Escribir contra la propia época
La religión de mi tiempo
Lunes 01 de agosto de 2016
Por Leonardo Sabbatella.
Ciertos hombres, a la larga, parecen dejar condensada su vida en un objeto personal. Un retrato posible de Pier Paolo Pasolini puede trazarse con sus inolvidables anteojos negros. Un objeto que define no tanto una vida como lo que se ha hecho en ella: observar.
Pasolini ha sido una máquina de mirar a través de películas, novelas, poemas; dispositivos con los que ha pensado la sociedad contemporánea bajo los dos grandes ejes rectores de su obra: los efectos del capitalismo tardío y el discurso moralista sobre la sexualidad. Así lo prueba La religión de mi tiempo (Nórdica), antología de su obra poética entre 1957 y 1971. Catorce poemas, la mayoría derivas de largo aliento, que sintetizan las preocupaciones estéticas y las convicciones ideológicas del autor italiano: "sexo, muerte y pasión política son los objetos simples a los que entrego mi corazón", escribe a modo de epigrama en el poema "La realidad".
Quizá sea redundante, tratándose de Pasolini, decir que su poesía es, en primer término y antes que nada, una obra política. Para el escritor y cineasta esto sería de una obviedad absoluta, él mismo se encargó de explicarlo: "No hay nada que no sea político". Pasolini ha sido un arqueólogo de lo político. Ya sea con los fósiles más próximos y evidentes (el marxismo, la burguesía, el Partido) como con aquellos en los que recupera su dimensión política (el paisaje de los suburbios, los vínculos personales, la cara de un niño del que nos dice "tiene una madre dura y hambrienta"), Pasolini piensa las relaciones de poder y los efectos de la vida social. Acá, la política y la poesía no son herramientas sino espacios de lucha.
El autor de Las cenizas de Gramsci ha conjugado como pocos sensibilidad social y sensibilidad estética. A menudo cualquier mirada sobre el mundo del trabajo o las condiciones de vida de los sectores populares termina cayendo en un realismo ramplón. Pero Pasolini demuestra ser un maestro para retratar el "profundo e ingenuo esfuerzo de rehacer la vida", sin caer en una mirada miserabilista. Quizá la clave sea que su método de representación es indivisible del aspecto social. La estética de Pasolini es en sí misma una sensibilidad política.
En La religión de mi tiempo el lector se enfrenta a una escritura precisa y abierta, de un oído privilegiado que encuentra en cada estrofa la palabra (y la idea) que rompe la cadena de previsibilidad y hace caer al poema en un lugar inédito. Pueden encontrarse estas mismas correspondencias en Teorema, la película y libro que tuvo su origen como pieza en verso (el cine de Pasolini debe observarse como el de un poeta) y donde quizá el punto más cautivante sea ver el juego de diferencias entre film y novela que el mismo autor propone, donde una corrige a la otra.
Los poemas seleccionados demuestran hasta qué instancia no importa dónde ni cuándo está situada una escena, sino los vínculos que entabla con la época –en este sentido, basta ver su versión de Edipo Rey. Se trata de una poesía que conserva, como si fuera un elemento radioactivo, la potencia de dialogar con el mundo contemporáneo. Pasolini ha sido un poeta que escribió contra la época, un escritor para el cual la poesía ha sido un modo de calcinar el orden dominante.
La religión de mi tiempo
Pier Paolo Pasolini
Traducción de Martín López-Vega
Nórdica, 272 páginas