1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?

Por herencia materna, una colección que incluye una buena cantidad de números de la revista infantil Colibrí, que editaba Chocolate Águila. Los primeros números tienen más de cien años.

En cuanto a objetos míos, creo que puedo nombrar tres: 1) un calendario de plastico con un muñequito muy simpático con el escudo de Racing Club; 2) un sacapuntas con forma de caballito, entre circense y de carrousel, blanco pero con detalles coloridos; 3) un portalápices de metal, con un dibujo del Increíble Hulk. Los conservo y les tengo muchísimo cariño y apego.

2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?

No puedo elegir uno solo, así que acá va un listado: Vas a extrañarlo, porque es justo, de Daniel Riera. Las fotos, de Inés Ulanovsky. Seamos felices mientras estamos aquí, de Carlos Ulanovsky. Los peces no cierran los ojos, de Erri de Luca. El mundo según Garp, de John Irving.Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Me acuerdo, de Martín Kohan.

3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?

Mi primer recuerdo vinculado a la literatura es un libro que se llama Vamos al circo (Editorial Sigmar, 1978). Me lo leían mis viejos cuando era muy chiquito, y todavía resuena en mi memoria uno de sus versos/epígrafes que repetía mi papá: “Aplauso estruendoso, la prueba del… ¡osoooo!”. Desde entonces, la literatura no dejó de darme satisfacciones. Leerle a mi hija, Lulú, era una de mis actividades predilectas. Y verla leer con pasión es algo más que gratificante. En lo que se refiere a mi producción, especialmente con este libro (El corazón adelante. Sonidos, imágenes y sabores de una educación sentimental, de Híbrida Editora) me quedo con una frase del mexicano Juan Villoro que dice que una crónica es literatura bajo presión. Mi oficio es el periodismo y las palabras, las herramientas con las que lo ejerzo, son las mismas que utiliza la literatura. Quizás allí haya un factor común.

¿Lo peor? No tengo nada que recriminarle a la literatura, sólo tengo sentimientos de gratitud, por los buenos momentos, por los mundos que pude descubrir y transmitir.

4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?

Probablemente dos: Velcro y yo, de Martín Rejtman, y Poemas de amor, de Idea Vilariño. Son dos libros que adoro compartir.

5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?

Podría nombrar muchos, pero elijo dos. Uno es Bagunça, el primer álbum como solista de Manuel Onís. Manuel tenía una banda en los 90 que se llamaba El Horreo, de rock psicodélico. Y también había tocado en La Chicana, un grupo clave en la revalorización del tango y la música criolla. Ese disco une ambos universos, y además incluye una de las canciones más luminosas de la que tenga memoria (“quiero verte hoy”, una especie de milonga maravillosa); una versión de “Don Pascual”, con Horacio Fontova como invitado, que es un himno oculto del candombe-beat (compuesto por Chichito Cabral); una intención jazzística en varios pasajes (“Así como estás”, “Portugal”); aires folclóricos (“A tu lado”) y un himno maravilloso (“Canten”). Otro es El evangelio según mi jardinero, del uruguayo Martín Buscaglia. Otro disco luminoso, ecléctico, de canciones maravillosas (como todos los de Martín), que me transporta al barrio madrileño de Lavapiés, que me embebe en una botella de Jim Beam, que me lleva de viaje sobre una melodía construída con el Simon (ese jueguito electrónico de sonidos y luces) y que revisita un bolero clásico del repertorio del trío Los Panchos (“Vagabundo”) con un sonido contemporáneo y encantador.

6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?

El blanco y celeste (académico, como diría Flavio Nardini). Es decir, lo del escudo y la camiseta de Racing en todas sus formas. Y el anaranjado en el atardecer del Cabo Polonio, en el departamento de Rocha, Uruguay.

7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?

Con J.D. Salinger. Sería un modo de agradecerle. Y seguramente podría contarles algunos chusmeríos a mis amigos Juan Pablo Muszkats, Diego Vinciguerra y Juan Manuel Tavella. Aunque, seguramente, ellos también querrían sumarse a ese taller.

8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.

Hasta hace un mes, era La década rebelde. Los años 60 en la Argentina, de Sergio Pujol. Pero me lo devolvió una amiga después de varios años. Te puedo contar, en cambio, que tengo en comodato la copia de Napoleón y su tremenadamente emperatriz, el libro de conversaciones entre Fito Páez y Horacio Gonzalez, propiedad de mi amigo Martín Caamaño.

9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?

Con una lógica estrictamente personal. Alguien podría decir caótico, y no se lo discutiría. A mi favor, difícilmente no recuerdo adónde está un libro. Ah, también tengo un anexo, sólo con libros de música.