La insumisión como herencia
Por Hernán Ronsino
Martes 14 de abril de 2020
¿Quién mató a mi padre? es la tercera novela del francés Édouard Louis, nacido en 1992, estudiante de sociología y una voz inquietante que trabaja "sobre un territorio autobiográfico y monta, en ese plano, las formas en que se combinan lo político y lo familiar".
Por Hernán Ronsino. Fuente foto: Bernardo Pérez para El País.
Hace unos años, Édouard Louis apareció en el mundo de la literatura con una novela, Para acabar con Eddy Bellegueule, que no sólo generó un impacto por la temática que narraba sino también por provocar un cierto escándalo alimentado por los medios franceses más amarillos. En esa novela autobiográfica, Édouard Louis cuenta la violencia física y simbólica que sufrió en su pueblo por ser homosexual y cómo, finalmente, escapa de ese infierno y decide cambiarse de nombre. El nombre de origen representa lo que está mancillado y, por eso mismo, se convierte en el nombre de la ficción. Louis lo deja en la ficción, en el título de su libro. Y abraza otro nombre, un nombre nuevo, el del autor: Édouard Louis.
La polémica mediática planteó un enfrentamiento entre los padres y el propio Louis. Los padres no entendían por qué el hijo los acusaba de semejantes cargos; algunos comenzaron a sospechar del propio autor, si todo lo que contaba no lo había inventado. La polémica se incrementó con su segundo libro, Historia de la violencia, en donde narra la violación que sufrió luego de un encuentro sexual en París. Para entonces, Édouard Louis, un joven francés de veintipico de años, ya estaba debatiendo en los grandes medios, incluso, con el primer ministro Valls; tomando posiciones en un debate público que lo alumbraba diciendo cosas que una generación como la suya no planteaba; o no se sospechaba que pudieran plantear; es decir, pensar de manera crítica la relación entre familia y política. Finalmente de eso se trataba.
Nacido en una pequeña ciudad del norte francés en 1992, estudiante de sociología, heredero de la tradición de Pierre Bourdieu —a quien recupera en una antología con textos de Annie Ernaux o Didier Eribon—, Louis se transforma en un referente intelectual y condensa, a través de la literatura, muchas de sus ideas políticas y sociales.
¿Quién mató a mi padre? es su tercer libro y acaba de aparecer. Allí sigue trabajando sobre un territorio autobiográfico y monta, en ese plano, las formas en que se combinan lo político y lo familiar. El texto está construido en una segunda persona. Louis le habla a su padre de manera constante a partir de fragmentos, fechados, casi como si el autor fuera desgranando evocaciones, momentos compartidos, ausencias. Y muestra de qué modo esa figura paterna, contradictoria, lo atraviesa.
Esa sombra violenta y homofóbica que aparece retratada en su primera novela, ahora encuentra sus matices. Encuentra sus formas de cariño. La madre, por ejemplo, le dice a Louis que cuando bailaba era cuando más se parecía a su padre. Esos rasgos lo modelan al padre con una encarnadura más potente. Porque es el padre ahora la víctima. Es la víctima de un sistema que le quitó la posibilidad de realizarse, de salir de la vida de provincia determinada por el trabajo en la fábrica, educado por una cultura machista, por formas de violencia que le fueron corrompiendo el cuerpo.
Los problemas empezaron cuando el padre tiene un accidente en la fábrica del pueblo y queda postrado durante un tiempo. Louis comienza a describir cómo el cuerpo de su padre, fuera del circuito productivo, se va transformando en un cuerpo, ahora, visiblemente alienado. Y traza, como buen heredero de Bourdieu, las conexiones secretas, ocultas, entre el poder y la intimidad. Allí el texto produce un salto, se vuelve algo así como un planfleto político que denuncia la situación de su padre y encuentra a sus responsables políticos, es decir, acusa con nombres precisos: de Chirac a Macron. “¿Por qué nunca se dicen estos nombres en una biografía?”, repite Louis, insistente.
Hay una escena en el final del documental La sociología es un deporte de combate en la que Pierre Bourdieu, después de salir de un auditorio, en las afueras de París, donde fue fuertemente cuestionado como un intelectual privilegiado que visitaba la periferia para decir cómo debían ser las cosas, dice: “Mientras sigan quemando coches, les mandarán la policía, se necesita un movimiento social con un objetivo”. Esa idea de luchar para transformar la realidad, tan presente en el pensamiento de Bourdieu, pareciera ser uno de los grandes legados, la insumisión como herencia, que incorpora Louis en su obra y en su pensamiento. Eso se lee, también, en el final de este libro cuando, en un momento de reconciliación, el padre le dice a Édouard Louis: “Creo que nos hace falta una buena revolución”.