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"Nada puede destruir al buen escritor"

Mashup de Faulkner

El autor de Las palmeras salvajes sobre el miedo, el papel del escritor en el mundo, la función y los temas de la literatura. Un mezcladito de su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura y las respuestas que dio a The Paris Review en una entrevista de 1956, al el periodista Jean Stein.

Por Valeria Tentoni.

Ambicioso, aprovechando toda la extensión del término, William Faulkner trabajó  —antes de decicarse de lleno a la literatura y convertirse en ese hombre de la foto que tipea al sol sin remera, vistiendo apenas unos pantalones cortos con medias y mocasines a vista— en un banco, como piloto de la RAF en la Primera Guerra Mundial, como pintor de brocha gorda y también fue periodista. En el medio trabajó como cartero, pero lo echaron por leer en horario laboral. Un buen trecho de camino, sí. Sería el encuentro con Sherwood Anderson el que le cambiaría la suerte.  

Daba pocas entrevistas, no le gustaba hablar sobre sí mismo. Prefería hacerlo sobre su obra. Jean Stein consiguió verlo en Nueva York para The Paris Review en 1956, y el autor de Mosquitos le entregó, como entregaba seguramente cartas, una serie de respuestas magistrales que convirtieron a esa en una de las conversaciones literarias del siglo. Aquí, un subrayado de las contestaciones de ese hombre que ganaría el Premio Nobel de Literatura en 1949 y daría un discurso también célebre, cuyos resaltados encastramos al final.

“El artista no tiene ninguna importancia. Solo lo que crea es importante, desde que no hay nada nuevo que decir. Shakespeare, Balzac y Homero escribieron sobre las mismas cosas, y si hubiesen vivido mil o dos mil años los editores no hubiesen necesitado a nadie más desde entonces”.

*

“Hay que juzgarnos a base de nuestro espléndido fracaso en la realización de lo imposible. En mi opinión, si yo pudiera volver a escribir toda mi obra, estoy convencido de que lo haría mejor, lo cual es la condición más saludable para un artista. Esa es la razón de que siga trabajando y haciendo nuevos intentos; cada vez cree que en esta ocasión logrará lo que se propone. Por supuesto, no lo hará, y por eso es saludable. Si lo hiciera, si lograra igualar su obra con la imagen, con el sueño, no le quedaría más que degollarse, saltar desde ese pináculo de la perfección al suicidio. Yo soy un poeta fallido. Tal vez todo novelista quiere escribir poesía primero, descubre que no puede y a continuación intenta el cuento, que es el género más exigente después de la poesía. Y, al fracasar también con el cuento, y sólo entonces, se pone a escribir novelas”.

*

“ —¿Existe alguna fórmula para ser un buen novelista?

  —99% de talento... 99% de disciplina... 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de hacer su trabajo”.

*

“La única responsabilidad del escritor es con su arte. Será completamente inescrupuloso si es uno bueno. Tiene un sueño. Lo agobia tanto que debe deshacerse de él. No tendrá paz hasta entonces. Todo se va por la borda: honor, orgullo, decencia, seguridad, felicidad, todo para escribir el libro. Si le tiene que robar a su propia madre, no dudará en hacerlo”.

*

“El arte no tiene nada que ver con la paz y el sosiego”.

*

“El arte tampoco tiene nada que ver con el ambiente; al artista no le importa dónde está. (…) El único ambiente que el artista necesita es toda la paz, toda la soledad y todo el placer que pueda obtener a un precio que no sea demasiado elevado. Un mal ambiente sólo le hará subir la presión sanguínea, al hacerle pasar más tiempo sintiéndose frustrado o indignado. Mi propia experiencia me ha enseñado que los instrumentos que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky”.

*

“El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un papel. Que yo sepa, nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte. Los que son buenos no se preocupan por tener éxito o por hacerse ricos”.

Todas las citas hasta aquí, de la entrevista en The Paris Review

*

“Nuestra tragedia hoy es un miedo físico, general y universal, sostenido desde hace tanto que ahora podemos incluso soportarlo. Ya no hay problemas del espíritu. Hay solamente una pregunta: ¿Cuándo reventaré? Debido a esto, los jóvenes que escriben en la actualidad han olvidado de que los problemas de los sentimientos contradictorios del corazón humano por sí solos pueden ser tema de buena literatura, ya que únicamente sobre ellos vale la pena de escribir, valen la pena y la extenuación. El escritor debe ponerse en contacto nuevamente con estos conflictos: darse cuenta por sí mismo de que lo esencial de todas las cosas es experimentar temor; y una vez que haya asimilado esto, borrarlo de su mente para siempre, sin dar cabida a nada en su taller, salvo a las antiguas verdades del corazón, las verdades universales de otros tiempos, que cuando ausentes hacen de cualquier historia algo efímero y vano: el amor y el honor; la piedad y el orgullo; la compasión y el sacrificio. En tanto el autor no proceda de esta manera, trabajará como bajo un anatema. Escribirá no acerca del amor, sino acerca de la lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias desesperanzadas. Y, lo peor de todo, sin misericordia y compasión. Sus congojas no se abatirán sobre osamentas universales, ni dejarán cicatrices tras de sí. No será a partir del corazón que escriba, sino de las glándulas.

En tanto no aprenda de nuevo esto, escribirá como si estuviese perdido en la multitud, observando el fin del género humano. 

(…)

Considero que el hombre no sólo habrá de resistir, sino también de prevalecer. Y es inmortal no por ser el único entre los animales que está dotado de una voz inextinguible, sino por el hecho de poseer un alma, un espíritu capaz de compasión, sacrificio y resistencia. Escribir acerca de estas cosas es el deber del poeta, del escritor. Y es su privilegio ayudar al hombre a aguantar, inyectándole ánimos, haciéndole recordar el valor y el honor, la esperanza y el orgullo, la compasión, piedad y sacrificio que han constituido la gloria de su pasado. La voz del poeta no necesita ser simplemente un testimonio del hombre: bien puede ser uno de sus puntales, de los pilares que le ayuden a subsistir y predominar.”

Discurso de aceptación del Premio Nobel, 1950.

*

“Es que suceden muchas cosas. Demasiadas cosas. Eso es. El hombre realiza, engendra más de lo que puede o de lo que debería soportar. Así es como descubre que puede soportarlo todo. Eso es. Eso es lo terrible. El hecho de que pueda soportarlo todo, todo”.

De Luz de agosto

 

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