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Marina Benjamin: "Como el insomnio, la escritura es una ama cruel"

Novedad de Chai Editora

La autora inglesa estrena por primera vez libro en Argentina: una memoria autobiográfica a la vez que ensayo lírico alrededor de la imposibilidad de conciliar el sueño, pero también acerca de las navegaciones imaginarias y materiales que aquél estado extraordinario habilita y provoca: "Muchas cosas en el mundo del insomnio son ilusorias", dice.

Por Valeria Tentoni. 

 

Marina Benjamin pregunta por el clima en Buenos Aires antes de responder cualquier cosa por su parte: la pantalla del Skype le muestra uno de esos cielos porteños perfectos, absolutamente celestes, y entonces dice que sí, que le encantaría conocer Argentina, y que de hecho sus padres vinieron a esta ciudad en su luna de miel. Pero su libro llegó antes que ella a estas tierras: Insomnio es una de las apuestas de la joven editora Chai, con traducción de Florencia Parodi, y ya está cosechando el interés de lectores locales.

Se trata de una memoria autobiográfica a la vez que ensayo lírico alrededor de la imposibilidad de conciliar el sueño, pero también acerca de las navegaciones imaginarias y diurnas que aquél estado extraordinario habilita y provoca, entre otras cosas. David Hume, la diosa griega Nyx, René Magritte, Charles Simic, Daniel Defoe, Elizabeth Bishop, el investigador del sueño Constantin von Economo o Gilgamesh: son ellos y muchos más a quienes Benjamin convoca y mantiene despiertos en su libro, para que la acompañen en la larga noche de su pensamiento al lado de Zzz, el durmiente con quien comparte su cama.

Insomnio fue publicado originalmente en Inglaterra y ya ha sido traducido en países como Turquía, a salir en China y Francia: pero la de Chai es la primera traducción al español, y este el primer libro que conocemos de la inglesa. Nacida en Londres en 1964, Benjamin es también autora de libros como The middlepause, que explora temas como la menopausia y la vida después de la juventud, y Rocket Dreams. Además es editora de la Revista Aeon, una publicación de largos ensayos sobre temas de actualidad con base en Australia que tiene editores también en Nueva York.

 

Insomnio se está traduciendo, lo están leyendo personas que viven muy lejos de vos. De algún modo hace sistema con tu libro anterior, The middlepause, y ambos son libros muy privados, ¿no? ¿Imaginaste que iban a hacer un recorrido como este?  

Me alegra que lo esté haciendo, porque de verdad quería compartir la historia de The Middlepause: sentía que, si bien me pertenecía, era algo que muchas mujeres experimentaban, particularmente en la mediana edad. En ese punto de la vida se cuestiona todo lo que una fue hasta entonces; es un gran momento de autodefiniciones, al igual que los treinta. A los treinta una piensa: "Dios mío, estoy justo en el final de mi juventud, ahora tengo que ser una adulta, ¿qué significa eso? ¿Quién soy?" Y siento que cuando llegás a los cincuenta la experiencia es muy similar. Las cosas van a volver a cambiar, así que ¿cómo encaro mi vida para que el cambio sea más placentero, en vez de uno que sólo represente pérdida y desaparición? Todos envejecemos, y hay una gran presión cultural para que rememos en dirección contraria a la edad a la que llegamos. Para que no sólo actuemos sino también nos sintamos y veamos lo más jóvenes que nos sea posible. Bueno, yo no quería ir en esa dirección. Me parecía, además de negador, que no era un territorio emocionalmente rico. A estos dos libros, The middlepause e Insomnio, los escribí espalda con espalda: estaba fascinada por explorar, en un examen de conciencia muy profundo, qué cosas traía este periodo de la vida.

¿Cómo te llevaste con estos materiales, tan oscuros a la vez que luminosos?

Me gusta la oscuridad, de hecho, porque creo que, de nuevo, es un territorio muy rico para explorar. Y me interesan los juegos de oposiciones y reversos, así que para mí la idea de convertir a la ausencia en presencia era muy poderosa. En principio para trabajar sobre la mediana edad, porque era algo sobre lo que no se estaba hablando ni escribiendo demasiado, y después sobre el insomnio, lo que me permitió ir más directamente al punto. Pensamos en el insomnio sólo en términos de falta... Es la falta de sueño, ¿y dónde está ese sueño? Creemos que debemos perseguirlo, pero no nos damos cuenta de que cuando estamos despiertos a la noche estamos dolorosa y exquisitamente presentes. Presentes para nosotros mismos, presentes en el espacio, que es un espacio alterado. Pensar en eso me hizo despegar: ¿quién es la persona que está despierta de noche? ¿Qué pasa cuando no podés escapar de vos misma? Porque no hay distracciones provenientes de otras personas, no hay luz del día, no hay nada que puedas hacer excepto confrontar con la noche oscura del alma. Literalmente: mirar hacia dentro.

