"Escribo y escribo y no llego a ver el fin de mi escritura"
Antón Chéjov y la novela que nunca publicó
Miércoles 12 de julio de 2023
"¡Estoy escribiendo una novela!", escribe Antón Chéjov al periodista Alexéi S. Suvorin en 1889. Tomada de Sobre literatura y vida (Páginas de espuma), con edición de Jesús García Gabaldón, una carta memorable.
A Alexéi S. Suvorin
Moscú, 11 de marzo de 1889
¡Estoy escribiendo una novela! Escribo y escribo y no llego a ver el fin de mi escritura. Comencé la novela haciendo muchas correcciones y acortando mucho lo que escribía. Hice ya un esbozo nítido de nueve fisionomías. ¡Qué intriga! La he titulado así: Relatos de la vida de mis amigos[1]. La escribo en forma de cuentos acabados e independientes, íntimamente unidos entre sí por la intriga, la idea y los personajes, comunes a todos ellos. Cada cuento lleva su propio título. No piense que la novela estará compuesta de fragmentos. No, será una verdadera novela, un cuerpo único, donde cada personaje será orgánicamente indispensable. Grigoróvich, a quien usted le ha pasado el primer capítulo, se ha asustado porque yo he puesto a un estudiante que morirá y, de esa manera, no aparecerá a lo largo de toda la novela, esto es, será superfluo. Pero, para mí, ese estudiante es el clavo de una gran bota. Es un detalle.
A duras penas voy mejorando la técnica. Aún soy débil en ese aspecto y siento que cometo multitud de errores burdos. Habrá pasajes largos, habrá tonterías. Intentaré evitar a las mujeres adúlteras, los suicidas, los kulaks, los mujiks virtuosos, los esclavos leales, las viejas juiciosas, las niñeras buenas, los provincianos graciosos, los capitanes de nariz colorada y la gente «nueva», aunque en algunos pasajes caiga de manera flagrante en los tópicos.
Acabo de recibir «La princesa» y mañana la enviaré directamente a la tipografía.
Como aperitivo, un anuncio de La Gaceta rusa:
Se precisa una persona de mediana edad para una familia que vive cerca de Moscú, para ayudar en las tareas domésticas y educativas. Esta persona debe conocer las doctrinas filosóficas y pedagógicas de los siguientes escritores: Pokrovski, Goltsev, Sikorski y Lev Tolstói. Debe compenetrarse con las ideas de esos escritores y comprender la importancia del trabajo físico y del daño producido por el excesivo trabajo intelectual. Debe dirigir su actividad educativa hacia el desarrollo en los niños de una rigurosa verdad, del bien y el amor al prójimo. Se ruega se dirija por carta al N.º 2183 de la oficina de información y representación V. Müller, Moscú, Petrovka, casa Kabanov.
A eso se llama libertad de conciencia. A cambio de la comida y del alojamiento, la señorita tiene la obligación de estar compenetrada con las doctrinas filosóficas de Goltsev y cía. Los niños deben estar agradecidos a sus inteligentes y liberales padres, y están obligados desde la mañana hasta la noche y deberán tener cuidado de no fatigar en exceso sus mentes y amar al prójimo.
Es extraño que la gente tenga miedo a la libertad.
Por cierto, hace poco en Tiempo Nuevo en la sección de periódicos y revistas se citaba a un periódico que elogiaba a las sirvientas alemanas porque trabajaban todo el día, como presos forzados, y recibían por ello solo dos o tres rublos al mes. Tiempo Nuevo se sumaba a estos elogios y añadía que por desgracia mantenemos muchos sirvientes inútiles. En mi opinión, los alemanes son unos bellacos y malos economistas y políticos. En primer lugar, no se puede hablar de una sirvienta en ese tono, como si fuera una presa. En segundo, la sirvienta es una persona jurídicamente capaz y está hecha de la misma carne que Bismarck: no es una esclava, sino una trabajadora libre; en tercero, cuanto mejor esté pagado el trabajo, mejor se vivirá. No hablo desde un punto de vista cristiano. En cuanto a los sirvientes inútiles, se mantienen solo allí donde hay mucho dinero y se gana más que los jefes de sección.
¿Por qué no viene a Moscú? ¡Qué bien lo pasaríamos!
Suyo,
A. Chéjov
[1]. Chéjov nunca publicó esta novela.