Las formas de la avidez
Domingo 16 de setiembre de 2012
Cómo afecta la ansiedad por ser, por tener, por mostrar (y por publicar) en los autores. Sobre este tema hablaron ayer Pedro Mairal, Alvaro Enrigue y María Negroni junto a Eugenia Zicavo en Fundación Proa. La charla se dio en el marco del Filba Internacional 2012.
Por Soledad Vallejos. Foto: Sofía Victoria Rodrigo.
Mi hipnotizador personal. Eugenia Zicavo, Alvaro Enrigue y María Negroni escuchan el cuento de Pedro Mairal.
La ansiedad de escribir. La de escribir pero esconder para no publicar, la de escribir y tener que publicar sin que haya red. La ansiedad de leer; de entrar en librerías y ver un mar de universos a los que cuales no hay tiempo humano en el mundo que permita entrar. De todo eso, y un poquito mal de los editores también, hablaron en el auditorio de Proa el mexicano Alvaro Enrigue (El cementerio de sillas, Hipotermia, Vidas perpendiculares, Decencia), y los argentinos María Negroni (poesía, ensayo, novela; Pequeño mundo ilustrado el libro propio que eligió para la mesa) y Pedro Mairal (Una noche con Sabrina Love, El año del desierto, Salvatierra, cuentos, poesía), moderados por Eugenia Zicavo.
"El tema es la avidez, o las formas de la ansiedad", propuso Zicavo al comienzo, antes de aclarar que los escritores de la mesa primero leerían algún texto propio, elegido por ellos mismos y más o menos relacionado. Que sea "como una terapia grupal, inclusiva", sugirió. Y entonces Enrigue arremetió con un fragmento de Hipotermia dedicado a cavilaciones sobre "terapia gringos", que "no tiene nada que ver con nada pero empiezo". A su turno, Negroni, eligió un pasaje de Pequeño mundo ilustrado -un libro que definió como "un diccionario de obsesiones"- referido al Casanova de Fellini; Mairal, "El hipnotizador personal", un cuento incluido en la antología colectiva La joven guardia -"siempre los jóvenes nos volvemos viejísimos"- que consideró "lo más cercano a la avidez y la ansiedad". Roto el hielo, la pregunta del millón en voz de Zicavo: "a la hora de sentarse a escribir, ¿juegan ansiedades o más bien tienden a procrastinar?" En ese instante, se abrió un caleidoscopio.
"Nunca sentí que tenía las condiciones dadas para escribir", se sinceró Negroni. Siempre fue "una lucha tratar de encontrar, de legitimar un espacio para escribir" y siempre, agregó, cuando se daba de bruces con la imposibilidad a la que quería volver oportunidad, recordaba una frase que atribuía a Paul Celan: "escribe pero no te separes del no". Sus páginas fueron el resultado de hacer "de la imposibilidad, una ventaja", se tratara de la vida misma, la familia, el trabajo, los problemas cotidianos que acechaban a cada instante. Desarrollada esa técnica, Negroni descubrió que en realidad había editado, "había apropiado del modo que me servía" la frase. En realidad, Celan había escrito: "escribí pero no separes el no del sí".
Poco después, Enrigue evaluaba que la ansiedad ya no por escribir sino por publicar es "un mal de juventud". "Si alguien quiere ser escritor, está bien que se mate" para ser publicado. "A mí, con la edad me cuesta cada vez más. De joven, no temía y publicaba. Ahora, escribo y mando a los cajones. No es que no quiera ser Julio Iglesias, vender mucho, tener groupies -y estalló en una carcajada suave-, pero es diferente", aún cuando "el trabajo de escribir es público" y, por tanto, resulta inevitable pasar de lo privado a lo público esas letras. Aunque la ansiedad exista en alguna u otra forma, Enrigue reveló que ya no es como cuando "era un mocoso" que se sentaba "ante la máquina de escribir y antes de empezar recitaba la Rapsodia del mulo. Fijate los años que han pasado que digo máquina de escribir y no laptop".
En cambio, Mairal contó que la ansiedad lo devora. "Mucha ansiedad. Me levanto de la silla y camino", pero recién "cuando un editor está prácticamente abajo, tocando el timbre", logra ponerse en funcionamiento. "La columna de los sábados (publica semanalmente en Perfil) la entrego los jueves a las 2 de la tarde. A las 12 todavía no se sobre qué escribir". Y eso no es nada: en sus primeros tiempos de autor publicado, recordó, "siempre tenía inéditos". Pero a medida que los textos editados fueron funcionando y encontrando a sus públicos, los editores pedían más; él se los daba; "y perdón si hay un editor acá, pero los editores son cada vez menos críticos". Así fue llegando a la instancia de no tener nada escondido en los cajones del escritorio, "y lo que iba tipeando, iba a imprenta. Escribir sin red lo desesperó tanto que optó por "demorar los textos, tener más cuidado, más prurito, más miedo. Y pensar".