¿Y cómo escribiste Insomnio? ¿Comenzaste con un diario, tomabas notas?

La escritura de este libro se pareció a la de ningún otro. Para todos mis demás libros hubo grandes procesos de documentación... No es que con este libro no me haya documentado, pero fue algo así como una inundación de sensaciones, porque estaba tan arraigado en experiencias viscerales que yo comenzaba y rápidamente volvía al mismo punto. Su narrativa es fragmentaria y episódica, para espejar la experiencia del insomnio, pero hay algo así como un movimiento hacia delante que se loopea una y otra vez. Volver al Yo fue una de las cosas que usé en Insomnio, a esa experiencia tan tan personal, pero vista desde distintos ángulos. Mi experiencia personal fue un elemento clave.

En cierto pasaje, te referís al collage como procedimiento tanto en la escritura como en el sueño. ¿Cómo pensás ese puente?

El collage es una técnica: lo que se crea desde el collage es mucho más que la suma de sus partes. Así que cuando ponés pequeñas piezas juntas podés crear algo de un poder más grande. Me interesaba mucho su funcionamiento. Cuando una dice "collage" se piensa inmediatamente en una obra de arte plástica, y se entiende que el total cobra un sentido que va más allá de sus partes, pero creo que el proceso de escritura está mucho más cerca del collage de lo que pensamos. Una tiene ideas, inspiraciones, aparece esta negociación entre lo consciente y lo inconsciente... Hay influencias de lo que leés, de la cultura, de tus investigaciones, de tu propia imaginación; y cuando las oraciones van saliendo, en realidad lo que estás implementando es la técnica del collage ante esa multiplicidad de elementos. 

En cuanto a la documentación que hiciste para escribirlo, está la que compete a las artes visuales, justamente. En los agradecimientos aparece una visita a una muestra privada de las pinturas de Edward Burne-Jones, sobre quien escribís. Pero las artes visuales te interesaban desde antes, ¿no? Como periodista cultural, si no entiendo mal, las has abordado también.

Sí, de hecho comencé en periodismo escribiendo sobre artes visuales, específicamente sobre fotografía. Es un gran amor que tengo, y siempre que que me estanco escribiendo me voy a dar un paseo por alguna galería de arte. Tengo un profundo interés ahí. Con Insomnio, me impresionó que muchísimas obras de arte clásicas utilizaban al sueño como tema, y ese fue mi ingreso hacia las artes visuales en este libro. En cierto punto apareció Magritte, porque él es un pintor cuyas obras son como reversos del día y la noche. De verdad te vuelan la cabeza, si las mirás no podés decir en principio qué es lo que está mal ahí, pero de repente te das cuenta de que en el mismo plano conviven el día y la noche. Creo el insomnio es justamente eso: noche y día en el mismo plano mental. De Burne-Jones me impresionó mucho que en vez de diosas griegas hubiese pintado a la Bella Durmiente. Y la pintó obsesivamente durante un periodo de cuarenta años: hizo muchas series de pinturas, algunas pequeñas, algunas sobre azulejos de cerámica, dibujos, estudios para sus pinturas de gran tamaño. Fui a ver sus obras a una casa donde hay una colección privada en Oxfordshire, y el año pasado hubo una gran retrospectiva en el Museo Tate. Se veían todavía más increíbles en el museo, porque en la casa, in situ, todo era distractivo: estaban en un living, y bajo la luz natural las pinturas no muestran su mejor versión. Pero en la galería se veían increíbles. Me pregunté cuál era la noción que Burne-Jones buscaba en estas versiones de la Bella Durmiente, y creo que eran el opuesto de lo que aparece a simple vista. Él no era un admirador de la Bella Durmiente: por el contrario, él estaba criticando la cultura de su tiempo, una en la que todo el mundo estaba dormido y nadie estaba despierto a las ideas, a las artes, a la revolución, a la invención. Y cuando noté eso, y a su colaborador William Morris -ambos idealistas reformistas en el siglo XIX-, empecé a pensar en la vigilia y en el sueño en términos de creatividad.  

