Fuga de novedades
La bandeja de los viernes
Viernes 23 de octubre de 2020
Cinco ingresos de Tusquets, Periférica, UDP, Caja Negra y La Parte Maldita.
Seguramente, las novedades que les presentamos hoy no tarden en fugarse con lectores ávidos por leerlas. Los cinco libros que aquí aparecen son piezas únicas: por un lado, están los potentes, bellamente narrados, testimonios de Annie Ernaux y Ángeles Alemandi, la necesaria crónica que nos presenta Erich Hackl, los ensayos de Martín Kohan y una intrigante novela de Boris Vian y Oulipo. Elija y gane.
El acontecimiento
Annie Ernaux
Tusquets
En octubre de 1963, cuando Annie Ernaux se halla en Ruán estudiando filología, descubre que está embarazada. Desde el primer momento no le cabe la menor duda de que no quiere tener esa criatura no deseada. En una sociedad en la que se penaliza el aborto con prisión y multa, se encuentra sola; hasta su pareja se desentiende del asunto. Además del desamparo y la discriminación por parte de una sociedad que le vuelve la espalda, queda la lucha frente al profundo horror y dolor de un aborto clandestino.
Como si un angel
Erich Hackl
Periférica
Todo lo que se cuenta en estas páginas sucedió así. Todos los nombres propios son reales. No hay ficciones en esta extraordinaria y conmovedora narración, historia con minúsculas dentro de la Historia con mayúsculas. 8 de abril de 1977 en Mendoza, una tranquila ciudad argentina al pie de los Andes. Es el último día de vida de Gisela Tenenbaum, de veintidós años, descendiente de judíos austríacos emigrados a América a causa del nazismo. Gisela, Gisi, es buena estudiante y deportista, hermana e hija ejemplar, militante contra las injusticias que asolan su país, cifradas en parte en el golpe de estado de 1976… En un texto prodigioso, sin maniqueísmo alguno, Erich Hackl reconstruye su vida y sus últimos días; y deja que el futuro asome de cuando en cuando para dar voz a los silenciados.
Fuga de materiales
Martín Kohan
Ediciones UDP
Ensayos que repasan la obra y la figura de autores como Benjamin, Adorno y Lukács, César Aira, Héctor Libertella y Ricardo Piglia, textos más y menos breves que recuperan con nostalgia suave el ambiente de un antiguo café de Valdivia en el que aún se puede fumar, o la figura de un arquero como Gatti, Fuga de materiales, del argentino Martín Kohan, dibuja capa tras capa los intereses, las apetencias, las preguntas y hasta los rechazos de un escritor para quien no hay temas pequeños y es capaz de abordarlos todos (desde la política, la dictadura y la infancia perdida hasta la televisión, el fútbol y los moteles) con idéntica intensidad. El autor de Bahía blanca, dueño de una prosa fluida y sofisticada, puede mezclar con enorme solvencia las figuras de Michael Schumacher, Proust, Benjamin y Mikka Hakkinen y producir una reflexión deslumbrante acerca de la memoria, o hacer foco en el cuerpo muerto de Eva Perón para hablar de una idea de la Argentina.
No hay manera de escapar
Boris Vian y Oulipo
Caja Negra
No hay manera de escapar puede leerse al menos de dos maneras: como una novela policial con todos los ingredientes del género o como un particular trabajo colaborativo entre Boris Vian y Oulipo, el grupo de literatura potencial francés nacido en 1960, un año después de la muerte del autor.
Nos situamos en la década del cuarenta, en una ciudad del interior de los Estados Unidos. Frank Bolton regresa de Corea con el cuerpo tullido: perdió la mano izquierda en combate y se la reemplazaron por una incómoda prótesis de acero. Todavía lo acechan los fantasmas de las masacres ocurridas allí. Cuando llega a la mansión de su familia, lo sacude la noticia del asesinato de su primera novia. Pronto se irán sumando otras víctimas, como si alguien se hubiera ensañado con las personas importantes de su pasado. Acompañado del excéntrico y afeminado detective privado Narcissus Rose y de una galería de personajes de la época, rodeado de coches de lujo, bourbon y mucho jazz, Bolton trata de encontrar al culpable y, entre tanto, va narrando en primera persona cómo la guerra hizo mella en su vida y en la sociedad de su tiempo.
Boris Vian llegó a redactar cuatro capítulos y a bosquejar una sinopsis antes de dejar inacabada esta novela. El proyecto, comparable a la serie de policiales negros que él mismo firmó con el seudónimo de Vernon Sullivan –como Escupiré sobre vuestra tumba y Que se mueran los feos–, quedó archivado por años en una carpeta al cuidado de su viuda. Varias décadas más tarde, los escritores de Oulipo recibieron el manuscrito y lo concluyeron con un resultado deslumbrante. Aquí está el estilo distintivo de Vian, con su humor ocurrente y elegante, continuado por quienes más cerca se sienten de su legado y traducido al español por Eduardo Berti, único miembro argentino del grupo. Además de agregar acciones, personajes y guiños a otras obras, Oulipo celebra y retoma el ritmo y el suspenso propuestos por Vian. El efecto de lectura es notable: la voz se recrea con tal destreza que no sabemos a quién o a quiénes estamos leyendo, lo que demuestra que la literatura puede ser un juego colectivo y estimulante.
Rally de santos
Ángeles Alemandi
La Parte Maldita
«El Padre I dio instrucciones de que tenía que llevar una medalla de la Virgen en mi teta izquierda y estaría bien. Cuando mi madre me lo contó apreté la carcajada. Pensé que era una ridiculez, pero leí en cada movimiento de su cuerpo, en la urgencia por abrir la cartera para encontrarla y entregármela, en sus ojos de pollo mojado, pollo asustado, pollo que ve venir al dueño del criadero a partirle el cuello para hacerlo guiso, y no me quedaron dudas: mi madre creía en eso». La medicina se había pronunciado: carcinoma de alto riesgo. El suelo se abrió y casi la tragó la angustia cuando miró a su hijito de un año y pensó que podía morirse antes de que creciera. Y entonces llegó su mamá.
Ángeles Alemandi cuenta con gracia, con ritmo, con dolor y con humor su periplo en el mundo de la enfermedad. Y el de su madre, que fue y volvió con medallitas, oraciones, estampitas, amuletos, inciensos y aguas benditas de todos los santuarios, todas las vírgenes, todos los curas sanadores y de un buen par que la iglesia no aprueba también.
Ángeles Alemandi hace una crónica poderosa porque sabe: escribe. Y porque su madre —como cantaban los Redondos en “Canción para naufragios”— regida por el verso “mami elimina el error”, se internó en la patria del milagro, incansable, loca, tiernamente.
Rally de santos es una epopeya del amor materno. - Gabriela Cabezón Cámara