_{Por Carlos Busqued.}

Hace ya unos años, un atento policía de civil me enganchó fumando porro en una plaza cerca de Tribunales. Gracias a este poco amable giro de Fortuna pasé una noche en la comisaria de ahí cerca (creo que es la 17). Yo tenía puesta una remera con la cara de Zappa y mientras me pintaban los dedos el agente del orden señaló la remera y me dijo “Qué capo Zappa, una vez se comió un sorete en un recital”. Le respondí que eso nunca había pasado y que con razón era policía si le parecía bien comer mierda.

Ha ha naaa qué le voy a decir, no le dije nada. Pero el comentario del cana fue real.

Traigo a colación esta olvidable anécdota porque en “La verdadera historia de Frank Zappa”, una de las primeras cosas que se ocupa de aclarar es que nunca comió mierda (“lo más cerca que estuve de hacerlo fue en el buffet del Holiday Inn de Fayetteville, Carolina del Norte”). Me sorprendió mucho que el mismo Zappa estuviera al tanto la especie, y que se viera en la necesidad de aclarar su falsedad. Cualquiera que sepa un poco de qué clase de hombre estamos hablando, también sabrá que tal acto es por completo incompatible con su persona.

El rock ha dado mucha gente talentosa, pero produjo un único auténtico genio, y ese es Frank Zappa. Todo lo otro bueno que hay en el género es muy respetable, pero no hay NADA dentro del rock que pueda compararse con el universo creado en su obra: casi ochenta discos, sin contar los piratas y las recopilaciones, en los que se mezclan una crítica social entre Noam Chomsky y Ted Kaczynski, un humor por momentos cercano a Groucho Marx (por otros, al de Jorge Corona) y, fundamentalmente, una complejidad musical tremenda y fascinante.

“Un compositor es un tipo que va por ahí forzando a su voluntad a las incautas moléculas de aire (…) Soy un compositor. Dame cosas, y yo las ordeno. A eso me dedico”.

Titulado originalmente The real Frank Zappa book, el libro es el resultado de tres semanas de conversaciones con el periodista Peter Occhiogrosso y apareció en 1988, supongo aprovechando el pico de popularidad masiva y extramusical de Zappa en los Estados Unidos, luego de las famosas sesiones en el capitolio contra el accionar del PMRC.

La edición en castellano (Malpaso, 2014) está buena: es un libro lindo, tapa dura, con muchos dibujitos a la Robert Crumb, y fotos.

Hay anécdotas de vida rockera (las mejores, con los Mothers y los freaks que inspiraron canciones) y gente famosa. Muy bueno el delirante momento en que John Wayne, completamente borracho, dio un babeante discurso en el escenario de (y con) los Mothers of Invention, en el Whiskey A Go Go de Hollywood. Cuando los presentaron el viejo facho protagonista de “Los boinas verdes”, tambaleando del pedo, palmeó a Zappa en la espalda y le dijo “Te vi en Egipto, estuviste genial… ¡y después me la chupaste!”.

En el campo del chisme, se extrañan más referencias al gigante Captain Beefheart, tanto de su formación conjunta durante el secundario y primera juventud, como de su distanciamiento. En las pocas líneas que le dedica, amable y elegantemente lo hace quedar medio como un boludo que no podía valerse por sí mismo.

Es particularmente simpática la cantidad de tiempo que ocupa en despotricar contra los ingleses y las orquestas sinfónicas. También es recurrente la pelea contra el aparato estatal que en reiteradas oportunidades insiste en acusarlo de obscenidad, tema por el que llegó a pasar diez días preso, al producir una cinta de audio con sonidos sexuales por encargo de un policía secreto, en una situación delirante. Las posiciones en la discusión sobre censura en la causa del PMRC lo muestran lúcido pero serio. El Zappa más gracioso ante la autoridad aparece en la transcripción de los alegatos por obscenidad en Inglaterra en el marco del juicio contra una orquesta británica (sus dos odios juntos, el capítulo se llama “Babea, bretaña!”).

Zappa conversa con la justicia británica , 1975

Lo más flojo son las declaraciones sociales y políticas, no por erradas sino porque treinta años después, los planteos tienen cierta dosis de ingenuidad, o tal vez el mundo es hoy peor que entonces. Lo único malo que tiene el libro está en la sobrecubierta: esa recomendación de El Gran Wyoming (¿una especie de Mario Pergolini gallego?) espanta a cualquiera que no sea fan de Zappa. Relacionado con esto: la traducción usa giros localistas españoles, pero en dosis digeribles.

Están muy bien las cosas que cuenta de su infancia en pueblos pequeños en las cercanías de bases militares, y su descubrimiento de la música. Es muy linda la anécdota con Edgar Varese. A los once años, Zappa lee una crítica (“disonante y horrible, la peor música del mundo”) de un disco de Varese, y se decide a comprarlo. Después de una búsqueda, lo encuentra en la disquería de un pueblo vecino. No le alcanza el dinero, pero se lo venden más barato porque nadie más lo había querido comprar. El disco le vuela la cabeza. Cuando cumple quince años, su madre le regala cinco dólares. Gasta ese dinero en una llamada telefónica de larga distancia, para hablar con Varese.

En fin: el libro nunca aburre, el texto es ágil interesante y lleno de humor. Pero donde brilla, donde se advierte la singularidad de la persona y la seriedad de su genio, es cuando habla de música. Frank Zappa es un universo musical entero, y este libro es una traza de ese universo. Para descubrirlo no hay otra que poner sus discos. Escucharlo, y caerse de culo, y levantarse a poner el disco de nuevo.