Nueve preguntas a Gabriel Martino
Cuestionario fijo
Martes 30 de noviembre de 2021
El autor de La punta de la lengua (La ballesta magnífica) responde hoy nuestras preguntas de siempre.
1. ¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
Un hipopótamo de plástico. Un día volvió mi viejo de trabajar y nos hizo elegir, a mis hermanos y a mí, entre las cosas que escondía en sus manos. El saldo fueron: un mono, un alce y un hipopótamo. Mi elección signó el profundo amor que siento por estos mamíferos artiodáctilos, imagen de una especie de calma desaforada. Quizá por eso envidio a los gordos, siempre quise ser gordo.
El muñeco conserva las huellas de una fiesta que se hizo con él un perro pequinés que se llamaba Crocket, habrá sido entonces que perdió la cola.
2. ¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
Durante unas vacaciones en Capilla del Monte, acampando solo como loco malo, leí de cabo a rabo El Mago de John Fowles. La idea no era pasar solo esas vacaciones pero resultó así.
De noche en la carpa, con una linterna y de día con los codos apoyados en una mesa de camping fui entrando en ese libro. Pero no me parece correcto decir entrando, porque lo que en realidad pasó fue que la historia comenzó a derramarse, a salirse como una criatura traslúcida del límite impuesto por las páginas de ese volumen. La manifestación de esa sustancia se reveló, día con día, en una serie de pétrifiantes coincidences como las llamó Bretón; lo que le sucedía a los personajes
se espejaba sospechosamente en la realidad pedestre y maravillosa que me rodeaba. Ese estado de encabalgamiento de una verdad sobre la otra, esa confusión de campos querría suscitar en un lector.
Cuando terminé el libro suspendí mis vacaciones. Había descuidado mi alimentación y no estaba en la mejor de las formas.
3. ¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
Lo mejor que me dio la literatura es el demonio de la sintaxis, y lo peor ser esclavo de una biblioteca. Me transpiran las manos cuando quiero un libro, como los dipsómanos. Por un lado la ampliación de la libertad y por el otro la sujeción a un conjunto de necesidades materiales: trabajar para alimentar al monstruo. Pero no me quejo, como siervo me las rebusco.
4. ¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
Soy un miserable, no regalo libros. Si me veo en la obligación de hacerlo, y se trata de un libro que no tengo y quiero, compro dos y pacifico al monstruo, siempre exigiendo vírgenes como la criatura de Ariosto. Ahí tenés, si regalara uno sería el Furioso, lluvia de Orlandos desde un helicóptero. Inagotable y feliz, Angélica huyendo anima todo lo que es la literatura para mí. Dante no, porque uno se envicia con los comentarios.
5. ¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
A veces es un documental con grillos, o Loveless de My Bloody Valentine, pero la mayor parte del tiempo un valsecito de Troilo en el que en cualquier momento arranca la hermosa voz de Fiorentino.
6. ¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
Un anaranjado rosicler, veteado como de pastillas Refresco, que tenían unas rosas muy perfumadas en la casa de mi abuela en Los Hornos.
7. ¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller
literario?
La Morante o Rodolfo Wilcock. Lo digo porque es imposible, no me animaría de otra forma.
8. Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
Los libros son de consulta en sala únicamente. Preferiría regalarlos a prestarlos, para no sufrir mirando el reloj porque vuelvan tarde.
9. ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
En casa tenemos varias bibliotecas, una de narrativa, otra de poesía. Marisa las ordena alfabéticamente. Lo que llamo mi biblioteca es la de libros en italiano y el año pasado le hice una estructura acorde y la ordené más o menos por épocas: medievales, renacimiento, barroco, settecento, ottocento, etc. Pero podría ser cualquier otro orden mientras sepa dónde encontrarlos.