Literatura infantil y juvenil

Literatura y adolescencia, ¿por dónde empezar?

Entrevista a Melina Pogorelsky y Cristina Macjus

Conversamos con dos autoras destacadas que además coordinan talleres mano a mano con jóvenes lectoras y lectores, adolescentes y preadolescentes. "Se involucran con lo que leen y especialmente con lo que escriben con una intensidad maravillosa", nos cuentan.

Por Valeria Tentoni.  

 

En el paso de la infancia a la adultez hay un puente bajo el que corren aguas extrañas y tornasoladas, difíciles de atrapar. La adolescencia y el tiempo que se extiende antes y después de su irrupción (preadolecencia y entrada a la adultez) es un período en el que la lectura puede jugar un papel clave, no sólo formativo sino también de acompañamiento. Una exploración poderosa de deseos, libertades e inquietudes en tiempos en que todo está por venir. Conversamos con dos autoras destacadas que dedican mucha de su energía a quienes leen y comienzan a escribir en esta franja dorada, para conocer un poco de qué se trata el cruce con los libros a esa altura de la vida.

Melina Pogorelsky nació en Buenos Aires, donde trabajó como maestra de primaria. Se especializó en Literatura Infantil y Juvenil y es fundadora y coordinadora del espacio Rato Libro, brinda talleres de creación literaria para chicos y docentes y además es autora de libros de cuentos, poesía y novela destinados a ese público. Suya es la saga Los súper Minis, libros como Una ciudad mentirosa… y Nada de mascotas. En especial, para adolescentes publicó Como una película en pausa. "Trabajo con adolescentes desde hace mucho. Incluso, cuando apenas dejaba de ser yo misma una adolescente, comencé a coordinar un grupo de chicas y chicos de 14 años. Acompañaba grupos en educación no formal y en un proyecto de voluntariado social, si bien no me dedicaba aún a la literatura, siempre les proponía actividades de lectura y de escritura como herramientas expresivas", explica. Como una película en pausa recibió el premio Alija en 2017 como mejor novela juvenil y el Premio Fundación Cuatro Gatos en 2018. Después de eso, entre otros, escribió para ese mismo público Si te morís, te mato, junto a Grisel Estayno. "Les adolescentes lectores y escritores de mi taller comenzaron siendo niños y niñas y fueron creciendo. Fuimos creciendo, en realidad. Ellos también me acercaron a nuevas lecturas, a distintas miradas, a muchas preguntas", explica quien por estos días se prepara para coordinar el taller "De la experiencia a la ficción" en Fundación Filba.

 

Melina Pogorelsky

 

Cristina Macjus también nació en Buenos Aires, donde se graduó en Comunicación por la UBA. Escritora y periodista, su primera novela para niños, Anselmo Tobillolargo, fue finalista del premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor en 2002 y fue premiada por Alija en su máxima categoría, la de Libro Total. Además publicó libros como El secreto de las doce princesas bailarinas, Mal día para ser mala (también reconocido por Alija), La chica astronauta y las ganas de volver, El jardín de Lili y Redondelas, un libro de historietas mudas para niños pequeños. Mientras prepara sus talleres de verano, muchos de ellos para preadolescentes, nos cuenta que la atraen como lectores por varios motivos: "Es una etapa en la que muchos están construyendo su gusto lector. Y es el momento de la sorpresa en la escritura, del tipo: ¿ah, esto también se puede hacer? A mí esa sorpresa me gusta, la disfruto. Me interesa el formato de taller porque es un encuentro grupal que genera su propio clima, una combinación bastante azarosa y mágica de cada uno de los participantes. Yo adapto la selección de lecturas y las consignas de escritura a medida que voy conociendo al grupo", cuenta.

Y agrega: "El adolescente al que le gusta leer suele ser ávido y explorador. Disfruta de la buena literatura, claro, y también consume de la otra, de todo un poco, lo más ensalada de fruta posible, porque es parte de investigar, de probar, de generar un gusto propio. Creo que hay tantas novelas de viajes o de fantasy en las colecciones juveniles porque muestran el mundo. Cuando yo era adolescente para mí los libros significaban toda la vida que me faltaba vivir, las aventuras que me traería el futuro, que iban a ser muchas y geniales. Después fui cambiando de perspectiva, y me empezaron a gustar los libros chiquitos, los tonos pequeños, las escrituras aireadas, los textos sin grandes finales ni explicaciones. Lo mismo sucedió con mi escritura. Siempre me pregunto si eso tuvo que ver con la edad o con lo que el mercado ofrecía. En mis libros estoy cada vez más liviana. En mis talleres, trato de mostrar de todo, porque es parte de formar el gusto lector y entrenar al escritor".

