Nueve preguntas a Violeta Kerszberg
Foto de Gustavo Raña
Martes 23 de julio de 2024
La autora argentina debuta con La mirada es más órgano que el ojo (Alquimia) y responde nuestro clásico cuestionario.
1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Heredados: El pasaporte polaco de mi bisabuelo y su posterior licencia para conducir de la Municipalidad de Zárate. Está hecha de un cuero espectacular que sigue teniendo olor animal.
Primera recolección: Los dientes de leche de mi difunta amada primera perra Belona. Era curioso porque siempre aparecían abajo del horno, iba a buscar ese calor para desdentarse. Su recambio coincidía con el mío, así que yo también los dejaba abajo del horno, hasta que los puse todos juntos en una cajita de vidrio, y me trague uno. Esa es otra historia.
2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, o la poesía completa de Watanabe, o Sobre utilidad y perjuicio de la historia para la vida de Nietzsche.
3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
Lo mejor: la sensación de dar con lo importante, llegar a estar muy muy cerca de las cosas, la obsesión con el detalle, la obsesión con lo invisible, alejarse de la estupidez, entender y ser absorbida, el milagro del sentido: creer.
Lo peor: lo insoportable de las palabras vacías, la desesperación de la superficie, la desconcentración, la estupidez. El abismo (pienso y tiemblo) de qué pasa cuando la palabra se retira: dejar de creer.
4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
El único libro que regalé más de una vez fue El último encuentro de Sandor Marai, hace más de diez años. Creo que después nunca más repetí un libro. No se si será por la idea de que con los libros regalados se va armando una especie de biblioteca impropia hecha de todos esos regalos distribuidos en casas ajenas.
5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
Muy fluctuante.
Cuando necesito concentrarme como A louder Silence, de Leifur James, cuando, por fin, entendí o abandone -que es lo mismo- cualquiera de Babasonicos. Cuando está terminando algo como No more Shall We Part, de Nick Cave & The Bad Seeds. Cuando recién me arreglaron la bici y la monto Years of Refusal, de Morrissey Cuando quiero cuerpo El Mal Querer, Rosalia. Cuando tengo que barrer cenizas, algo de José Larralde.
6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
Los rayos del sol vistos debajo del agua. La luz derramada dentro del agua. Un líquido inyectado dentro de otro líquido.
Es un color secreto: ese mismo rayo si se intenta ver fuera del agua es pura espada que duele, imposible. Pero, sumergida, toma consistencia y se deja contemplar lo que el pulmón soporte sin aire.
Ahora ya no me animo a abrir los ojos sin antiparras, pero más niña, en la pileta, lo encontraba. Con las antiparras no es lo mismo, es necesario menos nitidez para llegar a ese color.
7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Depende la búsqueda en la que esté, puedo querer pasar de levantar la tumba de Albert Camus a la de Silvina Ocampo.
Ahora que estoy en China tendría muchas cosas que preguntarle a Pu Songling, pero si pienso en lo que no me deja dormir, quizás con Wittgenstein, por su obsesión - y resultante poética- acerca de esclarecer las relaciones del lenguaje con el pensamiento y la realidad. Comparto y sufro la inquietud.
Y trillado, pero sin dudarlo, con Borges, que hablaría de todo menos de técnicas de escritura.
8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
Justo antes de la pandemia le preste a mi bicicletero La ciudad, de Mario Levrero, cuando me dijo que hace un montón de meses no soñaba al dormir. La bicicletería cerró y nunca más lo vi.
9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
Estoy viviendo en China hace ya casi un año, así que mi biblioteca se encuentra desmembrada en Argentina, dentro de cajas que, espero estén impolutas.
Pero pensando en mi última biblioteca, el orden que tuvo fue: novelas, cuentos, poesía, ensayos, filosofía. Eso a grandes rasgos, y después toda una parte reservada a la selección de libros que necesito tener cerca en ese momento, ya sea por lo que esté escribiendo, investigando.
Después hay una parte muy molesta de mi biblioteca que es una especie de prótesis de la mesita de luz, que intenta tercerizar el trabajo de la mesita de luz para dejar a esta liberada y solo con un vaso de agua. Ahí se van acumulando libros que me gustaría leer ya, pero que no contribuyen a mis propósitos o proyectos actuales, entonces intento posponerlos, y quedan en esa sección limbo purgatorio hasta que mágicamente se vengan y aparecen -por suerte- al lado de mi cama.
Acá una de las partes de lo que era mi biblioteca, cómo la extraño…