Jonathan Franzen: "La tercera persona es uno de los mejores inventos de la humanidad"
Gentileza Filba / Foto de Matías Moyano
Viernes 29 de setiembre de 2023
El autor de Las correcciones dio una conferencia de prensa en la librería durante el Filba y se refirió a temas tan diversos como la inteligencia artificial, el avistaje de aves y la libertad en la escritura.
Por Valeria Tentoni.
En Buenos Aires para participar de la edición número quince del Filba Internacional, el escritor estadounidense Jonathan Franzen concedió esta mañana una conferencia de prensa para medios locales en la librería, y se refirió a temas tan diversos como la inteligencia artificial, la libertad creativa, la tentación de las pantallas o su relación con la naturaleza.
Nacido en Estados Unidos en 1959, Franzen estudió en Berlín como becario Fulbright y trabajó en un laboratorio de sismología en Harvard. En 2001 publicó su primera novela, Las correcciones, superventas traducida a más de 40 idiomas. A ese acierto le siguió Libertad, novela por la que ganó el Premio John Gardner y el Premio Heartland de ficción y fue elegida bestseller del New York Times. Más tarde publicaría Pureza y Encrucijadas, la primera entrega de una trilogía que se apila con libros de ensayo, memorias y no ficción.
Franzen reparte su tiempo, dijo esta mañana, entre dos obsesiones: escribir y observar aves. Desde hace unas dos décadas, los pájaros le interesan tanto como los libros, y como “no se puede tener dos obsesiones a la vez” reparte su año en periodos dedicados exclusivamente a una u otra cosa. A Argentina, confesó, vino para dedicarle sólo dos días al festival Filba, a entrevistas y a dar clases magistrales como la que dará mañana en el MALBA, pero dos semanas enteras a mirar pájaros con sus binoculares en los Esteros del Iberá y la provincia de Salta después. La observación, explica, es el gesto en común entre una y otra práctica. “Me gusta mucho observar, mirar lo que hacen las personas. En los aeropuertos, por ejemplo, me la paso observando caras”.
Mientras acumula páginas de su próxima novela, Franzen reparte su tiempo entre guiones, periodismo y traducciones. El tiempo le alcanza para todo porque se entretiene poco con Internet, algo que, entiende, pone a competir los grandes archivos de información que pueden tentar a cualquier escritor con la posibilidad de dar espacio a la creatividad: "Es muy fácil documentarse en la web, pero es muy difícil usar la imaginación ahí”. Su cruzada contra las redes sociales no es nueva y ahora, junto a otros escritores y escritoras como Margaret Atwood, Franzen acaba de firmar una carta pública contra la Inteligencia Artificial. “No creo que sea difícil regular las tecnologías, el problema es que no hay voluntad de hacerlo. Firmé esa carta porque mis libros han sido utilizados para alimentar el modelo predictivo, un modelo que no puede funcionar sin ese robo. No me siento amenazado personalmente, porque la inteligencia artificial funciona básicamente por imitación y la escritura real es precisamente todo lo contrario. La escritura es un deseo, y la inteligencia artificial no puede desear nada. Es puro algoritmo”, dijo.
Sobre las series de televisión, por su parte, Franzen confesó que al principio no se interesaba y que, de hecho, cuando intentaron hacer un piloto con una de sus novelas salió muy mal. “Yo no miraba televisión, por entonces. Pero después comencé a mirar y entendí que las series son una especie de subgénero de la novela. Si pensamos a las series de ese modo, como un estadio más en un género que tiene cientos de años de antigüedad y desarrollo, entonces no es algo que nos amenace o amenace la lectura, sino que es el regreso de una vieja idea, la idea de la novela”. De hecho, a Franzen le preocupan mucho más otras cosas: las pantallas, la fiebre de Tik Tok. “Esa sí que es una amenaza para la lectura. El asunto es que Silicon Valley no tiene contenido suficiente para abastecer a todo el mundo, entonces alienta a que el contenido lo hagan los propios usuarios. Y así nunca tienen que soltar el teléfono. Es muy tentador. No quiero hablar de adicciones porque no me gusta hablar en esos términos, pero sí que hay una gran dificultad en dejar el teléfono de lado”.
Por fuera de las pantallas, el mundo de Franzen se multiplica en extensas novelas escritas en tercera persona, un punto de vista que encuentra mucho más flexible que la primera. “La tercera persona es uno de los mejores inventos de la humanidad, ¿por qué no habría de usarla”?”, se pregunta cuando se le consulta por el uso de esa otra perspectiva, mucho más de moda en este momento. “Creo que fue Rachel Cusk quien dijo que las novelas que no están escritas en primera persona le resultan demasiado artificiales, y tiene un punto ahí; es cierto que yo cada vez siento que tengo que hacer más esfuerzos por mantener la frescura cuando escribo mis historias en tercera persona. Es que la tercera persona me permite contar lo que pasa en la mente de un personaje, pero también describir el paisaje, hablar de la época o del clima y volver a la mente del personaje. Es maravillosa, considero que es más rica que la primera. Si la primera persona está bien escrita, no hay nada mejor, claro. Algo como lo que hace Elena Ferrante, por ejemplo. Si sos Nabokov, te leo en primera persona, porque tenés una gran voz o puedo percibir que hay incluso un conflicto con el narrador. Pero, por lo general, eso no sucede. Creo que los escritores más jóvenes acuden mucho a la primera persona porque tienen miedo de las críticas, y también creo que ese es un miedo legítimo, porque han visto pasar cancelaciones y mucha agresividad en redes sociales. Si por ejemplo yo, siendo varón, escribo en tercera persona un personaje femenino, se me puede reclamar que no sea mujer, o el modo en que lo haga... Pero cuando escribís en primera persona, nadie puede criticarte así”.
De cualquier manera, antes de volverse a casa y preocuparse por cosas como esas (“prepararse para escribir una novela nueva es como prepararse para ir en expedición al Ártico”, dirá), el multipremiado escritor se va a dar el gusto de observar sus benditos pájaros. Esta mañana, por ejemplo, ya identificó a un caracara y después a un tordo. “Tengo una obsesión con la naturaleza –admite- y además creo que es muy difícil escribir novelas si no la tenés”.