinamiento que por fuera de la escritura es imposible. Toda palabra es refinamiento, y me entristece pensar que hay algunas palabras que no voy a usar nunca. ¿Un refinamiento de qué? De la vida. La escritura aumenta la vida”. 

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