Los que quieran
Miércoles 12 de enero de 2011
Gabo Ferro y Pablo Ramos hablaron en el Festival Filba de El hambre y las ganas de comer. Mirá el video de la canción "Los que quieran".
Por PZ. Foto: Lucio Ramírez.
En el marco de la segunda edición del Festival Filba, Pablo Ramos y Gabo Ferro se presentaron en el auditorio de Malba para hablar de El hambre y las ganas de comer, disco escrito a cuatro manos donde Ramos puso las palabras y Ferro la música.
-En un momento de nuestra amistad, Gabo me dijo "qué bueno sería hacer algo juntos" y yo, que no sé decir que no, dije muy asustado que sí, pero que ojalá nunca me lo vuelva a preguntar. Después, mientras estaba en Berlín corrigiendo En cinco minutos levántate María, le escribí justificándome un poco y le dije que no me animaba a mandarle un poema, pero sí a enviarle todas las mañanas las primeras palabras del día. Al día siguiente de mandarle la primeras palabras del primer día volvió una canción tal cual la van a escuchar ahora. Dije: qué cagada, ahora hay que seguir... [Risas]
-Lo bueno de todo esto es que tenemos versiones diferentes. Yo no estaba componiendo nada y había quedado esta cuestión de la excusa para vernos y para contaminarnos. Yo había entrado en uno de estos marasmos raros del verano porteño y recibí un mail que decía "non ti dormi ragazzino".
-Me acuerdo de ese mail. Es verdad.
-Dije: bueno, dale. Llegó la letra de "Suelta (memoria)" y empezó a funcionar la máquina. Era una máquina viciosa, nada de esperar, no: tomá, tomá y tomá. En un día llegaban diez mensajes con diez letras y cincuenta y ocho correcciones.
-Sí: capaz que le cambiaba la letra y en cinco mensajes más le cambiaba una coma.
-Si más o menos conocen mi laburo saben que soy un obsesivo con la letra. Si no digo lo que quiero lo más bellamente que sea posible, para mí no hay canción. Esta fue la primera vez que decidí, por admiración desde ya, y por retomar algo en esta militancia en la cual me muevo, a hacer algo que se hizo a fines de los '60 y '70. En esos años hubo un empujón entre músicos y personas que trabajaban con la literatura -escritores, poetas- en hacer obra juntos. Entiendo que después, por cuestiones de la industria y, probablemente, por miserias, esas cosas no prendieron demasiado. Pero de esas sociedades quedaron bellos discos y algunas hermosas canciones. Me pareció que este era el momento de ceder ante alguien que sabía que no me iba a lastimar.
-Siempre venía primero la letra y después Gabo le ponía música. Fue dificilísimo para los dos. La poca experiencia que tuve fue siempre la de ponerle letra a alguna música que me daban -soy músico aficionado- pero yo tenía que escribir con determinada rima y determinada métrica que debía repetirse porque si no la canción era imposible. Siempre quise escribir una canción para las Abuelas de Plaza de Mayo, le dije a Gabo que era un sueño que tenía. Y fue increíble porque a los dos o tres días volvió la canción y cuando la escuché creía que no podía ser mía, que esta canción ya la había escrito otra persona. Estaba preocupado pensando que se la había robado a alguien. Lo mismo me pasó con la música. ¡Pero no: era nuestra!
*
-Cada uno estaba muy metido dentro del trabajo del otro. El primero que en mandar un mensaje con algo para cambiar fue Gabo. Fue en Tal vez sea un desierto, el tema que le dedicamos a José Campus: había una parte muy fea de la letra que se iba de la métrica. ¿Qué hizo Gabo? Lo ejemplificó: cantaba algo que era imposible de cantar para que me diera cuenta de que ese verso no iba. Entonces le mandé un mail: "mirá que necesito tu crítica, yo nunca muestro un primer borrador". Fue impresionante porque nos atrevimos a decirnos cosas, nos dimos cuenta que no había que andar con vueltas, que ninguno tenía un problema y que necesitábamos la crítica del otro. Hasta que llegó la cosa con el teclado... Contalo vos.
-Yo había laburado un tema muy intenso que se llama "Codeína" y estaba muy orgulloso de un arreglo de cuerdas en el que trabajamos mucho. "Qué bien que quedó el contrabajo", pensaba. Y Pablo me mandó un mail que decía "el teclado no expresa lo que quiero decir". ¡Pero la puta que te parió! ¿Cómo que suena a teclado? ¡Son cuerdas posta!
-Y yo le digo: no, no, no. ¡Mi teclado de la computadora! ¡No encontraba las palabras! [Risas]
-Eso ameritó una de las llamadas de Pablo que quedó en el contestador. Por la diferencia horaria no sabía si llamaba él o era un sueño...
-Yo suelo llamar perdiendo la conciencia. Cuando empecé En cinco minutos levántate María, sentí que la protagonista extrañaba la menstruación. Pero pensaba en mi novia, es terrible esa semana, cómo alguien podía extrañar eso. Entonces la llamé a mi madre. "¿Te molesto?" "Mirá, considerando que son las dos de la mañana, un poco sí". Pero me confesó en la madrugada que sí, que la extrañaba.