Las dos también escriben y coordinan encuentros para adultos y adultas. De hecho, hace poco se publicó Subacuática por Odelia Editora de Pogorelsky. ¿Trabaja distinto en cada caso? "Es difícil definir qué diferencias encuentro entre trabajar con adultos y con niños. Sobre todo porque lo que me pasa con cada uno de mis alumnos es muy diferente, más allá de las edades. Pero, sí noto algunas cosas que me emocionan particularmente en los procesos que veo en adolescentes. La lectura y la escritura como refugio y a la vez como desafío. Una relación activa, de movimiento constante. Se involucran con lo que leen y especialmente con lo que escriben con una intensidad que me resulta maravillosa. Algo que va desde la pasión de no poder parar, hasta el enojo total y querer romper todo. Y para mí, lo más importante de los talleres es la posibilidad de compartir con otres esas sensaciones. Tener otras miradas, otros oídos para compartir los textos. No es lo mismo la escritura en solitario que escribir junto a otres y poder recibir un comentario, una devolución. El grupo contiene y estimula. Y también crea un espacio de pertenencia precioso", dice. Entre las últimas sopresas que le dieron, un grupo de alumnas acaba de publicar su propio libro: la antología Entramadas. Nueve voces en red. 

 

Cristina Macjus

 

Volviendo a los talleres, Cristina dice: "Me importa que cada alumno pueda buscar su lenguaje propio. Creo que para eso sirven dos cosas: un espacio amable entre pares donde mostrar la escritura, y leer una gran variedad de géneros. Por lo general, el adolescente que se acerca a un taller de escritura es lector, y tiene mucho clásico leído, o mucho fantasy. Me interesa mostrarles todo tipo de lecturas, entre ellas poesía y prosa contemporánea argentina, publicada en colecciones para adolescentes o para adultos, que tengan la oportunidad de experimentar lo que se está escribiendo en este momento".

Más allá de los talleres, ¿cómo es la cosa cuando escriben para adolescentes y preadolescentes? ¿Se escribe distinto, se cambia de estrategia? ¿Se suma o se resta? Dice Macjus: "Como escritora, los preadolescentes son medio un misterio para mí. Pero no menos misteriosos que los adultos y los chicos, la verdad. Los lectores en general son un grupo imposible de adivinar, porque no son una masa homogénea sino realidades diversas, y además no los veo, son muchos, no los tengo cerca, no les puedo mostrar mis textos antes de publicarlos. Así que yo simplemente escribo. Con el tiempo, a medida que fui publicando y los editores con su experiencia fueron eligiendo para qué edad eran mis textos, me fui dando cuenta de que entre las cosas que escribo hay temas que pueden ser afines a la preadolescencia. Hay algo de la mirada, de querer entender el mundo, que es también un poco mi mirada. O algunos temas, por ejemplo, los vínculos familiares, la pregunta descarnada que te surge ahí, paradito en los 12 o 13 años: ¿y yo qué tengo que ver con todos estos?"

"Mi mayor preocupación cuando escribo libros para colecciones juveniles es buscar una escritura honesta. Contar la historia que quiero contar, más allá de la edad del público a quien está dirigida. Que lo que pase esté en función de los personajes y la trama, no de bajar una línea o intentar transmitir un mensaje. Crear personajes con los que puedan identificarse, pero que no sea forzado ni estereotipado. No subestimar al lector, no dejar todo cerradito. Tengo una búsqueda particular de lo no dicho, porque me gusta pensar en un lector o una lectora que completa el sentido. En esto sí noto una diferencia con los más chiquitos o con los adultos. Cuando hablo de mis libros con adolescentes me encuentro mucho más con el “yo hubiera querido que tal personaje se quede con tal”, “me enojé con el final porque quería otra cosa” y así varias. Es una discusión amorosa que me divierte. Me emociona que se involucren a ese nivel, que se identifiquen", cierra por su parte Pogorelsky.

 

 

Tres libros que recomendarían leer a esas edades

Eleanor y Park de Rainbow Rowell. "Tengo alumnas que lo adoraron y otras que me discuten un montón porque no les gusta. Pero a mí esa lectura me generó muchas cosas y siempre suelo recomendarlo", dice Pogorelsky, quien suma algo de Manuel Puig y los cuentos completos de Silvina Ocampo.

Cristina Macjus deja su lista de tres, que incluye Mi amigo Luki-live de Christine Nöstlinger, Un mago de terramar de la eterna Úrsula K Le Guin y, ¡serena sorpresa!, El libro del haiku, la antología de Alberto Silva.

 

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