La estela de Tamara Kamenszain: un homenaje coral
A un mes de su partida
Viernes 27 de agosto de 2021
"Sus libros se convierten, cada uno de ellos, en clásicos instantáneos", dice Mario Cámara en este recuerdo coral de la poeta argentina. Sergio Chejfec, Ariel Schettini, Anahí Mallol, Leonora Djament, Margo Glantz, Mario Cámara y un homenaje desde la Universidad de las Artes.
El pasado martes, día del lector y la lectora, y a un mes de su fallecimiento, la Universidad Nacional de las Artes realizó un homenaje virtual a Tamara Kamenszain. Organizado por Anahí Mallol y Marina Mariasch, compañeras de Tamara en la cátedra sobre poesía argentina y latinoamericana, el encuentro tuvo lugar, según consignó la autora de Paz o amor, en la misma semana en que comienza el cuatrimestre que hubiesen enseñado juntas.
Para recordar a la autora de El libro de Tamar llegaron, vía Zoom, autores como María Sonia Cristoff, Arturo Carrera, Celeste Diéguez, Alicia Genovese y Félix Bruzzone, quienes compartieron piezas escritas especialmente para recordarla o bien leyeron poemas y demás extractos inclasificables de la propia Kamenszain.
Margo Glantz cerró el encuentro con un texto homenaje "a mi extraterritorial y querida amiga Tamara" trayendo a Vallejo ("todos han partido de la casa en realidad, pero todos se han quedado de verdad..."), un epígrafe que Kamenszain eligió para Solos y solas: "Y no es casual que lo cite, es como una verificación de la propia autobiografía que recorre tanto sus poemas como sus ensayos, esa autobiografía de los otros y sobre todo de las otras, si nos atenemos a lo que hace Tamara en su libro Historias de amor, ese libro que remeda el título del libro de otra pensadora que mucho le interesó, Julia Kristeva", leyó Glantz. "En su poesía y en sus ensayos destacan las figuras del hogar, están las nenas aferradas a un padre edípico, las divorciadas solas o los divorciados solos que deambulan solos por la casa aunque salgan a veces afuera y se conviertan en los cónyuges de las palabras, como Macedonio, como José Kozer, el esposo judío, o Perlongher, 'el que ve travesti'. Esa maldición de querer salir de la casa, ese ghetto-ratonera tan ominoso y tan presente en La casa grande se reitera cuando se visita la casa o la poesía de los otros y las otras", siguió la mexicana.
"Ahora que Tamara ha muerto uno piensa que el consuelo es que queda mucho para decir sobre ella", leía un rato antes Sergio Chejfec sobre la autora de Libros chiquitos. "Ofrecía palabras para mediar, suspendidas entre el conocimiento y la pedagogía. Sin aspavientos, en voz baja y con paciencia. Así obtuvo la belleza y la inteligencia en lo escrito. Esa presencia suspendida de Tamara, entre saber incorporado y pedagogía oblicua, estuvo fundada, creo, en los últimos movimientos de su forma de escribir. Tamara adoptó el ensayo, y el ensayo hospedó a Tamara", en decir de Chejfec, "un ser tan entrañable como inasible, también indescifrable".
¿Y cuál es el efecto Kamenszain, al estela que nos deja en sus poemas, sus ensayos, sus clases, sus preguntas? ¿Es posible calcularla desde ahora?
"No sabría decir, hoy, ahora, cuál es la estela Kamenszain, como no sea la repercusión estallada de miríadas de gotitas con que salpica lo que la rodea toda nave en su recorrido, y que veo brillar en estos días: tantas personas se sintieron tocadas por sus palabras, palabra de poeta, ensayista, amante de la teoría y el psicoanálisis, tallerista, madre, colega, amiga, abuela, autora de textos inclasificables, feminista. La estela es un hacerse continuo y una tensión hacia el futuro: lo que hay y lo que está por venir, desde los primeros textos leídos, su respiración y entonación al escucharla leer poemas propios y ajenos (sus lecturas eran siempre subrayados), hasta lo que queda y resuena en esa conversación infinita que se establece con unx autorx que te interpela", anota Mallol, además poeta y crítica.
Otro de los presentes en el homenaje virtual fue Mario Cámara, ensayista, investigador y docente: "Conocí a Tamara casi al mismo tiempo que a su poesía. Fue un conocimiento tardío, como casi todo en mi vida por otra parte. A Tamara, la poeta, la conocí un verano en una quinta en Cardales y lo único que recuerdo de esa conversación es que me preguntó qué opinaba de una entrevista que le habían hecho a Jorge Panesi en la revista El ojo mocho. A pesar de haber leído la entrevista respondí una vaguedad". También su compañero en la Universidad Nacional de las Artes, Cámara sigue: "A su poesía ya la había leído pero cuando la escuché leída por ella todo cambió. La primera vez fue en el Instituto Goethe, Tamara presentaba El ghetto. Me deslumbró como abría y cerraba cada verso a partir de la entonación, como marcaba el corte, como suspendía el sentido y lo recomenzaba un instante después. Todavía no éramos amigos, pero de todos modos me quedé a saludarla, casi como un fan y noté, al felicitarla con torpeza, que lloraba".
