Para que nazca la palabra blanca: Pablo Gianera lee a María Negroni
La boca del infierno
Lunes 26 de diciembre de 2022
"En su condición de libro órfico, La Boca del Infierno es un libro sobre el poeta, y más generalmente sobre cualquiera que escribe". Apuntes sobre el libro de la escritora, poeta, ensayista, profesora y traductora María Negroni que Interzona acaba de rescatar.
Por Pablo Gianera.
La Boca del Infierno es un libro órfico. Del mismo modo que las bocas del infierno son muchas pero el infierno uno, hay la sola boca del solo monstruo que dice la propia muerte. No existe más que una muerte, la propia, como enseñó Séneca: Nemo moritur nisi sua morte, “nadie muere sino su propia muerte” (Epístola 69). No hay más que el propio infierno, así como la salvación de cada uno es la suya propia. También las monstruosidades son varias y el monstruo único y propio.
El infierno (no lo sabemos) podría ser cierta vida después de la muerte, o la muerte en la propia vida. O acaso la condenación de quien, como el que habla en La Boca del Infierno, todavía no nació, se movió entre espectros, y espera la muerte para nacer. Se pregunta un filósofo: ¿hay algo peor que la muerte? Sí, la vida, para quien quiere morir.
En la boca del infierno está siempre el canto, y antes del canto las abejas, como contó y cantó Virgilio en el Libro IV de las Geórgicas, el que está dedicado a la apicultura, al cuidado de las abejas y al modo de recrear una estirpe nueva si murieran todas. Cuando mueren todas las abejas de la colmena, se engendran nuevas con la sangre corrompida de los novillos inmolados.
El método, según cuenta Virgilio, lo supo el pastor Aristeo por su madre Cirene, pero nadie ignora que en la muerte de las abejas, y por lo tanto en la ofrenda expiatoria, estaba la venganza de Orfeo por la muerte anterior y doble de Eurídice. El mito se abre paso. Orfeo llega hasta las “hondas puertas de Dite” (alta ostia Ditis): la boca del infierno, la boca que articula el signo de la muerte propia.
No hay abeja en el libro de María Negroni, pero el privilegio de la libación se le concede aquí al colibrí: “Todavía es el canto de los colibríes atravesando el cielo, llenando de intermitencias la flor del mundo”. “Todavía”, como el que no nació, pero no durante mucho tiempo más. Todavía no porque la “triste hermosura” del poema es una sabiduría que tarda. La “intermitencia” es efecto del todavía, algo interrumpido que no llega a completarse.
Podemos citar unas líneas de María sobre Orfeo en otro libro suyo, Ciudad Gótica, unas líneas en primera persona: “Busco al Orfeo que, en Eurídice, se buscara y se perdiera a sí mismo, entrara en su pura desaparición porque es ahí donde es posible alzarse en el sueño, dormir el mundo…” Para Orfeo, parece decirnos María (o lo dice), la muerte es un regreso.
En su condición de libro órfico, La Boca del Infierno es un libro sobre el poeta, y más generalmente sobre cualquiera que escribe. Diría más: sobre el fracaso que sobreviene después de que lo que iba a escribirse fue escrito.
El canto ya infecundo de Orfeo en las regiones hiperbóreas es semejante al “hastío de la casa verbal” que padece el que habla en el libro de María. Para que nazca la palabra blanca, un poema que no muestra ya nada, para que nazca de nuevo como vuelve a crearse una estirpe de abejas, hace falta del poeta, el monstruo, la inmolación.