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¿Qué se busca y qué se encuentra en los talleres literarios?

Líneas de largada

¿Virtuales o presenciales? ¿Con o sin programa fijo? ¿Grupos grandes o reducidos? ¿Clínica o taller? ¿De lectura o de escritura? Juan Diego Incardona, Santiago Craig, Clara Muschietti, Julieta Marchant, Mariana Mazover y Félix Bruzzone nos cuentan sus experiencias coordinando encuentros.

 

Por Valeria Tentoni. Foto de Mariana Mazover.

 

 

Arranca un año nuevo y las energías reverdecen. Cada vez son más las personas que se inscriben en talleres de lectura y escritura, clínicas de obra y programas de formación literaria, un fenómeno que la pandemia acentuó. 

¿Virtuales o presenciales? ¿Con o sin programa fijo? ¿Grupos grandes o reducidos? ¿Clínica o taller? ¿De lectura o de escritura? Contactamos a Juan Diego Incardona, Santiago Craig, Clara Muschietti, Julieta Marchant, Mariana Mazover y Félix Bruzzone, quienes nos cuentan sus experiencias coordinando encuentros.

 

Juan Diego Incardona es autor de cantidad de libros maravillosos, entre los que se cuentan Villa Celina, El campito, Rock barrial y Las estrellas federales (InterZona). En el marco del proyecto Taller Eterno, hace años que ofrece talleres con distintos programas. "Algunos los coordino yo y otros los dicto con mis compañeras María Inés Bedia y Mercedes Ferreiro", explica. Este año tienen tres propuestas: cuentos latinoamericanos, lectura y escritura autobiográfica, y cuentos norteamericanos de cine y literatura. "Este último taller es totalmente virtual y los otros dos tienen modalidad mixta presencial-virtual", advierte. 

"La mayoría de la gente busca espacios donde compartir sus textos y se muestra bien predispuesta a hacer ejercicios y consignas. Pero en mis talleres el acuerdo general es que cada une debe leer el cuento de la semana que les mando dentro del programa que vamos desarrollando", cuenta Incardona. "El Taller Eterno se caracteriza por ser un espacio de compañerismo y amistad. Además de las dinámicas propias del taller, constantemente rompemos la rutina con distintos "eventos": charlas magistrales de escritores invitados, concursos internos y salidas en grupo".

"Desde el inicio de la pandemia todos mis talleres que fueron presenciales, pasaron a ser virtuales. Esta transformación en mi experiencia resultó espectacular. desarrollé mucho contenido en formato de clases audiovisuales complementarias, y puede así sumar un montón de contenido al dispositivo del taller, cuyo eje siempre es el trabajo de escritura, el trabajo en torno a lo que quienes participan, escriben", cuenta Mariana Mazover, quien es autora de Piedras dentro de la piedra y curó el ciclo de teatro y poesía Pequeña Voz. "Tengo un programa que incluye siempre lecturas, creo que es un pilar fundamental leer, observar y analizar textos para poder extraer procedimientos, o ver la herramienta técnica o el concepto en funcionamiento". Mazover ofrece talleres breves de encuentros fijos y también anuales, "los avanzados, que ya están trabajando su proyecto de escritura", dice. 

Al igual que Incardona, tiene distintas opciones: escritura de narrativa,  escritura teatral y escritura autobiográfica. ¿Qué diría que buscan quienes se inscriben? "Buscan escribir. Claro. Pero a mí me gusta pensar qué tengo yo para dar en relación a esa búsqueda, y que los grupos se armen y se estabilicen en relación al perfil de "persona que escribe" - como diría Hebe Uhart- que a mí me interesa formar. Las devoluciones apuntan a formar la mirada técnica, la expansión imaginativa, a mejorar y trabajar mucho cada material. Me especialicé en procesos de iniciación - en taller para principiantes - porque me interesa mucho cómo se forja la relación con la escritura como práctica, como hábito, y me interesa la adquisición de una técnica ligada a comprender herramientas compositivas".

Santiago Craig, autor de libros como Animales (Factotum) y Un coso (Limonero) es otro de los escritores que ofrecen talleres desde hace tiempo. "Di y doy varios talleres. Algunos tienen una duración preestablecida: un mes, dos. Otros, la mayoría, los doy todo el año. Son virtuales desde el 2020. Fijo un cupo, por la dinámica. Trato de que, en cada grupo haya 10, 12 personas máximo. Salvo en los que son más teóricos o de lectura: ahí puede haber más. Escriben de todo: novela, cuento, poesía. En el taller compartimos textos y de lo que se trata es de no estar pendiente de la devolución personal sino de robarnos un poco entre todos las cosas que hacemos bien, de ir sumando herramientas para la escritura", explica. ¿Y por qué cree que se inscriben en estos talleres? "Buscan distintas cosas: compañía, escucha, reconocimiento, ideas, herramientas, opiniones. Pero, sobre todo, creo que buscan dedicarle un espacio de su rutina a algo improductivo, a algo que hagan porque sí, porque quieren. Cuesta estar solo escribiendo, justificar esa insistencia. Hecho con otra gente, empieza a volverse más tangible y necesario. En un punto, más cierto", dice. 

