Un libro de sondeos lumínicos
Por Matías Moscardi
Lunes 05 de noviembre de 2018
"Al Alvarez es un ensayista impredecible", dice Moscardi en esta reseña de La noche (Fiordo), libro traducido por Marcelo Cohen. "El libro de Alvarez es la historia de todos esos esfuerzos humanos por conjurar la noche y los miedos que usan su oscuridad como morada predilecta". En estos días, además, del mismo autor Entropía publicó En el estanque.
Por Matías Moscardi.
Un conocido tema de Morphine llamado «Early to bed» dice que dormirse temprano para levantarse temprano hace que las personas se pierdan la vida nocturna. Algo en esa dinámica convoca un ritmo de vida productivo de sol a sol que evade la noche como si se tratara de una amenaza. Al revés, también hay seres nocturnos, como aquel conocido director técnico de fútbol que declaró: «A mí me gusta tanto la noche que al día le pondría un toldo».
No es lo mismo estar solos de noche que estar acompañados: esas dos ecuaciones despliegan resultados distintos. En pareja, acompañados, la noche puede ser un momento de intimidad, de amor, de compañía y resguardo. Solos, en cambio, la noche emerge en todo su inquietante esplendor: el oído es una quebradiza hoja de calcar que registra los mínimos trazos residuales del mundo; cada paso, cada repiqueteo de cañería, cada vociferación o susurro, una botella se rompe en la calle, un auto frena, alguien camina nervioso en el departamento de arriba. Estos sonidos también suceden durante el día, pero se encuentran acoplados, ensamblados unos con otros en la cacofonía general de la ciudad. De noche, en cambio, parecen el cuerpo decapitado de una gallina que sigue correteando sin vida por el patio del verdugo.
De ese momento nos habla Al Alvarez en su libro La noche. Una exploración de la vida nocturna, el lenguaje de la noche, el sueño y los sueños (1994) publicado recientemente en Argentina por la editorial Fiordo, en traducción de Marcelo Cohen. Al Alvarez es un ensayista impredecible: tan pronto pasa del manejo de información dura, a escenas íntimas rememoradas; del análisis de algún pasaje de Diderot a un episodio de infancia o a un curioso dato histórico; de la filosofía a la ciencia y de la ciencia a la experiencia personal, como si el modo de orbitar un tema tan inabarcable y tentacular como la noche fuera el de recurrir a todos los ramajes del saber.
El libro de Alvarez los desesperados intentos humanos por combatir la noche: la creación del fuego, los sistemas de alumbrados de las primeras ciudades y la invención de la luz artificial. Detrás de estas indagaciones, subyace una hipótesis cultural: la noche es lo reprimido por la civilización, algo de la noche borra y confunde los contornos entre las cosas y resulta a tal punto una amenaza que el libro documenta, de manera detallada, los esfuerzos radicales por matizar el manto de negrura que cubre a las personas al finalizar el día.
En el tipo de escritura ensayística de Alvarez, la noche no se presenta como una consigna monotemática, monomaníaca, sino como un objeto polifacético, imantado por sueños, hábitos y escenarios diversos. Pensar la noche es pensar, también, sus desafueros: la luz, el día, la electricidad, la vigilancia. Y acá radica la profundidad que alcanza Alvarez: la forma de leer un objeto a partir de sus instancias de clausura, de los mecanismos de inhibición que se ejercen sobre él, de los modos de represión que soporta.
Al mismo tiempo, el libro no deja recoveco ni resquicio: animales, movimientos estéticos y epistemológicos, hábitos y prácticas, formas de control, mitos, todo lo que la noche activa como pulsación semiológica tiene lugar en el recorrido heterogéneo de Alvarez. En este sentido, es un libro de sondeos lumínicos.
La noche, entonces, adopta formas distintas: es un animal fabuloso que se metamorfosea, que cambia de piel y se funde con el paisaje hasta volverse imperceptible; es un espíritu que hay que exorcizar de distintos cuerpos; y hasta tiene sus prácticas de evasión específica: porque algo está en juego cuando la luz claudica, de algo tenemos que defendernos cuando el sol cae. El libro de Alvarez es la historia de todos esos esfuerzos humanos por conjurar la noche y los miedos que usan su oscuridad como morada predilecta.