Psicoanálisis y diferencia
Alberto César Cabral
$21.500
Nuestra preocupación por la categoría de la diferencia no se sostiene exclusivamente en la relevancia que cobra en la coyuntura actual. Las particularidades de la época hacen más visibles las afinidades electivas estructurales que la cura mantiene con la diferencia, en las que creo no hemos reparado lo suficiente.
Detengámonos en el deseo del analista. ¿Lo concebimos como una función invariable, siempre idéntica a sí misma o, por el contrario, estará sometida a los vaivenes vitales y pasionales que experimenta el parlêtre que lo encarna? La presencia real (Lacan, 1964) de cada analizante singular: ¿acaso no afecta también en forma singular la disposición del analista? Lo contrario sería suponer que se es siempre el mismo analista, impermeable a los efectos de Tyché que nos deparan los encuentros azarosos con la diversidad de subjetividades a que nos expone nuestra práctica.
¿Es concebible la relación al género como inmutable, siempre idéntica a sí misma o, por el contrario, la clínica y la vida cotidiana nos la presentan con un potencial dinámico, fluido y mutante? La primera opción supone la posibilidad (la proeza) de aprehender en forma definitiva lo real del goce y del deseo en una identidad de género: la asignada al momento del nacimiento (hombre-mujer), o aquella que fue objeto de elección por el sujeto, en un momento de su vida.
La identidad sexual es la expresión de un equilibrio siempre inestable. Es tan sólo una, entre las múltiples síntesis posibles. Traccionada de ahí su fragilidad por la tensión entre identificaciones estabilizantes y ese principio diferenciante que constituyen el deseo y el pulsar incesante no domeñado por el significante identitario del resto real de sexualidad polimorfa. Un resto también heterogéneo, que las experiencias de vida del sujeto pueden contribuir a activar selectivamente.
Detengámonos en el deseo del analista. ¿Lo concebimos como una función invariable, siempre idéntica a sí misma o, por el contrario, estará sometida a los vaivenes vitales y pasionales que experimenta el parlêtre que lo encarna? La presencia real (Lacan, 1964) de cada analizante singular: ¿acaso no afecta también en forma singular la disposición del analista? Lo contrario sería suponer que se es siempre el mismo analista, impermeable a los efectos de Tyché que nos deparan los encuentros azarosos con la diversidad de subjetividades a que nos expone nuestra práctica.
¿Es concebible la relación al género como inmutable, siempre idéntica a sí misma o, por el contrario, la clínica y la vida cotidiana nos la presentan con un potencial dinámico, fluido y mutante? La primera opción supone la posibilidad (la proeza) de aprehender en forma definitiva lo real del goce y del deseo en una identidad de género: la asignada al momento del nacimiento (hombre-mujer), o aquella que fue objeto de elección por el sujeto, en un momento de su vida.
La identidad sexual es la expresión de un equilibrio siempre inestable. Es tan sólo una, entre las múltiples síntesis posibles. Traccionada de ahí su fragilidad por la tensión entre identificaciones estabilizantes y ese principio diferenciante que constituyen el deseo y el pulsar incesante no domeñado por el significante identitario del resto real de sexualidad polimorfa. Un resto también heterogéneo, que las experiencias de vida del sujeto pueden contribuir a activar selectivamente.
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Editorial: Letra Viva
Páginas: 132
Peso: 255000 g
Temática:
Psicologia
Dimensiones: 23 x 16
ISBN: 9786319140309
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