Sobre el efecto Kamenszain, Cámara dice: "Es difícil medir el impacto de su escritura en mi vida o en mi producción crítica, no soy poeta y ni siquiera soy un buen lector de poesía. La sensación que tengo, sin embargo, es que a partir de El ghetto sus libros se convierten, cada uno de ellos, en clásicos instantáneos. Por ello, sospecho que su estela fue y será intensa, todavía debemos seguir pensando en ese bello y extraño objeto verbal que es El libro de Tamar y revisar ese archivo de lecturas que nos propuso en Libros chiquitos, y luego, cuando hayamos pensado y revisado esos dos libros, podremos continuar con todos los demás".
Presente en el homenaje, Leonora Djament fue su editora y compartió algo sobre la experiencia de publicar sus libros. De su texto extractamos: "Tamara es quien nos leyó el futuro: leyó a las nuevas generaciones de poetas y surfeó el desconcierto que provoca lo nuevo, sin tenerle miedo a asuntos tan devaluados para la academia como lo banal, lo íntimo, la vida cotidiana, lo que hay. Tamara leía a les jóvenes y nos contaba cómo es el futuro: una poetisa que se vuelve pitonisa. No tenía miedo, porque se divertía. El deseo, la vida y el juego fueron los antídotos que logró inocularse en algún momento contra el textualismo de su generación. 'Despojarme de viejos pudores formalistas', decía: Tamara nos mostró cómo salir del textualismo en el que se encerró su generación y en el que yo también había quedado atrapada. Ella siempre adivinaba cómo salir".
"Tamara leía porque encontraba allí bordado, en el reverso del poema, la propia vida. 'La poesía dice vida mientras esgrime una única prueba para dar su testimonio: la prueba del presente', escribió. Leer es aportar una prueba de vida de quien escribe, pero sobre todo de quien lee. Aportar una prueba de vida en la medida que la lectura dice presente, dice el presente, dice lo singular en el que se juega el deseo. Tamara fue nuestra testigo, en quien nos leímos para saber de nosotros. No sé qué vamos a hacer sin Tamara, pero sé que nos hizo más libres. O, al menos, nos dejó una salida", cierra Djament.
Mallol, para concluir, nos habla de un deseo: "Puedo decir lo que quiero que sea esa estela: la audacia del pensamiento que se busca en el lenguaje, en su torsión y distorsión, sus paradojas, repeticiones, vueltas y revueltas. Su oído atento a lxs más jóvenes, su mirada curiosa, su risa leve ante el ingenio, el destello de lo pensable, lo que se puede decir, lo que asoma entre-líneas o contra lo fijado en un sentido. Ese ir hacia delante pero enhebrando lo anterior para relanzarlo, ese ensayo permanente en pensamiento y lenguaje como estado de interrogación y juventud, ese mantener viva la posibilidad de decir y de dar testimonio de vida. Esa cinta continua entre teoría, vida y literatura que logra hacer de un tema cualquiera una aventura, para volver a decir. Que la estela sea el deseo de vivir en esa estela, siempre".
Tamara Kamenszain por Ariel Schettini
Se cita varias veces a sí misma como quien está convencida de que la palabra no le pertenece. Dice lo que está diciendo, como si dijera lo que está pasando. Como que está citando voces que la atravesaron y se fueron en el instante en el que fueron pronunciadas. Se cita, se espera y se atiende en la cita (como Celan a Heidegger).
Se cita en el presente y se arrepiente como si se pronunciara finalmente, sobre un tema que la hacia reflexionar: ¿cómo hace la poesía para albergar dentro de sí los géneros, los sujetos, las posiciones y las políticas de todo eso?
Escucha en la voz del fascista no su lugar heroico, sino el otro, el de la judía que se esconde detrás de las palabras para encontrarse en la literatura menor del otro, del facho, como si dijera que nos es suficiente ni posible negar la voz del otro, sino qué hay que buscarla y citarla en el vocabulario propio. Ahí es donde se da la confrontación política de la poesía: en la infinita e imposible apropiación de la voz.
…todavía hoy cuando un taxista dice
algo sobre los judíos me callo.
No vaya a ser que por el espejo retrovisor descubra
que yo también estoy al borde de esa fosa.
Por eso no opino por eso me escondo
detrás de la primera persona.
Encontrar en la voz la otredad absoluta escondida dentro de sí, para ver si es posible negarla y negarse: darle un teatro japonés y exótico, como es toda representación (el teatro no) para decirle lo que está adentro. Tema barroco del psicoanálisis (La negación), pero también de la poesía de Lamborghini ( Die Verneinung) y más lejos de sus primeras obsesiones en la poesía de Girondo (El puro no) y en la de Vallejo (¨…yo no sé!¨).
Dice que se calla. Como quien se esconde detrás de un palo y asoma la cabeza para ver si no la descubren.