El Libro, la Mola, el Monstruo: lo nuevo de Mario Bellatin
Presentado por Daniel Link
Jueves 19 de noviembre de 2020
Club Hem acaba de lanzar entre sus novedades una entrega del mexicano con palabras del argentino que advierten: "Este Libro que es al mismo tiempo Mola, Niño, Monstruo, Mutante y asmático (respira con dificultad, entrecortadamente, pero respira), como la pipa de Magritte nos dice: “Escritura: «desconfía todo el tiempo de / la lengua»”. Compartimos un adelanto.
Por Daniel Link y Mario Bellatin.
Como la pipa de Magritte, este libro de Mario Bellatin podría decir: “Esto no es un poema”. Y sin embargo, dice mucho más que eso. Dice la distancia y el apartamiento entre aquello que podría ser el Ser y aquello que podría no ser la Nada, apenas un rastro de sombra del sentido. Dice, al elegir como forma de escansión la “prosa cortada” (a igual distancia, a infinita distancia, de la prosa del mundo y del verso narrativo) lo mismo de siempre, puntuado ahora por un ritornello, una musiquita que corta el aliento: “Escritura: «cuerpo, / tara, / mutación, / perros, / padres, / libros, / repulsa, / enfermedad, / morideros: la / soledad de los cuerpos deformes»”.
Los grandes maestros de la literatura (Mario Bellatin entre ellos, y en primerísimo lugar) nos enseñaron que la literatura de verdad se reconoce en el instante mismo en que anuncia su desaparición, que el poema se reconoce en
el momento en que niega tres veces su propio nombre.
De la contratapa de Daniel Link
El Libro, la Mola, el Monstruo.
Mario Bellatin
Es trágico que se dedique a contemplar,
así,
de esa manera,
a los perros teckel que
corren por
el bosque. Viendo a los animales rememora,
es un misterio,
la prueba por
la que debió
atravesar la madre.
Al regresar
a su ciudad
de origen, esa
mujer hubo de
mostrar, a los suyos,
que el hijo era víctima de un síndrome
particular.
Una Cosa
Informe,
nadie tenía una explicación
sobre su origen.
Tuvo que haber
sido insoportable
constatar que se ponía
fin a la expectativa
de madre normal
que le había estado
asignada.
Aquel ser le daba asco, lo
confesó años después.
Había deseado,
secretamente,
a lo largo de su vida,
que muriese antes que ella.
Que le hicieran
justicia
al enterrarlo ella misma. Que se lo
devolviese el destino
para lograr,
después de sepultarlo,
librarse de su error. La vida entre
ambos,
madre e hijo, fue
una competencia por ver
quién iba
sobreviviendo al otro. Debió
haber sido
funesto, en el
aeropuerto,
enfrentar a los cercanos: familiares,
amigos, ansiosos por conocer a la
criatura:
a la Mola,
a la Excrecencia.
Una suerte de libro, dijeron algunos.
Escritura: “parece terrible que no
haya una forma
más o menos
convencional
para expresar lo
que aparece
como una sombra en la existencia:
la propia
escritura.
Un velo
en la vida de cualquiera, que se
suele llevar
a cabo
de manera sistemática.” Fue ingrato
que una semana después
del arribo, la familia
tuviera que acudir
de emergencia
al hospital más cercano. La Mola,
la
Excrecencia, el Libro, tuvo que ser
ingresado a una tienda de oxígeno: había experimentado su primer
ataque bronquial. Sería
interesante
indagar las razones por las que
algunos
empezaron a llamar Libro a la
Mola. Extraño,
además.
Según algunos,
el asma contiene
un alto
componente
psicosomático.
Un pariente
de la Mola sufría
una enfermedad
semejante,
podría ser una buena excusa
para dar una respuesta a la alteración. Escritura: “desconocía
el momento en que
la necesidad por escribir:
ciega,
boba, carente de
sentido, tomó su vida.
Para muchos no
fue anormal que el hijo de la mujer
parida en el extranjero
sufriese una afección semejante.
No es bueno dar a luz fuera del entorno
familiar.
Era una verdad que
se había ido
repitiendo
durante generaciones.
Quizá eso lo hizo desarrollar,
al Libro,
a la Mola,
al Mutante, un
carácter
más abyecto que lo habitual.
Se convirtió,
con el tiempo,
en un ser
deleznable.
Escritura: “siempre
igual,
una y otra vez.” Hijo deforme,
perros siempre presentes, pastores
o galgos,
ahora teckels
corriendo entre árboles.
Asma,
madre culpable.
Hijo monstruo. Ahora un
Libro,
una Mola.
Insoportable repetición.
Variaciones
absurdas del cuerpo:
una
vez sin brazo, otras sin pierna o sin cabeza,
como la ocasión
en que debió
representar a Mishima en la mayoría
de sus
actividades cotidianas
luego del martirio
público
y multitudinario que
Mishima llevó a cabo
en su ciudad de origen
a plena luz del día. ¿Será la misma escritura, vuelta a experimentar
una y otra vez?
Los teckel corren
siguiéndose uno al otro:
¿El amor
de hijo
generó un mal, en este caso el asma, acorde a las circunstancias?
En aquellos tiempos, antes de regresar a su ciudad de origen, donde los
estuvieron
esperando
la mayoría de los parientes y amigos en el aeropuerto,
para las padres
fueron importantes
los grandes carteles colocados en Times Square. Escritura: “para su
desgracia no cuenta con memoria alguna.”
La mayoría de las
personas
que aparecían en aquellos carteles
eran tal y como se presentan
en la vida diaria. Casi ninguno
era modelo profesional.
Escritura: “nombrar
a un escritor
como tal,
escritor, permite que se tenga la sensación de encontrarse frente a
alguien que, en algún punto,
puede ser entendido,
incluso en su propia inintegibilidad.” Debe haber sido
funesto
el desconcierto de los padres,
en aquella esquina de
Times
Square,
con el niño en brazos,
verse a sí
mismos examinando aquel
cartel donde aparecía el hijo.
Escritura:
“algunas veces ha pensado que
precisamente
no tener registro
de la propia escritura
es la razón para seguir escribiendo.”