Títulos que arrasan
La bandeja de los viernes
Jueves 28 de octubre de 2021
Literatura Random House, El cuenco de Plata, Años Luz Editora, Obloshka y También el Caracol nos traen estos cinco titulos para que no solo visiten la librería, sino también sus casas.
Novelas imprescindibles, junto a América y sus voraces mitologías, relatos biograficos en el Japón de la tradiciones y mucho más en la novedades de esta semana.
Literatura Random House, El cuenco de Plata, Añoz Luz Editora, Obloshka y También el Caracol nos traen estos cinco titulos para que no solo visiten la librería, sino también sus casas.
¡Mucho por leer! Vean más y elijan por dónde empezar:
El Viento Que Arrasa
Selva Almada
Literatura Random House
El calor agobia en el monte chaqueño. ¿Lloverá? Varados por una falla mecánica, el reverendo Pearson y su hija Leni esperan pacientes que el Gringo Bauer y Tapioca, el chico que hace años han dejado a su cuidado, pueda repararla para seguir camino.
En ese cementerio de autos desmantelados y chatarra agrícola, los adolescentes pasan el rato y los adultos conversan sobre sus propias vidas. El encuentro inesperado cambiará a todos. Padres de sus hijos, hijos a su vez, los adultos se verán confrontados a sus creencias y pasados, un modo de prepararse para lo que vendrá.
Novela imprescindible, El viento que arrasa convirtió inmediatamente a Selva Almada en una voz poderosa y nueva que proyectó su singularidad a toda la literatura argentina.
Mitologías americanas
Dany Laferrière
El cuenco de Plata
“Como siempre, ha amanecido a mis espaldas. Alba grácil. Rayos de sol como floretes embotados. Como patas de san Bernardo. La novela me mira, allí, sobre la mesa, al lado de la vieja Remington, en una gran carpeta roja. Está cebada como un dogo, mi novela. Mi única oportunidad. ¡Adelante!”
Son las últimas líneas de mi primera novela, escritas hace exactamente treinta años. Tenía la impresión de que allí todo se debatía. En aquella época, solo quería escribir un único libro. Un libro que contara América y sus voraces mitologías: la velocidad que permite recorrer un paisaje sin fin, el deseo sujetado como un perro rabioso por una Lolita de un pueblito perdido, el éxito siempre inesperado y fuera de proporción, y toda esa santurronería que chorrea de la boca de los pastores negros y de los políticos blancos. La cámara se desplaza lentamente de los paisajes a los rostros y vemos, bailando la java neoyorquina, a ese cóctel de violencia y de sexo coloridos: Martin Luther King y Norman Mailer, Spike Lee y Calvin Klein, James Baldwin y Madonna, Truman Capote y Naomi Campbell. El ruido de la Remington 22, único canto de ese amanecer.
Mal trato
Guillermo Ferreyro
Años Luz Editora
La trama parece simple: una mujer mata a su marido, cansada de los malos tratos. Hastiada de los insultos y de los golpes. Eso, que en cortos o películas, significa el desenlace, en la novela Mal Trato, de Guillermo Ferreyro, es el punto de partida.
Lo que a Ferreyro le interesa es la transformación en esa mujer que acaba de cometer un asesinato: con la muerte del otro algo en ella también ha dejado de existir; ya no puede seguir siendo quien era. Ahora deberá ser otra.
Párrafo a párrafo, capítulo a capítulo, Ferreyro va sumando vueltas de tuerca, sorpresas inesperadas, tanto para el personaje principal, como para el lector, que en este caso pueden llegar a confundirse, pues la novela está escrita en segunda persona, algo poco común en la literatura (véase Lorrie Moore y Carlos Fuentes, por citar los más conocidos).
El agua cruda
Marcos Crotto Vila
Obloshka
Como trasfondo el mar. Apacible o crispado.
La novela Agua Cruda se desliza por geografías y tiempos familiares para abordar el encuentro entre Horacio que vuelve desde Europa y su padre ya muy fragilizado. El encuentro transcurre en medio de un torrente narrativo memorioso. Horacio, el hijo, rememora, mediante una cuidadosa construcción de escenas, de relatos, de ficciones, el deseo de iluminar la memoria de una vida paterna que se hunde. El hijo, se detiene en la Unidad 10, sitio de encierro, antiguo espacio de trabajo de su padre médico, una donde conviven la locura y el crimen. Allí, en ese confinamiento, la narración se detiene en la parquedad, en lo no dicho, en la estela de signos que atraviesan a los guardias y los recluidos.
Marcos Crotto articula, mediante el cuidadoso y excelente despliegue de su escritura, un libro complejo, poético, cruzado por una diversidad de imágenes que apuntan a una multiplicidad de caminos y destinos distintos. La figura del padre es concreta pero también genérica: Un flujo memorioso, líquido que necesariamente va a desembocar en un mar que contiene cada una de las embarcaciones en las que se sumergen las vidas.
Juntando espigas en los Campos de Buda
Lafcadio Hearn
También el Caracol
Lafcadio Hearn (Leucade, 1850-Tokio, 1904) llegó a Japón en una época en la que Occidente sentía fascinación por aquellas lejanas regiones del mundo en donde la enciclopedia y el racionalismo aun no habían hecho mella; ese Japón de las tradiciones -como señala Sardegna en el estudio preliminar-, que recién comenzaba a industrializarse, en el que los periódicos occidentales competían por acercar a sus lectores las crónicas de sus corresponsales.
Al igual que Richard Wilhelm en China y Walter Evans-Wentzen Tibet, Lafcadio Hearn se encontró con el budismo, ese universo espiritual expandido por todo el Oriente como un telón de fondo, que cambiaría el sentido y el rumbo de su vida.Su obra hubiera sido asimilada dentro de la vasta literatura de cronistas, a no ser porque, en esencia, no era la crónica lo que le interesaba sino ese misterio que subyace debajo de lo que nosotros, los occidentales, denominamos cultura. Esa habilidad de percibir lo no evidente -algo tan propio del pensamiento budista-, le permitió ver las manos y el alma del Lejano Oriente tal como, atinadamente, lo advierte el subtítulo de la obra.
Juntando espigas en los campos de Buda reúne un conjunto de relatos en los que puede percibirse el amoroso proceso que llevó a Hearn a asumirse como japonés. Del mismo modo, puede intuirse en cada trazo el deseo de zanjar la distancia que separa la filosofía budista del pensamiento occidental, dura tarea para quien ha descubierto que "todo lo que hemos tomado como sustancia es solo sombra, lo físico es lo irreal y el hombre exterior es el fantasma". (Eduardo Callaey)