Nueve preguntas a María Lobo
Cuestionario fijo
Viernes 22 de marzo de 2019
Nació en 1977 en Tucumán. La escritora y docente ha publicado las novelas El interior afuera (Qeja) y Los planes (Punto de Encuentro), y las colecciones de relatos Santiago (Mulita) y Un pequeño militante del PO (Pirani).
Foto por Juan Pablo Sánchez Noli.
1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Más que objetos antiguos, conservo una costumbre antigua: la de vivir en un mundo donde la distancia sigue siendo un impedimento. Creo en el poder creativo de la incomunicación. Me gusta enterarme de las cosas cuando los hechos se desencadenan físicamente, de un modo privado, y no a través de lo virtual, las redes sociales. Si quiero saber de alguien, acudo al acto material e íntimo de llamarle, escribirle, planificar un encuentro. Para mí es hermoso quedar con alguien, esperar el día. Me gusta preguntarle a ese alguien, desde una auténtica ignorancia reciente, cómo están sus cosas.
2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
A mí me gusta el efecto de las notas al margen. Ojalá mis libros, en manos de otros, acabaran un poco sucios de anotaciones.
3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
La literatura es una cualidad humana, un tipo de comportamiento. Hay personas que tienen la cualidad de pensar a partir de un libro. Y hay personas que no. En ese sentido, quizás lo mejor de la literatura sea la forma en que las personas desarrollamos ese tipo de comportamiento. En mi caso, esa forma es la de una espiral. Los buenos libros me llevan hacia un fondo íntimo. En cuanto a lo peor, no diría que la literatura tiene una dimensión horrible. Sí creo que hay esquirlas feítas que vienen de esa clase de gente que hace literatura para hablar, para existir entre el público, para ser visibles. Pero esa gente no tiene nada que ver con la literatura. Que existan esas personas es algo que a la literatura la excede por completo.
4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
Siempre es bueno regalar algún libro de Jonathan Franzen.
5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
Escucho música todo el día, los auriculares son extensión de mis oídos. Tanto que debo tratarme por otitis al menos dos veces al año. Escucho música en el aire y en el agua, cuando estoy nadando —lo que sin dudas coopera en esas otitis—. Es decir, tengo muchas listas, pero siempre estoy estimulándome sobre las bases de Bruce Springsteen. Darkness on the Edge of town, "Adam raised a cain": sí, "Adam raised a cain". En esa música está todo lo que me interesa de la experiencia sensible.
6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
El blanco de los azulejos de las salas de parto, donde nacieron mis hijos.
7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Con Giorgio Bassani. Mis compañeros de taller deberían ser Giorgio De Chirico y Peggy Guggenheim. Y no negociaría otro escenario posible: tomaríamos clases en lo de Peggy, en Venecia.
8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
En este momento tengo varios libros en préstamo. Me preocuparía que no volvieran los de Juan José Hernández, pero sé que no se van a perder. Los tiene mi amiga Ana Coviello. Están en buenas manos.
9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
Mi biblioteca está fragmentada en dos: tengo una parte en el departamento donde vivo y otra —la más grande— en la casa del cerro. A su vez, esas bibliotecas también son fragmentos, porque las voy armando en bloques. Intento el orden alfabético, pero la biblioteca que está en casa siempre es más caótica, acomodo los libros que voy consultando de modo frecuente. La foto que comparto, entonces, no es de “la biblioteca”, sino de un momento en una de esas bibliotecas. En el jardín de la casa del cerro tenemos búhos y a ellos, de vez en cuando, les gusta entrar por la chimenea y posarse sobre los libros. Lo hacen cada tanto. Son muy lindos.