Muchas cosas a las que volver a partir de esto, y ya que hablamos de bellas artes quizás podemos empezar por la línea: "Cuando dormimos no somos tranquilos ni bellos".

Exacto. Simplemente no estamos ahí. Hay momentos en que miro a mi esposo, el hombre al que me refiero en el libro como Zzz, en los que yo estoy presente pero él está ausente: él no está ahí, es como la estatua de una persona. A veces su boca está abierta, está torcido o algo. Y yo pienso: bueno, el sueño no le está haciendo ningún favor. Pero no hay nadie alrededor como testigo, y no nos damos cuenta de cómo somos dormidos. Así que empecé a pensar en la idea de cómo sería poner una cámara sobre la cama, ¿qué se vería? Una pelea en cámara lenta entre las personas en la cama... Esa idea me capturó. 

El libro también es, justamente, un libro de amor, acerca del vínculo con Zzz. ¿Cómo trabajaste ese aspecto?

Eso apareció desde el principio. Una de las cosas más íntimas que podés hacer con otro ser humano es desaparecer en el sueño junto a él. Es un acto de una enorme confianza. De hecho, dormir es un acto de enorme confianza: es un deseo de disolución, en realidad. Y eso me hace pensar en el amor, en el sueño, en la intimidad, en las camas, en los nexos entre estas cosas, qué significa compartir la cama con alguien durante muchos años. Intenté salir de mi experiencia personal, por ejemplo trabajando el caso de Penélope: llegó a mi cabeza como una verdadera parábola sobre lo que pasa cuando tu compañero de cama se aleja durante mucho tiempo, y es infiel y regresa, y estás llena de desconfianza. La cama se convierte en el punto de reconocimiento: ella lo trampea con esto, ¿reconocés tu propia cama? ¿Podés moverla? No, no se puede mover, y él se confunde: pensaba que era el que estaba poniéndola a prueba a ella, pero en cambio es a él a quien se le está cayendo la careta emocional. Me encanta esa historia, y además pensar a Penélope como a una insomne, despierta toda la noche esperando, ansiosa. Me interesó mucho la idea de estas mujeres inquietándose toda la noche, despiertas, y así y todo siendo idealizadas en pinturas como Bellas Durmientes; despojadas de sus personalidades y convertidas en moldes para que representen las virtudes -la justicia, la belleza, la verdad, etcétera- mientras duermen. Creo que el sueño no fue tanto una cosa pasiva como algo que fue elaborado como concepto a la vez a favor y en contra de las mujeres.    

El libro aborda y problematiza el trato a las mujeres, cómo se ha intentado curar a las mujeres del insomnio o su ansiedad con curas de sueño... ¿Cómo pensaste el modo en que las mujeres insomnes han sido tratadas y contadas en la historia?  

Con este libro, yo comenzaba a leer una cosa y se me empezaban a ocurrir ideas; así que a veces las ideas se me aparecían en el curso de las investigaciones. La idea de la cura del sueño, por ejemplo, con la que estamos familiarizados, cayó justo porque incluía descansos en la cama. La neurosis en las mujeres, mujeres insomnes puestas a dormir forzadamente. Parecía haber una política de género al respecto, un lenguaje de política de género detrás de esto que me interesaba mucho. Me di cuenta que tenía que hacerle un lugar en el libro. Cuando escribís en fragmentos podés jugar un poco con el orden, y de hecho lo hice, pero cada vez que hacía una opción, la de avanzar en cierto sentido, los caminos se angostaban. Más o menos para cuando llegué a los dos tercios del libro, empezó a hacerse muy difícil acomodar los materiales para darles cierta forma que tuviera sentido. Ya no podía ser tan lúdica.

En el sueño, la mente tiene que dejar ir al cuerpo, escribís.

Sí, porque el sueño no es un asunto cerebral. Es algo que el cuerpo sabe cómo hacer, y me pareció que hay un elemento muy terrenal, muy animal, involucrado. Para amplificar ese elemento, escribí sobre mi perro. De cierta manera, los aspectos "durmientes" del libro hacen pie sobre el mundo animal, y los aspectos insomnes se elevan hacia el cosmos. Así que hay muchas referencias al universo, a las estrellas, porque siento que hay algo que está de cara al cielo en el insomnio, y el sueño está de cara a la tierra. Lo cósmico y lo delirante, porque está la sensación de estar en conexión con los cielos. Mirás por la ventana y ves las estrellas, tu corazón se hincha dramáticamente; esta idea, ligeramente pomposa, es un delirio en el sentido de que muchas cosas en el mundo del insomnio son ilusorias. 

