Un género familiar
Lunes 17 de setiembre de 2012
Eduardo Muslip, Ronaldo Correia de Brito (Brasil) y Valeria Luiselli (México) hablaron con Jorge Consiglio sobre los modos de narrar una familia. El encuentro fue ayer en Malba, en el marco del Filba Internacional 2012.
Por Diego Rojas. Foto: Santi Ochoteco.
“Cada familia es un mundo”, dice el refrán popular. Menos conocido, pero quizás igual de certero, es este verso de Fabián Casas: “Parece una ley: todo lo que se pudre forma una familia”. Sea como sea, la célula mínima de la sociedad –como siguen llamando a la familia los manuales escolares– es una protagonista insoslayable de toda producción literaria, incluso aunque sea por su ausencia (que pesa tanto). El FILBA convocó a la mexicana Valeria Luiselli, el brasileño Ronaldo Correia de Brito y el argentino Eduardo Muslip a conversar sobre este tópico durante la jornada final del festival. El encuentro contó con la coordinación de Jorge Consiglio. De este modo, la familia cotidiana y sencilla como las grandes sagas familiares y tanto la tragedia como lo emotivo se dieron cita en un auditorio del Malba que dejaba ver a través de sus ventanales enormes la tarde nublada. Fue un encuentro productivo que, incluso, tuvo la presencia de inquietantes jadeos masculinos.
Consiglio comenzó demostrando eso que todos sospechamos: la familia está en todas partes. Lo hizo citando desde sagas familiares islandesas del siglo X, pasando por la biblia, hasta los textos de Franz Kafka. Por eso era importante conocer la opinión de los escritores sobre el fenómeno de marras. Comenzó Luiselli que, elegantísima, pidió disculpas por exhibir unos coquetos calcetines rosas: “Es que por lo general participo de mesas que literalmente son mesas y que tienen un mantel que impide ver las medias de los invitados”. La mexicana señaló que el “léxico familiar” es el modo en que la familia se introduce en su obra: “Yo misma tengo un léxico familiar que se expresa a través de una lógica interna que tienen mis textos y que es la que se forma en la infancia. Esa cotidianidad que arma un mundo cada día se introduce en mi literatura”. Correia de Brito señaló que la familia estaba presente en la tragedia griega, que en Shakespeare era recurrente (el Rey Lear y sus hijas, Hamlet y su padre, Macbeth y su esposa), que era protagonista en el Dostoievski de Los hermanos Karamazov, que era notoria en Faulkner. “Freud fue ese gran dramaturgo que introdujo para siempre a la familia en nuestras construcciones, agregó. Muslip rescató que sus colegas hubieran planteado esas dos vertientes de la familia: la de los grandes textos literarios que había indicado Correia de Brito y aquella mínima, sencilla, de todos los días que formaba parte de los intereses de Luiselli, que la literatura la presentaba a través del núcleo familiar tanto como de los grandes clanes familiares.
El coordinador de la mesa fue al grano: “¿Existe un ‘género familiar’?”. “El andamiaje de las estructuras familiares está en todas artes”, respondió Luiselli –la escritora no dejaba de mirar hacia la parte de atrás del público, donde su pequeña y enrulada hija de dos años jugaba sin parar y sin hacer ruido, tampoco-. Para Correia de Brito, “el mito que nos funda es el mito familiar”. El brasileño citó a la escritora estadounidense Paula Fox al decir que “toda la literatura está impregnada por el autor” y que, entonces, la familia debía estar en todo texto. “No hay literatura postfreudiana que esté exenta de ser psicoanalizada”, afirmó. Muslip, que gusta de aventurarse en los márgenes, se preguntó por esas figuras familiares que se hacen presentes en ciertas novelas o cuentos y que se presentan a través de desplazamientos: “esas familias que se expanden hacia atrás, hacia los abuelos, no sobre las familias ‘actuales’ de los protagonistas”. También dejó planteado un interrogante: “¿Y esa literatura en la que la familia no está, o lo está por el peso de su ausencia? Pienso en las crónicas de viajeros, que requiere a un observador solitario, por ejemplo”.
Otra vez Consiglio introdujo un dilema: “La familia, ¿cárcel cerrada o lugar de amparo?”. Luiselli contó que le costaba ver la dicotomía: “Una protagonista de mi novela Los ingrávidos tiene un bebé que insiste con tomarle de la mano derecha y es obligada, entonces, a escribir con la izquierda. Esto podría verse como una condena, pero también como un gesto de enorme ternura. Me interesa pensar en esos autores donde la familia existe por el peso de su ausencia, como Coetzee”. Correia de Brito también se refirió a su novela Galileia, que Adriana Hidalgo Editora publicó en el país: “Su protagonista es un hombre intentando desembarazarse de un pasado familiar que lo marca en el presente, aunque hayan pasado 300 años. Hubo un asesinato que pesa todavía. El personaje termina cometiendo un crimen semejante al de ese tío del pasado y corre a refugiarse adonde se había escondido el asesino de tres siglos atrás. Allí se encuentran los dos, que dialogan e intentan librarse de la culpa. La familia nos ata en todo lo bueno y en todo lo malo”.
En ese momento comenzó a escucharse un sonido semejante a un jadeo. El público comenzó a mirar a los costados para verificar que no fuera un soñador despistado, pero nada: el sonido salía de los parlantes. Familias: familias fantasmales. A algunos el hecho movió a risa, a otros, a inquietud…
Muslip señaló una verdad verdadera: “Cuando veo fotos de mi niñez, veo a veces a mi perro quien, en esa época, significaba más que los abuelos. En esa época también me importaba menos mi hermana que el hermoso auto que tenía la familia. La familia es central, pero también es cierto que puede modificarse. Hay novelas e historias en las que uno de dos hermanos gemelos muere en cierto momento y el que queda se ocupa de reconstruir su vida sin la de aquella persona que estuvo, literalmente, desde siempre. Las familias son sistemas que pueden modificarse”.
El jadeo cesó. La charla también. La niña enrulada, hija de la escritora mexicana, demostró al haberse portado tan bien –hay que recordar que era una infante- que la familia de Luiselli está muy bien.