Julieta Marchant, desde Chile, es poeta, editora en Cuadro de Tiza y acaba de publicar en Argentina su primer libro: En el lugar de la mano el ímpetu de un río (Hemisferio Derecho). Coordina talleres de lectura y escritura de poesía desde hace años, ahora en modo virtual y que pueden tomarse desde cualquier lugar. "En la conversación aparecen chispazos que en solitario cuesta más que irrumpan. Para mí, un buen libro se conversa, se comparte, se presta e incluso se pierde en ese tránsito de manos. Sistematizar esos contactos y propiciarlos con una cierta periodicidad, ¿por qué no? No me seduce nada la idea del lector solitario", explica.

Félix Bruzzone, autor de novelas como Los topos, Las chanchas y Campo de mayo, hace talleres de narrativa anuales en grupos reducidos y también clínica individual de obra sobre primeras versiones de libros de cuentos o novelas o sobre proyectos bastante avanzados. Por ahora sigue en modo virtual pero no descarta ir volviendo a la presencialidad. "Hace tiempo que no doy talleres de lectura solamente. Pero en los talleres grupales se recomiendan lecturas de acuerdo a las necesidades de cada tallerista y, cada dos meses, leemos un libro, mando guía de lectura (por momentos muy escolar, por momentos muy lúdica) y hacemos un encuentro extra (optativo y abierto a gente que no esté viniendo a los talleres) donde conversamos con el autor del libro en cuestión", cuenta sobre su metodología.

¿Qué buscan y que encuentran quienes participan en sus talleres? "De todo", adelanta. "La cosa está dividida entre quienes buscan herramientas y saberes premoldeados y los que tempranamente (o desde antes de arrancar) descubrieron que esas herramientas y esos saberes los tienen que fabricar ellos mismos. El taller apunta a este segundo grupo. Y se llevan lo que vienen a buscar. Si no lo encuentran, se van. Hay quienes se quedan un mes. Hay quienes se quedan años. También ocurre de todo. Lo más interesante, para mí, es cuando se arma un grupo unido donde se leen y comentan todos con compromiso, donde se escuchan, donde después del taller se juntan a tomar cerveza".  

La poeta Clara Muschietti coordinaba talleres presenciales pero, por los tiempos que tocan, se pasó a la virtualidad con talleres anuales y más breves de lectura y escritura de poesía. "La virtualidad le juega a favor a este tipo de talleres, siento que al estar cada uno en su casa se animan a leer cosas más comprometidas", cuenta. 

"En general creo que quienes participan buscan una escucha respetuosa, ver qué genera lo que escribieron, estar en contacto con otras personas que escriban, escuchar otras voces y descubrir poetas que no conocían. A veces, muchas veces, buscan alguien que les dé confianza, un empujón". La autora de La vida normal (Overol) repasa, también, lo que consiguen con esa búsqueda: "Se han llevado amigos y amigas y libros terminados que han sido publicados y muchas lecturas nuevas. Disfruto de leerles en voz alta, pero más allá de lo anecdótico está lo que yo espero que se lleven y es lo que trato de transmitir: que la corrección o el hecho de pensar el poema o un texto es parte del proceso de escritura (trato de darles las herramientas para poder hacerlo), que hay que tener paciencia y trabajar, y ahí estoy yo para ayudar a que cada uno/a encuentre o le dé brillo a su propia voz (mi gusto no importa, eso es clave)". 

 

Modos de tallerear hay infinitos, pero una constante: el deseo en acción, y no necesariamente atado a un fin en particular. Craig analiza la utilidad de esta tarea "improductiva": "Creo que, en esos espacios, la escritura mejora. Desde lo formal, pero también, desde la salida del solipsismo, desde la posibilidad de entenderla como un encuentro, como una forma no solo de expresarse, decir, explicar, sino de comunicarse, escuchar y aprender. Creo que los talleres sirven para entender que, cuando la escritura es sincera, no se termina en uno, necesita a alguien". 

"A mí me gusta sobre todo el descubrimiento, eso que se llevan pero que no sabían que estaban buscando: una relación diferente con la práctica de la escritura, un mapa de lecturas, textos, materiales terminados o en proceso, un conexión más auténtica con la voz propia y las imágenes propias, amigos y amigas.... Esa experiencia de una intimidad tan diferente que es la que se crean en los grupos. Un contacto más habilitado con la propia emoción", cierra Mazover.   

 

 

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