Nueve preguntas a Maivo Suárez
Cuestionario fijo
Martes 09 de mayo de 2023
La escritora nacida en Chile, autora de libros como Lo que no bailamos, responde nuestras preguntas de siempre mientras aterriza en la Feria del Libro para participar en una mesa sobre Marta Brunet, autora homenajeada en el concurso de cuentos en que recibió una mención honrosa.
Foto: Crédito Ulises Nilo G.
¿Cuál es el objeto más antiguo que conservás?
No soy muy apegada a los objetos ni tengo alma de coleccionista, quizás porque me mudé muchas veces y una aprende a "soltar, a dejar ir" como se dice. Creo que el objeto más antiguo podría ser un libro, El ramo de mirto, una novela breve, bonita, fechada en 1945. Una amiga me dio a elegir un libro de regalo, de una biblioteca, yo elegí ese porque no había leído nada de Johannes V. Jensen.
Y en lo personal, lo más antiguo que conservo, que mi madre salvó de muchos cambios de casa y me lo devolvió hace unos años, es un cuaderno de tapas rojas —o lo que queda de él— con unas poesías espantosas que escribí en la adolescencia, a fines de los setenta.
¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
Disfruto los libros que me capturan, que me hacen vivir la historia junto con los personajes. Libros que me tocan por dentro, ya sea provocándome una emoción o dejándome con más preguntas que certezas. Y esos libros pueden ir desde una buena novela negra como el Temblor de la falsificación, de Patricia Highsmith, una crónica como Chicas muertas de Selva Almada o los cuentos de Ropa Heredada de Nicolás Meneses. Así que si alguien me lee y mi escritura logra tocarlo en su interior o lo deja pensando, me quedo feliz.
¿Lo mejor y lo peor que te dio la literatura?
Lo mejor es y será siempre las horas de lectura. El placer de leer, de experimentar otras vidas, entrar en otros mundos, es un placer inagotable para mí. También le agradezco a la literatura las compañeras y compañeros de ruta, contar con lectores y por supuesto esta segunda vida, este reinventarme, después de décadas de ejercer como trabajadora social. ¿Lo peor? Hasta ahora no ha llegado.
¿Cuál es el libro que más regalaste y por qué?
Creo que nunca he regalado dos veces el mismo libro. Intento buscar algo nuevo, pensando en quien lo va a leer. A veces el gusto del otro no coincide con mi gusto lector. También me pasa que tengo amigos y familiares que no leen, en esos casos no insisto; es triste regalar libros para que adornen una estantería.
¿Como qué disco suena la música funcional de tu cabeza?
Como esa canción de la Celeste Carvallo Querido Coronel Pringles: "voy a tomar la ruta 3 una mañana para no volver...". Vivo en un deseo permanente de cambiar de lugar, de regresar, aunque no tenga claro adónde, con esa esperanza ingenua de que a unos cuántos kilómetros algo nuevo me está esperando. Lo siento como un síndrome de quienes hemos migrado. Quizás por debajo está el deseo/miedo a echar raíces muy pegado al miedo de la pérdida. Siempre estoy fantaseando con mudarme, tal vez el placer de escribir y meterse por un rato en otros mundos sea consecuencia de eso.
¿Cuál fue el color más hermoso que viste en tu vida y dónde aparecía?
El color tornasolado de dos colibríes bebiendo agua en una grieta entre dos rocas. Levanté unas ramas de helechos y los tuve por unos segundos a centímetros. Fueron unos segundos mágicos, de allí la memoria del momento. Fue durante un viaje que hice montada en una bicicleta a la Carretera Austral, en un ya lejano verano de 1989, recuerdo que nos detuvimos a tomar agua en una pequeña cascada.
¿Con qué escritor o escritora que ya no pisa el mundo de los vivos quisieras tomar un taller literario?
Fantaseando, con Patricia Highsmith. Soy fan. Tan fan, tan fan, que hace unos años me propuse leer todo lo que encontrara publicado de ella, traducido al español, obvio. Cumplí la meta hace unas semanas. Es decir, me leí sus 22 novelas, incluida la saga de Ripley; todos sus libros de cuentos, el ensayo Suspense y el único libro infantil que escribió. Ahora, voy por sus Diarios, que espero autoregalarme pronto.
Un libro que hayas prestado y no te devolvieron.
El único libro que tenía de Gudiño Kieffer. Lo había comprado en un puesto de la calle, por el barrio Lastarria. Me pareció un hallazgo encontrar un libro de Kieffer allí. Era una novela, un crimen en un barco, me gustaba mucho la estructura. Lo googleé recién: Bajo amor en alta mar, es el título. No recuerdo a quién se lo presté, ahora trato de anotar.
¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Nos mandás una foto?
Soy bien poco obsesionada con el orden de los libros. Tampoco tengo tantos; en algún momento doné varios a una biblioteca y desde hace un rato largo leo mucho en digital y desde bibliotecas públicas.
Durante años mis libros estuvieron en un mueble en el comedor, pero en pandemia mi hija mayor me construyó una estantería en mi dormitorio, que es donde escribo. Es mi primer librero personal. Partí separando narrativa chilena y narrativa argentina, en otro espacio los norteamericanos y bien arriba, todo lo demás. En otro apartado, la poesía y junto a mis cuadernos, ensayos y manuales relacionados con escritura. Y hace muy poco separé en un mueble chiquito todo lo “por leer”. Pero en el mueble del comedor todavía sobrevive un popurrí difícil de clasificar entre clásicos como Bovary, Rojo y Negro, Mann, mezclados con novelas de Lessing, Morton, Restrepo, libros de mis hijas, de cocina y varios álbumes de fotos familiares.