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Pistas para leer a Leonard Cohen

Por Natalia Gelós

Un recorrido por los libros que dejó el músico canadiense: desde sus novelas -que escribió recluyéndose en la casa que tuvo en una isla griega- hasta sus diarios, entrevistas y dibujos, compilados por periodistas, amigos y hasta por su propio hijo.  

Por Natalia Gelós.

 

Cuando cantó “I'm ready, My Lord”, con esa voz que conoce el secreto de los árboles, Leonard Cohen empezó a despedirse. Era su último disco. “Hasta a morir nos ha enseñado”, dijo Jorge Drexler sobre esa canción llamada "Lo quieres más oscuro" que le daba nombre al álbum. Cohen estaba preparado para su hora. ¿Nosotros estábamos preparados para que él se fuera? Está bien: quedan las canciones. Pero por si eso sólo no era suficiente (nunca lo es), en los últimos tiempos las palabras de Cohen llegaron de la mano de La Llama (Salamadra), con poesías, letras de canciones, fragmentos de diarios reunidos, y Cohen por Cohen (Planeta), con una selección de entrevistas que dio a lo largo de los años y que nos permiten invocarlo y tener su mirada, su modo de entrar al mundo. Si propusiéramos un juego, en tiempos de amor por las listas, ¿qué otros libros subirían al escenario?

"Muchos escritores tienen secretos y dan pistas de ellos toda la vida aludiéndolos en sus obras; la idea de que hay algo allí que no van a revelar. Yo soy completamente abierto y transparente, y por tanto es fácil para cualquiera acoplarse a la emoción que se encuentra allí. Soy la persona que lo intenta todo y que experimenta consigo mismo haciéndose trizas. Experimento con drogas, Jung, la meditación zen, el amor, y todo puede hacerse trizas de un momento a otro. Y el sitio en el que todo sale afuera es el examen crítico de esas cosas: las canciones. Hay una línea en 'Anthem' que dice: 'Hay  una grieta en todo, así penetra la luz'. Eso lo resume. Es lo más cerca que estuve de un credo”. Lo dijo en 1983, en una entrevista con el periodista Thom Jurek. Estaba excitado porque tocaba en Detroit después de un largo tiempo. Fue antes de irse a vivir al Monte Baldy. Para ese 1983, Leonard Cohen ya era Leonard Cohen. Esto es: con casi cincuenta años (había nacido el 21 de septiembre de 1934), había hecho canciones que pasarían a la historia.

El libro Cohen por Cohen, con entrevistas compiladas por Jeff Burger es un glorioso modo de revivirlo. Uno podría leer cada noche una entrevista y disfrutar como si, tal como en Las Mil y una noches, se pudiera postergar la muerte. El ejemplar es una línea directa con la voz del poeta; ordenado por décadas, con comentarios de cada entrevista, de sus particulares contextos, es un libro vivaz. Hay de todo. Detalles, frases, la cocina de sus canciones. Está su simpatía, también su desmesurado pesimismo, ese del que hizo un estilo elegante y misterioso. Algunas perlas: en la entrevista de 1993 de Paul Zollo, se cuenta cómo el periodista pudo ver, en su armario, una fila de trajes negros, todos idénticos, como si se tratara de algo así como un superhéroe. Ahí se ve la importancia de las canciones, sus modos de ver al mundo: “En un momento dado me di cuenta de que solo tenía una pelota en la mano, y esa era La Canción. Todo lo demás se había hecho trizas o estaba en peligro y no podía volver atrás, y yo era un malabarista de una sola pelota”. Es un libro que completa, si se quiere, lo que comenzó Sylvie Simmons en Soy tu hombre (Lumen), la biografía publicada en 2012.

