Y ahora qué pasa, eh
Fotograma de Fahrenheit 451 (Dir. F. Truffaut)
¿Tiene futuro el libro?
Jueves 31 de marzo de 2016
Por Patricio Zunini.
Esta semana, una encuesta en Twitter mostró que 7 de cada 10 personas leen con frecuencia libros en formato digital. Con todas las salvedades del caso —el universo elegido, el volumen de la muestra, las opciones posibles, etc.—, lo cierto es que el número es mayor al que se podría presuponer. Con un dato significativo, además: los que alternan entre uno de papel y uno digital llegan al 22%. Uno de los grandes interrogantes de los últimos años es cómo esta “nueva” —si es que todavía se puede seguir llamándose así— relación afecta al libro.
En el ensayo Aquí América latina (Eterna Cadencia Editora), Josefina Ludmer postula que el cambio en las tecnologías de la escritura —ella habla del paso de la máquina de escribir al procesador de textos— implica un cambio en la literatura y la cultura. Aquí podríamos hacer una suerte de camino inverso: planteando desde la escritura.
¿Seguirá siendo el libro un medio clave de intervención cultural? La pregunta, en realidad, hay que hacerla en tiempo presente. Fernando Pérez Morales, dueño de la librería La Boutique del Libro de San Isidro —que a partir del 1 de mayo se va a llamar Notanpuän, como su editorial—, histórico librero con más de 25 años de experiencia, dice que, a través del tiempo, el libro fue licuando su importancia: “Antes los libros te salvaban la vida, se les daba un valor emocional y único. Ante la ausencia de redes sociales, el libro tenía una importancia casi exclusiva y en todas las casas había bibliotecas”. Para Pérez Morales, uno de los principales agentes que conspiran contra el libro es la propia industria: “La cantidad que se publica hoy en día le quitó exclusividad y prestigio y hay tanto libro al pedo que lo bueno se pierde en esa maraña”, dice. En concordancia con Pérez Morales, Leonora Djament, directora de Eterna Cadencia Editora, plantea la necesidad de que la industria del libro, en el corto plazo, vuelva a pensar la función de todos los actores que la componen: editoriales, librerías, distribuidores y, por supuesto, lectores. “La formación de lectores —y de lectores críticos— tendrá que tener cada vez un rol más relevante”, dice. Y continúa: “no estaría mal que los editores volvamos a pensar qué hacía un editor y qué puede hacer un editor en el futuro”.
Volviendo al ensayo Aquí América latina, Ludmer señala que con la escritura y la lectura electrónicas vivimos el pasaje de la cultura de la biblioteca a la cultura de las redes. ¿El planteo de repensar la industria es síntoma de que, como las discográficas, no se supo responder a signo de los tiempos? El año pasado, la editorial Ariel publicaba Elogio del papel, del filósofo italiano Roberto Casati: allí el autor decía que, a diferencia de otros productos tecnológicos que venían a resolver una necesidad o a mejorar un diseño —como el teléfono inalámbrico, el microondas o el control remoto—, el libro electrónico es prescindible porque no aporta beneficios significativos a la relación entre el lector y el libro. Y, sin embargo, ahí está la encuesta de Twitter. “En materia de producción literaria”, dice José Pagés de Fundación Itaú, fundación muy activa en desarrollos culturales digitales, “las nuevas tecnologías enriquecen las posibilidades expresivas respecto de la literatura tradicional”.
La paradoja del Big Mac
Desde hace algunos años, Eterna Cadencia Editora empezó a publicar sus libros también en formato ebook. Hoy los comercializa a través de las tiendas Amazon y Bajalibros, la distribuidora Amabooks y el servicio de streaming 24 Symbol. “Entendimos”, dice Djament, “que, nos guste más o menos, nos sintamos más o menos cómodos con los nuevos formatos y soportes, esos cambios ya tienen lugar y mejor aprender a trabajar desde ahora que cuando ya sea tarde”. Con todo, el porcentaje de ventas es bajo: el mercado digital va creciendo, pero hasta ahora la piratería es casi una regla.
Está claro, sin embargo, que la piratería no es la única forma de acceder a libros en forma gratuita. Dos modelos exitosos rompen con la estructura habitual. La editorial digital Los Proyectos, de Cecilia Espósito, tiene títulos de Marcelo Cohen, Carlos Ríos, Selva Almada, etc. Los libros se pueden descargar gratis en formato ePub y Mobi, aunque se invita al lector a una contribución de 20$. Leandro Zanoni es periodista y consultor en tecnología y temas urbanos, su libro más reciente es la investigación Futuro inteligente, en la que analiza cómo la presencia ubicua de la tecnología modela el destino del mundo: la comunicación en la era de las redes sociales, la “internet de las cosas”, el cambio de modelo de negocios a partir de las impresoras 3D. Antes de Futuro inteligente había publicado Vivir en los medios, El imperio digital y un ensayo sobre Apple, La gran manzana. Pero esta vez decidió dejar el libro en internet para descarga gratuita: “Gané mucho más dinero por un libro que regalé, que por los tres anteriores que publiqué con una editorial en forma tradicional”, dice. El sitio desde donde se baja el libro tiene sponsors.
¿Hasta cuánto estarías dispuesto a pagar por un libro digital? Si el lector se acostumbra a que no debe pagar para leer se podría dar “La paradoja del Big Mac”: en Estados Unidos el precio del sándwich estuvo durante tanto tiempo en oferta, que el consumidor se acostumbró y ya no está dispuesto a pagar el precio real. El modelo que fomenta la lectura gratuita puede ser también el germen de su propia condena.
Fin del mundo del fin
El futuro, para el inconsciente colectivo, viene en tonos apocalípticos: un mundo desértico, explosiones nucleares en cadena, hordas de zombis vagando por las calles. Los libros no escapan a la regla, y la idea generalizada es que cada vez habrá menos lectores, menos propuestas, más nicho. Sin embargo, no todo es pesimismo. Ya sea en papel o en digital, para Zanoni “el texto nunca va a morir porque es un formato que injerta los datos y las ideas como ningún otro. No digo que es mejor que un video, si no que un buen texto permite una reflexión larga o compleja que una foto o un video”. “Los libros”, dice Djament, “finalmente, son una cuestión relacionada con las palabras: cómo nombramos nuestro mundo. Esa preocupación, espero, va a seguir existiendo”. Uno podría pensar que la opinión de Pérez Morales sobre los libros es la que tendría un melómano por los vinilos: “En cien años me imagino a los libros cada vez más lindos, más cercanos a obras de arte”.
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