Lovecraft, ghostwriter de Houdini
Harry Houdini
Ilusionismo literario
Viernes 08 de abril de 2016
Por Valeria Tentoni.
“La influencia de la superstición es mucho más poderosa de lo que la mayoría está dispuesta a creer”, así arranca la primera de las 31 páginas mecanografiadas, tinta negra, sobre papeles ahora amarillentos que se encontraron, de casualidad, en una vieja tienda de magia. Habían pertenecido al escapista húngaro Harry Houdini, y formaban parte de un encargo que le había hecho, como ghostwriter, nada más y nada menos que a H.P. Lovecraft. El proyecto en común quedó trunco con la muerte inesperada de Houdini, a los 52 años.
Beatrice, más conocida como Bess Houdini, asistente en escena y también esposa del ilusionista, se había negado rotundamente, a la muerte de su marido, a devolverle la pilita al escritor. La guardó, en acuerdo con el manager Edward Saint, junto a otros papeles de ese hombre al que había conocido en Coney Island en los últimos manotazos del Siglo XIX. Hombre al que prefirió en vez de a su hermano, quien también la cortejó –y primero–, hombre al que le cosería los trajes para cada show.
Simplemente dijo no. Lovecraft, que era joven, mucho no pudo hacer -su socio fatalmente desaparecido de la faz de la tierra para siempre. Ahora, las paginitas se subastaron. Fue el sábado por la mañana en Potter & Potter Auctions de Chicago. El remate se disparó en una base de 13.000 dólares, según informó Guardian. Acá se puede ver una foto del botín.
El documento consta de tres subtítulos: "Génesis", "Expansión" y "La falacia de la superstición". No era la primera vez que trabajaban juntos: ya habían escrito, en colaboración, un relato. Houdini tenía la data, Lovecraft tenía la pluma. La mítica revista pulp Weird Tales, de ciencia ficción y terror, tenía entre sus más célebres colaboradores al creador de los mitos de Cthulhu. Al fundador de la publicación, J. C. Henneberger, se le ocurrió que unas columnas de Houdini podían levantar un poco las ventas; además, le pidió un par de cuentos. Houdini respondió que él no sabía escribir.
Henneberger le dijo que conocía a alguien que sí. Hay una carta que recibió de Lovecraft ese mismo año, que puede leerse completa. Ahí le dice, en resumidas cuentas, cosas como que comprende por qué la calidad de las revistas de ficción a veces baja: le echa la culpa, por un lado, a los lectores. Dice “tenemos millones que carecen de la independencia intelectual, del coraje y de la flexibilidad necesarias como para obtener conmoción artística a partir de una situación bizarra”. También dice que las revistas son muchas, las páginas a llenar demasiadas, que no existen tantos buenos escritores y los que hay no escriben tan rápido como para cubrirlas. Que es entendible, entonces, que los editores echen mano a lo que sigue en la lista de posibilidades concretas. También responde al pedido del editor de textos más largos, y le cuenta que tiene una idea de novela en mente (“Azathoth”) en su anotador, donde garabatea plots y esqueletos para sus historias. Agrega algo sobre su formación como escritor: “El toque un tanto antiguo en mis trabajos es el resultado de mi temperamento natural y de mis lecturas. Crecí con una gran biblioteca familiar en una casa grande, y la navegué al azar porque estaba demasiado enfermo como para ir a la escuela, inclusive como para seguir a un tutor con cierta regularidad”.
Lo cierto es que la seductora sociedad entre Lovecraft y Houdini dio como resultado la historia de tapa de uno de los números de 1924: “Bajo las pirámides”, que tuvo otro nombre en esa oportunidad. La firma, como se ve en la foto que tomamos de acá, no incluye al escritor para nada en ese ejemplar; aunque sí lo hace en la reimpresión de 1939. Lovecraft la escribió ese verano, e investigó durante un mes para hacerlo.
Un ejemplar de esa revista se vendió en eBay, y la descripción de la mercadería incluía el cuento: “En la historia, ubicada en el Egipto de 1910, Houdini es secuestrado por un guía turístico, que se parece a un viejo faraón, y arrojado a un profundo pozo cerca de la gran Esfinge. Cuando intenta escapar, se topa con una caverna ceremonial enorme y encuentra a la deidad que inspiró su construcción. Aunque no creía en la historia de Houdini, Lovecraft agarró el trabajo porque necesitaba el dinero que le ofrecieron como adelanto”.
Las colaboraciones entre ellos, publicadas e inéditas, continuaron produciéndose hasta la muerte del ilusionista. Hubo, por ejemplo, un artículo sobre astrología. Nunca lo publicaron, pero lo cobró igual: 75 dólares.