Permanencia del albergue transitorio
Viernes 15 de marzo de 2013
Florencia Werchowsky habla de su novela El telo de papá (Mondadori). “La infidelidad sigue siendo una práctica reprobable, por más que evolucione la sociedad y seamos más tolerantes, eso parece no modificarse. Ese rechazo es uno de los justificativos de la existencia de los telos”, dice.
Por Walter Lezcano. Foto: Sakre NS.
El debut. O cómo convertir la memoria en literatura, los recuerdos en palabras que le hagan honor a la experiencia. Nuevamente aparece esta tensión: los resquicios por donde se filtran los materiales, y su procedencia, para construir una ficción. Sobre ese límite trabaja El telo de papá (Reservoir Books), primer libro de Florencia Werchowsky.
Vayamos al libro: la construcción de un hotel alojamiento en la Patagonia moviliza a todo un pueblo, y comienza una desestabilización de todas las instituciones que parecían estables y seguras. El sexo parece ser un problema desde siempre. Pero no es solo eso lo sucede en este texto. Como telón de fondo aparecen la dictadura y el peronismo produciendo las tensiones eternas. Además de la conformación de la familia, el abandono del seno paterno, la fidelidad como desafío y la posibilidad de trascender la pobreza con una idea salvadora y turbulenta.
Ahora vayamos a algo todavía más interesante. Florencia Werchowsky nos habla de su obra.
—¿Cómo surge este libro?
—Ser la hija del dueño del telo del pueblo me posicionó siempre en un lugar excepcional, en una vidriera social que fue tortuosa en la infancia pero muy atractiva y convocante después, de más grande. Usé las historias del telo para llamar la atención en eventos, hacer nuevos amigos, levantarme chicos. "Mi papá tiene un telo" era mi as bajo la manga. Lo sigue siendo. Es infalible. Siempre supe que iba a escribir esa historia, desde que decidí ser periodista y usar la profesión como entrenamiento para la escritura, desde que decidí dejar de bailar en el Colón para ponerme a escribir. Después de tantos años de periodismo, pasar a la ficción me provocaba una sensación de vacío muy fuerte y lo único que me sostenía era la certeza de que no iba a encontrar mejor ficción que mi realidad. Viajé al sur varias veces a entrevistar a mis papás para que me contasen partes de la historia que yo no sabía. Prendía el grabador y les hacía preguntas pero la dinámica no funcionaba del todo porque el vínculo familiar desmerecía un poco al "acontecimiento periodístico" y terminábamos hablando de cualquier cosa o comiendo algo o peleándonos.
—¿Cómo fue el proceso de escritura?
—El proceso de escritura fue horroroso. Entre el periodismo y El telo de papá estuve trabajando varios años como creativa publicitaria, algo a lo que todavía me dedico, y tenía la narración oxidada de tanto escribir PowerPoints. También había perdido la capacidad de concentrarme en una sola cosa, así que me la pasaba dando vueltas por mi casa, buscando excusas para no hacer lo que debía, que era básicamente sentarme a trabajar. Me llevó meses arrancar y bastante tiempo también encontrar el tono y poner los hechos en un Word. Tuve una epifanía cuando descubrí que me iba mejor inventando que siendo rigurosa con los hechos, entonces dejé de escuchar las grabaciones de mis papás y empecé mi propio proceso.
—Del libro se dice que es una novela. Sin embargo, incluye imágenes a modo de registro visual, la protagonista se llama Florencia, es decir hay elementos propios de la vida de la autora. ¿Qué percepción tenés vos del texto ahora, en la distancia? ¿Es una novela, son memorias distorsionadas, es una autobiografía?
—Sí a todo: es novela, son memorias distorsionadas y es una autobiografía. Es una novela autobiográfica (¿existe?). Es una construcción basada en mi realidad, que por momentos parece ficción.
—¿Qué tipo de habilidades te da el periodismo para escribir ficción?
—Lo que más me sirvió del ejercicio periodístico fue el rigor, el entrenamiento del trabajo escrito. Después, llena de vicios, dependiente del testimonio ajeno para construir el verosímil, me la pasé tratando de combatir esos esquemas, buscando ser más libre.
—Es interesante la relación violenta, por parte de la Iglesia y algunos integrantes del pueblo frente a la irrupción del telo. ¿Te parece que ese tipo de tensiones irreconciliable (de la sociedad frente a las prácticas sexuales individuales) se mantienen?
—¡Se re mantienen! La infidelidad sigue siendo una práctica reprobable, por más que evolucione la sociedad y seamos más tolerantes, eso parece no modificarse. Ese rechazo es uno de los justificativos de la existencia de los telos. La prostitución callejera es el otro. Y es una práctica que no termina de cuajar, de la que no llegamos a hacernos cargo como sociedad: no podemos resolverlo, nos cuesta aceptarlo, reglamentarlo. ¡Y eso que es la profesión más vieja del mundo! Y ni hablar de la homosexualidad, que increíblemente sigue siendo tema de debate en muchos sectores.
—El peronismo y la dictadura militar tiene una presencia lateral pero sumamente importante en esta historia. ¿Son cuestiones que siguen afectando, para bien y para mal, nuestra realidad como país?
—Sin dudas. Qué te voy a decir del peronismo que no se haya dicho: vigente, mutante, poderoso, seductor, lleno de ideas maravillosas y prácticas terribles. Sobre la dictadura, realmente no sé cuánto nos va a llevar reparar sus daños. Nos embruteció como país, nos empobreció culturalmente. Se necesitan muchas generaciones para borrar ese deterioro. Recién vamos por la etapa del reconocimiento público de sus atrocidades y de la condena a sus ideas, que lamentablemente todavía viven, que muchas personas aún mantienen activas.
—La estructura del texto (capítulos cortos, saltos temporales, alternación de líneas narrativas) permite que se lea de forma rápida. ¿Esto fue buscado? ¿Te parece importante el ritmo en lo que escribís?
—Yo escribo cortito y narro con intervalos temporales. Son mis carencias. Me pareció una buena idea usar esas limitaciones para construir una lectura ágil. Y en el proceso de edición me puse marcial y haché historias completas, párrafos, ideas. Así que el resultado son mis defectos anabolizados.
—Luego de terminar el texto me surge le siguiente pregunta: ¿cómo es tu relación con los telos?
—Cuchillo de palo total: no voy a telos. Fui poquísimas veces, dos o tres. Y una de esas veces fue una gauchada a un amigo sin TV de cable que quería ver un partido del mundial y me pidió que lo acompañase porque le daba vergüenza entrar solo.