Sylvia Molloy, la lectora perfecta
Por Leonardo Sabbatella
Miércoles 02 de mayo de 2018
"Citas de lectura es el tipo de texto que todo lector quisiera escribir", explica el autor de El pez rojo sobre una de las últimas novedades de Ampersand. "Los libros son para Molloy puntos de capitoné donde se anuda la experiencia, donde se condensa un entramado más amplio de sentido".
Por Leonardo Sabbatella.
Para Sylvia Molloy el libro ha sido el objeto a la vez conceptual y empírico a través del cual recuperó ciertas escenas de su vida privada. En cada momento clave hay un libro presente. O quizás debieran invertirse los términos, han sido los libros los que produjeron los acontecimientos centrales y los desvíos donde se tuerce el destino de una lectora.
Molloy, experta en la brevedad, escribe en Citas de lectura (Ampersand) su propia autobiografía sucinta. A través de veintinueve textos-bonsai habla sobre su educación sentimental, sobre Borges y Sarmiento (a quien dedica dos textos), sobre Flaubert y Gide, sobre viajes, maestros y amistades. Pero también sobre el momento en el que cambiaron sus hábitos de lectura durante un verano con la visita de un primo que comía con un libro delante del plato o sobre el recuerdo de que el primer libro que leyó no fue en español -aunque ella le gustaría creer que sí. Citas de lectura es el tipo de texto que todo lector quisiera escribir.
Los libros son para Molloy puntos de capitoné donde se anuda la experiencia, donde se condensa un entramado más amplio de sentido. Una secuencia de vida queda asociada de una vez y para siempre a un título en particular. Así, el día que Molloy cambió de carrera (pasó de estudiar química en la Facultad de Exactas a la “no tan exacta” literatura) tenía con ella “Rojo y negro” de Stendahl. De su paso por Exactas además del recuerdo del profesor que desvió su carrera académica (y por efecto su vida) le queda una mancha en la mano producto de una gota de bromo. Como ella misma señala, “casi un trofeo de guerra”.
Un malentendido con Silvina Ocampo retrata la amistad y complicidad que había entre ellas. Molloy le cuenta que el título de su libro sería ”En breve cárcel”. Ocampo dice que no le gusta y la conversación sigue adelante. Al rato, vuelve a preguntar por el título. Y Molloy algo ya molesta y también dolida, repite “En breve cárcel”. Ahora Ocampo se corrige y dice que había entendido mal, creía que el libro se iba a llamar “En breve cáncer”. Molloy, en la entrada que le dedica a la anécdota, dice que no sabe si de verdad Ocampo escuchó mal o si durante la conversación se arrepintió e inventó ese mal entendido para tener una segunda oportunidad y ser más amable. En cualquier caso, Ocampo hace de un error propio (ya sea haber escuchado mal o haber sido dura con Molloy) una forma de relacionarse.
Molloy es una lectora integral que lee con todos los sentidos, que lee con el cuerpo; la lectura para ella es un “acto de posesión”. No se trata solo de una actividad meramente intelectual. Confiesa Molloy: “leo y me apodero de lo que estoy leyendo, es decir, encarno la voz del hablante, adopto su dicción, hago mía su circunstancia, lleno hiatos, invento situaciones, personajes, palabras”. Molloy, la lectora perfecta.