Citaste el poema de Bishop sobre las islas: un libro también es como una isla y su escritura como el acto de habitarla.

Sí, los libros son como islas. Y me interesan mucho las islas, aun cuando veo sus costas achicándose. Lo que ocurre es que fácilmente nos podemos encontrar también abandonados en una isla, y una puede quedar abandonada en la isla de la propia mente. El insomnio tiene un modo de mostrarte con mucha claridad cuando eso ocurre, porque en el insomnio estás atrapada con vos misma. Supongo que la isla se convirtió en una metáfora para explorar aquella idea, la de quedar encerrada sin poder escapar de tus pensamientos, sean banales o profundos. Los banales son muy difíciles de controlar, es como si tu mente te alimentara con asuntos absolutamente triviales, innecesarios, que cualquier insomne reconocería. Pero también, y como estás sola, a veces tenés, me parece, estos sentimientos muy vertiginosos de pérdida y anhelo. De estar en el borde de algún tipo de abismo, porque la noche es tan solitaria y tan cósmica que te recuerda cuán efímera es tu existencia. Quería atrapar esos dos pulsos de locura isleña.

Este sentimiento de abandono en medio de la noche me hace pensar en algo que nos dijo otra entrevistada hace un tiempo, María Negroni -quien también reflexiona sobre las islas-: "La tristeza es una disidencia". Pensar en el insomnio como isla, pero también como disidencia, ¿te hace sentido?   

La disidencia de alguien con respecto a lo que ocurre en las horas de vigilia. Sí, creo que algo así podría ser. Pienso que hay algo muy rebelde con respecto al insomnio. El insomnio puede ser un acto de rebeldía: estar despierto cuando los demás duermen, hay algo de resistencia a la idea de pasividad en los insomnes. Un llamado de atención sobre la mente despierta y sus trabajos más salvajes. Te ves forzado a prestar atención a ciertos aspectos de vos misma que no ves durante el día, y esos aspectos de tu ser puede que sean mucho más rebeldes de lo que jamás imaginaste.

También escribiste que el insomnio es codicioso. ¿La escritura también?

Pienso que lo es. Se trata de estar en contacto profundo con tus deseos. Creo que el insomnio tiene que ver con el deseo, con el anhelo, y no siempre sabés qué es lo que estás anhelando. A veces se siente como un anhelo existencial. Está ese dibujo asombroso que William Blake hizo, de un hombre en un planeta pequeño flotando a través del espacio con una escalera. El hombre está a punto de subir el primer escalón y pronuncia: "¡Quiero! ¡Quiero!" Eso es lo primero que dicen muchos niños y niñas, "¡quiero!", y se nos advierte que no es de buena educación, que eso no se dice. Me parece que estar despierto de noche es una expresión de ese "¡quiero!". Y no siempre es fácil, porque no siempre se tiene lo que se quiere, así que tu deseo sigue dando vueltas y vueltas en círculos.

En otro momento del libro, Zzz reclama que "últimamente has estado más presente en tu escritura que en ninguna otra parte". Este juego de presencia y ausencia vuelve no sólo en el insomnio, sino también en la escritura. ¿En qué se parecen la escritura y el insomnio para vos?

Es muy similar. Creo que la acusación que mi marido me estaba haciendo era que yo guardaba lo mejor de mí para la escritura, que mi relación con la pantalla era muy presente, muy intensa. Que yo me llevaba mis mejores energías a la pantalla y me despreocupaba de la familia. Y de algún modo, tenía razón, porque pienso que la escritura lo demanda todo de una. Como el insomnio, la escritura es una ama cruel, muy demandante, y requiere que le lleves todo lo que tenés a la página. Así que la escritura es codiciosa y el insomnio es codicioso porque hacen demandas a tu presencia. Requieren que estés ahí al cien por ciento. Hay ciertos estados vitales que te requieren de ese modo, y estos dos están entre ellos. Supongo que el amor es otro.

¿Recordás la primera vez que pasaste por esta suerte de abducción en la escritura?