"Alguien decía que una novela es una vida", dijo Negroni, quien retomó la idea para preguntar y preguntarse cómo "esa densidad de experiencia" podía exigirse tanto como para que algunos autores publiquen una novela al año. Sobre la mesa quedó la industria editorial, sus reglas globalizadas y las realidades de los mercados de lectores. Enrigue, que no vive de escribir ficción sino de "prepara clases, escribir artículos, reportajes" y que ha pasado por el rol de editor, se mostró convencido de que "en español no hay tanto mercado lector" para lo que se publica. Distinto es, redondeó, a los casos de los mercados norteamericano, británico, alemán.
Y sin embargo los tres autores reconocieron que la presión, la ansiedad de la industria, existe. Mairal encuentra arduo dar con "una historia para una novela". No tanto para los cuentos pero eso era algo que su agente le prohibió decir en la Feria del Libro de Frankfurt. "Pedro, tú estás escribiendo una novela", indicó el agente a poco de comenzar la rueda con editores europeos. "No", contó Mairal que respondió. "Sí. Está escribiendo una novela". Y allá fue, cambiando la historia de acuerdo con el instante y la cara del interlocutor, en cierto sentido interpretando su expectativa. Pero si los editores presionan, sostuvo Negroni, también es porque leen en esos términos lo que esperan los mercados, o al menos así modelan lo que llegará. El caso claro, dijo, es el de los prejuicios y moldes que debe enfrentar la literatura norteamericana en Estados Unidos, tan acostumbrado a esperar "literatura revolucionaria, exótica, sexo". "O realismo mágico", acotó Mairal. "O realismo mágico -concedió Negroni-. En Estados Unidos conocen dos nombres: García Márquez y Neruda. Yo conozco un perro que se llama Neruda". Pero en todo caso, señaló, "es perverso porque no se permite una discusión estética de igual a igual".
Enrigue, más confiado en el criterio de los lectores ("no creo que la gente lea Aira o Bellatín por breves, sino porque son buenos"), se permitió descreer de que las extensiones de los textos puedan ser impuestas por editores, señaló poco antes de que Zicavo propusiera pensar en dos variables: la extensión creciente de los best seller y el desarrollo cada vez más intenso de la novela corta, al menos en Argentina.
-La novela de distracción siempre es larga. Es un mercado que entiende que ese libro es para distraerse y no tiene la expectativa de una explosión intensa en el cerebro con cada párrafo- dijo Mairal.
-Difícil eso- señaló Zicavo.
-¡Imagináte una novela de 600 páginas de Borges!- retruco Mairal.
-Existe: el Borges de Bioy Casares- redondeó Enrigue.
Sólo unos minutos después, el mexicano dio su grito de guerra: "el editor es el enemigo", la amistad entre editor y autor es, más que imposible, degenerada, porque es el vínculo entre alguien que "anda en auto último modelo" y alguien "que viaja en metro". Entonces, el auditorio suspendió la creencia en el mercado y todo fue composición, tema: los autores como lectores.
Lectores voraces, ansiosos, desesperados. Todo eso. Ahora mismo, a sus 43 años, Enrigue calculó que necesitaría "otros 43 años para leer todos los libros" que quiere o necesita o le gustaría leer, aunque cuando la vida, el mundo se lo permiten siempre vuelve a su "manía": la relectura de Nabokov. Mairal, que antes del encuentro se había dado una vuelta por una librería del centro. "Me desespera", resumió. Ambos, además, coincidieron en la difícil vida de los autores cuando quieren saber si un volumen suyo llegó a librerías, pero necesitan disimular que ellos son ellos mismos. No es sencillo. A Enrigue una vez lo descubrieron y desarmaron con un "el suyo entra la semana que viene".
Las mesas de novedades siempre están repletas. En las estanterías se amontonan propuestas de universos por millones. En las bibliotecas de las casas, también. Nada de eso ayuda a controlar la ansiedad. Tampoco la posibilidad o el gusto de la relectura. Por eso Negroni se animó a compartir su fórmula personal:
-Uno con el tiempo va identificando, en los libros, almas afines, con una sensibilidad propia y cercana. Hay escritores excelentes, pero que por ahí no resuenan adentro mío.