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Confusiones acerca de la novela

Por Roberto Arlt

Publicado originalmente en Diario El Mundo en 1941, Felipe Reyes rescata este texto de Roberto Alrt para La química de los acontecimientos (La pollera).

Por Roberto Arlt.

             

Los teóricos confunden, generalmente, decadencia de la novela con decadencia de la capacidad de reacción del personaje novelesco.

La diferenciación importa. Novela, relato o folletín, a grosso modo, son definiciones de un solo género e informan más diferencias cuantitativas que cualitativas. Dickens escribía novelas que se publicaban en folletín. Dickens no es igual a Luis de Val. Vemos entonces que no podemos hablar de la decadencia del envase, sino de la decadencia de ciertas cosas que contiene este envase. Vamos a ocuparnos de dos elementos indivisibles: el personaje y la acción, cuya energía potencial determina la mecánica de la novela.

Mediante este procedimiento llegamos a la conclusión de que lo que diferencia a un personaje novelesco de otro personaje novelesco es la carga de acción puesta en juego, y que la carga de acción potencial de un personaje de Stendhal es completamente diferente a la carga potencial de un personaje de Proust.

Para esclarecer este concepto, tomemos un caso corriente de la química, al que denominaremos “ejemplo del señor Helio”. El señor Helio es definido por los químicos como un gas inerte, y esta inercia se caracteriza por su falta de actividad química, es decir, por su falta de capacidad para reaccionar en presencia otros cuerpos. Definitivamente el gas Helio es un gas estúpido. Si tomamos la escala de Mendeleiev, encontraremos algunos lugares más allá del Helio, al señor Carbono. El señor Carbono tiene una importancia básica en la química de los seres vivos. Por contraposición con el estúpido y perezoso señor Helio, el señor Carbono interviene en casi todas las síntesis de la química orgánica. Si nosotros tradujéramos al idioma de los teóricos estas condiciones, podríamos afirmar que el señor Helio era un personaje novelesco tipo Huxley, dada su escasa participación en el engranaje de las combinaciones vitales, mientras que al señor Carbono lo definiríamos como uno de los más activos y novelescos personajes que pudieran imaginar Manzoni o Kipling. Los teóricos de la novela, que desde otro ángulo han comprendido esta diferencia específica entre el señor Helio y el señor Carbono para defender su posición, tomaron, posiblemente sin saberlo, un suceso de la química y dijeron: 

    “En la novela moderna el personaje actúa sobre el lector por simple presencia sin necesidad de accionar”. Género estático de influencia, denominado catálisis en química. Actualmente, ciertos teóricos suponen que el personaje inmóvil actúa sobre el lector como un agente catalítico, acelerando el proceso de comprensión entre el hombre y la vida. Comprobaremos cómo esta suposición exacta nos conduce a una conclusión opuesta. 

Supongamos que tenemos el poder de reunir a tres hombres famosos en un tablado. Hemos situado allí a Einstein, Ford y Stalin. Junto a ellos, en el mismo tablado, ubicamos a otros tres señores absolutamente desconocidos. Ni el sabio, ni el industrial, ni el político accionan en manera alguna, pero todas las miradas se dirigen hacia estos hombres conspicuos que actúan sobre la masa que los contempla por simple acción de presencia o catálisis. De pronto, uno de los 3 señores desconocidos que permanecían sentados frente a Ford, Einstein y Stalin se levanta y toma a bofetadas a otro de los caballeros desconocidos.  ¿Qué ocurrirá? Simultáneamente Einstein, Ford y Stalin se asociarán por simple impulso humano y tratarán de separar al agresor del agredido. La atención de la masa se aparta de la contemplación de Ford, Einstein y Stalin para seguir el destino qué ocurre el caballero que dio y el caballero que recibió las bofetadas. 

Si analizamos los dos sucesos discontinuos contenidos en este ejemplo, descubriremos que la virtud catalítica, traslababa a los seres humanos y facultándolos para actuar por simple presencia, nace de la capacidad del agente catalítico inmóvil de alterar determinado equilibrio o medio real, en un momento en que su voluntad lo disponga. Cuando Stalin, Ford y Einstein, localizada en la atención de la masa en el tablado, actuaban por lo que eran capaces de hacer, y cuando uno de los tres desconocidos le propinó un excelente par de bofetadas al otro desconocido, la “acción de presencia” quedó anulada por la “acción presente” y esto es perfectamente lógico, incluso desde el punto de vista mecánico, ya que la acción presente es cinéticamente mucho más poderosa que la energía potencial, representada en aquellos momentos por los tres hombres famosos cruzados de brazos.

De allí que los relatos acerca de la vida de los grandes hombres obren sobre nuestra imaginación catalíticamente, porque aún lo insignificante del grande hombre está asistido por el común denominador de su extraordinaria grandeza, y este común denominador consiste en las alteraciones máximas que en un medio X produjo el grande hombre. 

En la novela, el procedimiento de catálisis o de acción por simple presencia es absurdo y antinovelístico. Sin acción, no podemos determinar la constante psicológica del personaje. De allí que se me ocurra que algún día se logrará definir matemáticamente la constante de acción de un personaje novelesco, dividiendo el número de ediciones de los libros en que este personaje ha figurado, por el número de años que demoraron en venderse. Pero esta puede ser otra puerta del palacio de la novela que aún no se ha abierto a los curiosos de su técnica.

     

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