Novedades en el umbral
La bandeja de los viernes
Jueves 17 de setiembre de 2020
Cinco nuevos títulos de Tinta Limón, El Cuenco de Plata, Sexto Piso, Entropía y Blatt & Ríos.
(Foto: Romina Benitez)
De Bolonia al Delta argentino, estos cinco libros recién llegados nos llevan de la mano a recorrer tiempos, mundos e historias muy distintas entre sí.
La selección de este viernes cuenta con títulos de autores de la talla de Bifo, Gombrowicz, Aira, Halfon y Keret. Hay reflecciones sobre la actualidad pandémica (Bifo), cuentos disparatados (Keret), diarios (Gombrowicz, Halfon) y una novela coral que pone en el centro de la escena al poeta argentino Leopoldo Lugones (Aira). Ninguno los desilusionará, prometemos.
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El umbral. Crónicas y meditaciones
Franco Berardi Bifo
Tinta Limón
Bolonia, final de febrero de 2020. La ciudad está vacía y en silencio. El mundo se detiene (no para todos). Un virus desconocido prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global. Psicodeflación. La epidemia se entromete en las vidas, trastoca hábitos, modifica automatismos, mata viejos y asmáticos. Bifo se inquieta, pinta lienzos de colores, lee periódicos, hace radio por Internet. Y escribe: notas, apuntes, reflexiones sobre el presente en emergencia. Junto con la llegada del virus, décadas de ajuste neoliberal y dominio financiero se hacen sentir con crudeza sobre las poblaciones del planeta. La crisis se agudiza, no tiene límites. El colapso parece evidente. ¿Seremos empujados a una guerra de todos contra todos hasta la extinción de la civilización humana? ¿Lograremos, por el contrario, salir del cadáver del Capital, quizás mediante una revolución sin subjetividad ni voluntad política? ¿O se trata, más bien, de aprovechar la interrupción, de transformar el confinamiento en un proceso colectivo de autoanálisis? Lo seguro es que cruzamos un umbral: ya no hay normalidad a la que volver. ¿Podremos resistirnos a lo probable y burlar lo inevitable?
Kronos
Witold Gombrowicz
El Cuenco de Plata
Prólogo de Rita Gombrowicz.
Todos los lectores de Witold Gombrowicz conocen su Diario, publicado en la revista de la emigración polaca Kultura. Pero hasta ahora nadie sospechaba la existencia de otro diario, escandaloso, acerca del cual el autor le dijo a su mujer Rita: “Si la casa se incendia, toma el Kronos y los contratos, y corre lo más rápido posible”. Ese manuscrito permaneció totalmente secreto después de la muerte de Gombrowicz, en 1969 en Vence. En ese paquete de hojas escritas a mano, con abreviaturas que hacen pensar en un texto cabalístico, el autor irrumpe al desnudo.
¿De dónde surge que estas páginas inéditas sean tan extraordinarias? De que son ordinarias, justamente. Estas páginas son días. Días como los de cualquiera. Por primera vez, podemos asistir en tiempo real a los efectos de lo cotidiano en el genio gombrowicziano.
Los problemas de salud y de dinero. Los lugares. La gloria tardía que le llega. La sexualidad sin ambages. Es lo que está tras las bambalinas de la Obra, el laboratorio abierto a nuestra mirada.
La penúltima vez que fui hombre bala
Etgar Keret
Sexto Piso
En su libro de cuentos más osado y sorprendente hasta la fecha, Etgar Keret sigue deslumbrando por su capacidad para crear vínculos de empatía ante las situaciones más disparatadas. En el relato que le da título al volumen, un hombre al que ha dejado su mujer, cuyo hijo le ha dicho que es un cero a la izquierda y a quien incluso su obeso gato ha abandonado, es conminado por el dueño del circo en el que trabaja a sustituir al hombre bala. Ignorando las advertencias de los payasos que ante el delirio del público lo invitan a reflexionar sobre los peligros que aquejan semejante profesión, el hombre se mete a trompicones en el cañón y sale disparado muy fuera del blanco hasta hacer un boquete en la carpa del circo. Vuela y mira su ciudad, su mundo y a todos aquellos que lo han abandonado desde las alturas, y encuentra ahí su nueva vocación.
Keret es un escritor todoterreno que puede fabricar una tensión digna de la mejor tradición del cuento corto, lo mismo a partir de un niño que quiere llevarse la caja registradora de una juguetería como regalo («escoge lo que tú quieras», le dijo el padre), o imaginar un Estados Unidos distópico en donde Donald Trump se reelige para un tercer mandato. Con el ejército diezmado por una cruenta guerra contra México, el presidente norteamericano recurre a un perverso juego estilo Pokemón para reclutar niños y adolescentes que se convierten en mortíferos soldados.
Diario pinchado
Mercedes Halfon
Entropía
Culpa de becarios como Morábito, Frisch, Chaves y Gombrowicz, no hay (casi) escritor que no se haya traído de Berlín su versión “diario íntimo” de la ciudad. Esa tradición es la que Mercedes Halfon recoge en su Diario pinchado con la sensibilidad de una observadora oportuna, que habla de sí cuando habla del mundo y viceversa. Y lo hace asumiendo un doble desafío: acá la diarista –como el futuro– es mujer, y no es la titular de la beca sino la novia del becario. De novia esperada, ansiosa, entusiasta, la diarista pasa pronto, muy pronto, a ser una insistencia, un lastre y, por fin, una especie de apéndice malhumorado que el novio, demasiado absorto en sus cositas de poeta, deja suelto en Berlín, sin intuir el error que comete. Crónica a la vez triste y risueña, Diario pinchado degrada a su víctima y al mismo tiempo la redime, transformándola –nietzscheanamente– en eso que siempre fue: una outsider (una anti etnógrafa). Alguien a quien las cosas no le salen como esperaba y de un día para el otro, varada en una ciudad poco amable, debe arreglárselas con lo que tiene: talento para ser invisible, para ocupar espacios laterales que no quiere nadie, para inventarse vidas suplentes, complicidades artesanales, felicidades frágiles, modestas, de las que no teníamos noticias y que nos conmueven. Alan Pauls
Lugones
César Aira
Blatt & Ríos
Una tarde a fines del verano pasado llegó a nuestra isla el más grande escritor argentino, Leopoldo Lugones, sin equipaje, de incógnito, y con un revólver en el bolsillo. Qué venía a hacer, no lo sabía el personal del recreo, y en realidad no llegó a saberlo nunca nadie. El revólver debería haber sido una pista, pero un arma puede servir a tantos fines que habría sido en vano especular: sea como fuera, todos supieron desde el primer momento que lo traía.