El libro de Simmons es monumental; casi setecientas páginas en las que desgrana la vida del “hombre del traje” y habla con sus amigos, colegas, representantes. Desfilan Suzanne, que reconoce que al escuchar por primera vez la canción que lleva su nombre se sintió “herida en lo más hondo”; Iggy Pop, Nick Cave. Un repaso por toda su historia hasta 2011, cuando prepara Old Ideas y recibe, además, el premio Príncipe de Asturias con un discurso que pone la piel de gallina en el que reconoce su eterno agradecimiento a España por su admirado García Lorca y por aquel joven músico de flamenco que una tarde, a principios de los cincuenta, le dio una guitarra y le dijo: “Tocá”. La biografía es una puesta en orden de la vida de ese hombre que sacó su primer disco a los 33 años y que tuvo su álbum más exitoso cuarenta y cuatro años después con Old Ideas, que publicó novelas, libros de poemas, que se retiró a tener una vida de monje y luego tuvo que volver a los escenarios tras conocer la traición de Kelley Lynch, que había sido su amiga, su amante, la administradora de sus bienes, y la que le había vaciado todas las cuentas. Obligado a la vuelta por esa falta material, Cohen tuvo un segundo turno que terminó de reforzar su lugar consagrado. Su retorno a los escenarios fue un reseteo de luz. La biografía se lee muy bien como complemento de Cohen por Cohen, porque integra las otras voces.

Para leerlo a él, a su voz más poética tenemos La llama: sesenta y tres poemas, letras de sus últimos cuatro discos, los cuadernos de toda una vida, sus dibujos, sus últimos mails. La llama trae chispas desde el más allá. Un fuego que, asegura su hijo Adam en el prólogo, lo mantuvo vivo hacia el final de sus días, “su objetivo final”. Hay poemas con fechas, sus famosos diarios; todo ese material que revisó en esos últimos días antes de morir el 7 de noviembre de 2016.

¿Qué páginas podrían completar ese repaso? Sumemos El libro del anhelo, que durante veinte años ocupó su cabeza, poemas reunidos con dibujos hechos por el propio Cohen, publicado originalmente en 2006. Allí puede apreciarse su evolución, sus ideas religiosas, su búsqueda espiritual, las cuevas profundas de su tristeza y las luces de su fino humor. En el prólogo, Ray Loriga lo define: “El poeta monje se divido en dos a cada rato, entre el silencio y la carcajada, el deseo y la renuncia, las más altas miras y las más hermosas bajas pasiones”. Es la grieta, es la sombra, es la luz. Ahí están los versos de sus días en Mount Baldy, sus dibujos, sus horas muertas. Textos que escribió durante muchos años, en hoteles, en Hydra, su amada isla griega donde compuso “So long Marianne” y “Bird on wire” en la década del sesenta. Se lee, por ejemplo: “Que te vaya bien, mi ruiseñor/ Sólo viví para estar junto a ti/ Por más que aún cantes en otro lugar/ Ya no puedo oírte”.

 

Y no hay que olvidar al novelista, porque fueron dos novelas, pero movieron sus cimientos. Tanto que, por ejemplo, al terminar de escribir Beautiful losers (traducido como Hermosos perdedores en versión de Edhasa), Cohen inició un ayuno de diez días. Esa novela fue, dijo, su “viaje más salvaje”. Publicada por primera vez en 1966, habla sobre el amor, Dios, la vida. Está protagonizada por un antropólogo que se enamora de una joven india muerta en el siglo XVII cuando encuentra un retrato por casualidad. Un hombre que amó a tres personas que murieron, un viudo del amor. Esta novela, al igual que El libro del anhelo, permite también seguir la red creativa que tejió Cohen a lo largo de su vida, seguirlo en el laberinto.

“Me adentré en una avalancha/ Cubrió por completo mi alma”. Su vida fue con esos extremos, caída libre y levitar. En Cohen por Cohen hay otro pasaje imperdible; al periodista J. Poet en Noviembre de 2001 le dice en su casa de Los Ángeles: “Leí en alguna parte que, en cierta gente, las neuronas que causan ansiedad van muriendo conforme envejeces. No sé si será eso o la disciplina (el zazen), pero la vida pareciera estar haciéndose más fácil. Los últimos tres años he estado muy feliz”. Lo decía él, que diez años antes auguraba: “La próxima categoría de esclavos que se rebelará serán aquellos que padecen depresión”. Lo decía él, que vivió quince años más.

Hay varias páginas para leerlo, para ver que su llama todavía arde ahí y en sus canciones. Ahí está en Youtube, por ejemplo, ese recital de 2014, en Dublin. Un concierto perfecto. Allí, durante la canción "I´m your man", en el minuto 5:18, él se saca su sombrero con suavidad, se inclina apenas y deja asomar una sonrisa con picardía para cantar: “Y si quieres probar otra clase de amor, usaré la máscara de un hombre viejo por vos”. Galante y gracioso, un mago de esos que conocieron las palabras secretas.

 

 

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