Si a lo que te referís es a ese estado de la mente al que se llega cuando estás tan enchufada en la escritura que apenas estás al tanto de lo que ocurre en el mundo más allá de la página, algunos lo llaman "estar en la zona", en flow, un estado de alturas en el que llegás a tener acceso a tu inconscient -la puerta de tu inconsciente se abre, y todo ese material sale en la página-... Si hablás con cualquiera involucrado en un proceso, no necesariamente de escritura, puede ser música o jardinería, la intensidad que requiere enfocarte te lleva a algo así como salirte del mapa. Estás tan involucrado en lo que estás haciendo que estás ahí pero no estás ahí. Los escritores saben que cuando llegan a ese estado están produciendo su mejor material. Se requiere también tiempo. Tiempo, intención y enfocarse. Es un estado al que se llega cuando te pasás muchas muchas horas escribiendo sin parar. Y se siente bastante como estar en otro mundo. Quizás es más fácil llegar a ese estado en medio de la noche, porque tu inconsciente ya está presente, algo así como disponible...

¿Escribiste efectivamente algunas de las páginas durante tus insomnios?

Sí, lo hice, además mientras lo escribía estaba atravesando un periodo terrible de insomnios. Y también cuando decidí escribir sobre el asunto.  

En el libro se lee que al perseguir tanto el sueño una termina algo así como vigorizada por la persecución, ¿con la escritura es lo mismo?

Absolutamente, me encanta esa analogía. Las personas suelen pensar que escribir es esperar a que vengan las musas de visita, que bajen de no sé dónde con sus alas, ¡y es tan distinto a eso! Es prueba y error, es trabajo. Escribir y descartar, revisar materiales, ser extremadamente dura con una misma. ¡Lleva tantísimo esfuerzo llegar a ese punto en el que comenzás a volar! Parte de esto tiene que ver con cuán enamorada de tu proyecto estás, me parece. A veces, cuando enseño escritura creativa, les hablo del umbral de compromiso: hasta que no alcanzás ese punto, tu proyecto probablemente no vaya a zarpar. Pero cuando lo amás lo suficiente, cuando te dedicás a él, entonces podés empezar a escuchar su música de verdad.

Angelica Gorodischer, una escritora argentina, una vez dijo que la novela es como un imán: que una vez que una se embarca en la escritura, su fuerza comienza a atraer todo tipo de materiales necesarios. La impresión con Insomnio es que muchas cosas se acercaron al núcleo de la escritura de ese modo, ¿fue así?

Mientras lo escribía, estaba muy enfocada en terminarlo, y lo escribí bastante rápido porque estaba obsesionada con él. Sí, se sintió como un imán: sentía que estaba muy dentro del proceso, del mismo modo en que los detectives resuelven un misterio, supongo. Quería que me dejaran tranquila para conseguirlo, para hacer todas las conexiones necesarias. De hecho, siento mucha nostalgia de ese estado, porque no he vuelto a atravesarlo desde entonces. Ruego por él, anhelando que un tema soñado como ese aparezca otra vez. Hablé con una amiga escritora, una mujer más grande que ha escrito más libros que yo, y ella me decía que eso le había pasado con uno solo de sus libros, un libro que se la había llevado como una ola. "Disfrutalo, porque a mí nunca me volvió a ocurrir", me dijo. Quizás ocurra sólo una vez.

En Insomnio citás mitología griega y a autores como Bachelard, ¿cuál es el vínculo con la filosofía?

Leo muchos libros de filosofía, y mi primeros estudios fueron en Historia de la ciencia, así que estas cosas me interesan mucho. También estoy interesada en temas de psicología y neurociencias, en cómo trabaja la mente. Me gustan los autores que prestan atención a estas cosas.

En el libro no hay sólo poesía en el trabajo sobre autoras como Bishop o Tsvetaeva, sino también en el estilo, en el lenguaje. ¿Cómo es tu vínculo con el género?

Cuando era joven no leía mucha poesía, pero he venido leyendo mucho en los últimos diez años: llegué tarde, pero amo la precisión de la poesía, su economía, y también me gusta la sensación imaginaria de la poesía. Para mí esas son las tres cosas que disfruto al escribir, incluso en prosa; no iría tan lejos como para llamarlo poesía en prosa, pero definitivamente me importaba mucho trabajar con sus elementos. Quería alcanzar ideas y oraciones que pudiesen aprovechar la ambigüedad del mismo modo en el que lo hace la poesía. Meterse con sentimientos que, por su naturaleza, son inciertos e inestables. Y todo el libro, en general, trató de mantenerse en una zona inestable. Creo que fue Donna Haraway quien habló de "seguir con el problema". Me gusta mucho esa idea. Me gusta la escritura que se queda con el problema. 

 

 

 

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