Feminismo, una idea sencilla
Por Julieta Kirkwood
Martes 08 de marzo de 2022
"Julieta Kirkwood lee críticamente el modelo patriarcal de conocimiento, la distancia con la acción, la anulación de la subjetividad y del cuerpo (...) Busca una forma de pensar y escribir sobre la actualidad que entreteja el análisis del pasado, la experiencia del presente y la anticipación del futuro", explica en el prólogo Cynthia Rimsky. La editorial chilena Banda propia recupera su obra en Preguntas que hicieron movimiento. Escritos feministas, 1979-1985.
Por Julieta Kirkwood.
«Creo, —dice un personaje de Mark Twain— que algún día se descubrirá que las mujeres son personas. Sí, seres en muchos sentidos iguales a nosotros. Y creo que algún día ellas mismas lo descubrirán. Y… ¡entonces!… Bueno, pienso que entonces se levantarán y pedirán que se les considere como parte de la raza humana y que, en consecuencia, habrá dificultades».
Es cierto: ha habido dificultades. Desde la tímida petición por reconocimiento de un «alma» a la mujer en el Concilio de Trento el siglo xvi, a la presencia tumultuosa en la Revolución Francesa de aspiraciones feministas de mujeres de diversos estamentos. Desde la universal lucha sufragista a la protesta y rebeldía femenina que se recuerda el 8 de Marzo. De la movilización de nuestra generación precedente por el voto político en Chile, negado a las mujeres junto a los «dementes, procesados por crímenes o delitos y los condenados por quiebra fraudulenta», a la movilización de las más diversas inquietudes políticas y sociales antes y después del setenta y tres.
Es cierto, hay toda una larga historia de esas dificultades, oscurecida detrás de pesadas, agobiantes cortinas domésticas… Estirar las manos, levantar sus espesos pliegues y compartir su luz; descubrir los muchos sentidos en que somos iguales y en que somos personas sin temor a ser llamadas el «escándalo feminista». Asir el porvenir, prefigurarlo; definir también desde nosotras una visión del mundo que sea a la vez saber, idea compartida, crítica de la sociedad vigilada y herramienta colectiva de emancipación: posibilitemos la realización de aquel entonces.
En nuestro ámbito y sin afiebradas pretensiones, todas nosotras hemos leído, hemos observado, hemos reflexionado e intentado la difusión de algunas ideas sencillas:
- Las relaciones entre los sexos humanos son y han sido siempre injustas y conflictivas; nuestra labor se define, por tanto, por analizar esas relaciones, aprehenderlas, explicarlas y proponer su modificación esencial a toda la sociedad. Toda palabra, toda actitud y toda acción que tienda a ello participa de nuestros fines.
- En el plano cultural optamos por develar y cambiar los estereotipos sexistas que limitan tanto a mujeres como a hombres. Ello implica la búsqueda de cambios profundos dentro de la organización social, política y familiar; en la educación y en el lenguaje; en el trato cotidiano y en la vida sexual y afectiva.
- En el plano socioeconómico reflexionamos en torno a las posibilidades de un cambio real de estructura social en favor de los más desposeídos, explotados y oprimidos, entre los cuales —en todos los niveles— las mujeres lo están más que los hombres. Ello no significa «ocupar el lugar de los hombres e imponerles el nuestro»; optamos por cambiar el mundo que así ha hecho el Hombre. En este plano, alentamos la investigación, conocimiento y autocomprensión de los roles económicos efectivos de las mujeres y su específica contribución al sistema económico en vigencia.
- En el plano académico intentaremos analizar y explicarnos todos los «por qué» y «para qué» de la sumisión y discriminación femenina en relación con las posibilidades de recuperación democrática para el conjunto de nuestra sociedad.
¿Mezclamos el saber con el hacer? Sí, es cierto. ¿Mezclamos el afecto con la razón y lo personal con lo político? También es cierto. Y, más aún, querríamos que lo dicho por Karl Manheim fuese también cierto para nosotras: «La sociedad actual está signada porque las masas hacen presentes en “lo público” lo que antes se desenvolvió en el ámbito de lo privado». Porque debido a complejos mecanismos culturales y sociales, nosotras, las mujeres, empezamos a interesarnos en las situaciones sociales generales cuando comprendemos sus relaciones con el contexto de la propia experiencia.
El mundo de la política, la economía, la organización y la participación es un mundo mediatizado por el padre, por el marido, por los hijos. La recuperación del mundo, todavía en gran parte ajeno a la mujer, vendrá por la recuperación de lo vivido cotidianamente. Ello dará la totalidad de dimensiones a su pensamiento, a su organización, a su acción. Y con ello las futuras «dificultades» estarán más auténticamente planteadas.
¿Es todo esto feminismo?, seguramente sí. Dice Simone de Beauvoir en Final de cuentas: «Hoy entiendo por feminismo el hecho de luchar por reivindicaciones propiamente femeninas, paralelas a la lucha de clases, y me declaro feminista. La revolución social no bastará para resolver nuestros problemas. Es verdad que la rebelión de las mujeres no cambiará el régimen de producción; pero, por otra parte, tampoco el socialismo —como se ha realizado hasta hoy— ha liberado a las mujeres. ¿Lo lograría un socialismo verdaderamente igualitario? Por el momento es una utopía. Mientras, la condición que sufren las mujeres es una realidad».
Y por esta realidad es que pretendemos recuperar uno de los más plenos y significativos de los derechos humanos perdidos: la posibilidad de comprender y transformar el mundo en que nos ha correspondido vivir.
Y por este hecho seguiremos generando «dificultades» si, después de satisfechos los logros de pan, techo, abrigo, cultura y libertad, una sola mujer se viese obligada a confesar:
«Dijo mi marido, golpeando el suelo: ¡Aquí, debajo de estos pies, ha de estar siempre tu lugar!».