1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?

No es exactamente antiguo pero una especie de talismán que guardo en la biblioteca es un escombro de la vieja Bombonera de 1996, cuando tiraron abajo los palcos y remodelaron la cancha. Más allá del merchandising estilo Muro de Berlín que puede dejar dudas sobre la procedencia de la piedra, el objeto me conecta con esas sensaciones muy lindas y aventureras de las primeras veces que iba de muy chico a ver a Boca con mi papá y mis hermanos. Es bastante loco: ir a la cancha de muy chico implica un universo impresionante de emociones y misterios que trascienden totalmente el resultado de un partido, algo de lo cual las hinchadas argentinas suelen vanagloriarse (“aunque ganes o pierdas”) pero que no siempre cumplen teniendo en cuenta lo exitista que es nuestro fútbol. No estaría mal volver cada tanto a eso.

2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen? 

Si pedimos vamos a pedir bien: Frankenstein de Mary Shelley. Lo leí para el colegio, creo que a los trece o catorce años, y me rompió la cabeza. En primer lugar porque es un libro que trabaja a varios niveles, algo que suelo buscar mucho en una novela: un objeto de muchas caras, que se pueda leer y disfrutar de varias maneras y a distintas edades, con muchos personajes, vueltas de tuerca, escenarios y hasta géneros distintos: Frankenstein puede ser una película de terror, una historia de ciencia ficción o una novela epistolar, entre muchas otras posibilidades. Además, me alucina el comienzo con esa estructura de cajas chinas a partir de la historia del explorador que cuenta en una carta, como al pasar, que vio al monstruo cerca del polo y, sobre todo, esa posibilidad que sugiere Shelley de leer la novela como una especie de Shekyll & Mr Hide.

3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?

No lo sé, o no lo puedo formular todavía con tanta claridad, pero estoy seguro de que lo mejor y peor que me dio la literatura es muchísimo y, probablemente, también sea lo mismo.

4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?

Creo que no repito casi nunca los libros que regalo porque trato de regalar más por el gusto del otro que a partir del mío. Pero sí regalé/recomendé bastantes libros de Pierre Lemaitre (sobre todo Vestido de novia y Nos vemos allá arriba), un escritor que me encanta y que, me parece, se ajusta muy bien al gusto contemporáneo.

5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?

Podría ser algún disco de la década del noventa cuando era mucho más permeable al efecto de la música en el estricto sentido de que se inmiscuya en tu cerebro: las FM, los casetes grabados y gastados en el walkman, la música de los hermanos mayores y de los primeros videos de los canales de cable. Creo que uno podría ser Use your illusion the Guns and Roses, ese díptico intenso y obsesivo que ofrecía colores cálidos en el número uno y fríos en el número dos. Creo que tardé mucho en darme cuenta pero hace bastante poco, dando una clase, me enteré de que la foto de tapa está sacada de la pintura La escuela de Atenas y me gustó que un disco tan visceral tuviera semejante aura filosófica.

6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?

Ahora que lo pienso casi todos tienen que ver con viajes que tuve la suerte de hacer: el rojo naranja de los tejados de Praga, el azul celeste de Santorini, el fuego húmedo de los atardeceres del Nilo y, sobre todo, un verde hermoso, increíble, que vi en un sueño. Viajé a Islandia para ver una aurora boreal y no pude hacerlo. Pero una semana después de volver soñé que la veía y, por lo que pude averiguar, era tan maravillosa como verosímil. Ese día me levanté contento por todo lo que me transmitió ese sueño: sobre todo el hecho de que, probablemente, no hubiera sido posible soñarlo de haber visto la aurora boreal. Un sueño a mitad de camino entre la realidad y lo onírico. Un sueño que tiene algo que nunca sucedió como condición de posibilidad. Algo de eso también tiene que ver con la literatura.

7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?

Sin lugar a dudas con Dylan Thomas, el artista cachorro galés, y no precisamente por lo de los 18 whiskys que es exagerado por no decir totalmente falso. No quiero sonar como Víctor Sueiro pero no me parece tan difícil ir a talleres literarios de escritores muertos: a veces alcanza con leerlos atentamente. En el caso de Dylan Thomas tenemos, además, acceso a sus cartas que son muchas y ofrecen un estupendo taller literario a disposición.

8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.

Preferiría no recordarlo.

9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?  

Tengo varios sistemas de clasificación incompletos y superpuestos: el más claro es la división entre libros de literatura y libros de teoría o crítica aunque dentro de esa segunda categoría hay también libros de entrevistas, diarios y cartas. A veces algunos de literatura se pasan a la columna de teoría y algunos de teoría se convierten en literatura. No suelo impedírselos.