El cuadro que Hemingway le compró a Joan Miró
Historia de un cruce
Jueves 10 de agosto de 2017
"Un cuadro no se acaba nunca, tampoco se empieza nunca, un cuadro es como el viento: algo que camina siempre, sin descanso", creía el pintor español, autor de la obra que Hemingway persiguió hasta quedársela. "No la cambiaría por ningún cuadro del mundo", repetía el autor de Por quién doblan las campanas.
Por Valeria Tentoni.
Hemingway lo compró como un regalo de cumpleaños para su primera esposa, Hadley Richardson. Se habían casado en septiembre de 1921, después de un año de noviazgo; por esa misma fecha, el pintor español Joan Miró comenzaba los trabajos sobre el lienzo de 132 por 147 centímetros que terminaría colgado en el primer hogar conyugal del escritor, en París.
A Miró le llevó nueve meses concluir esa, una de las obras más destacadas de su producción, y fue en la ciudad de la luz, justamente, donde dio las pinceladas finales en días en los que iniciaba su amistad con Pablo Picasso y comenzaba tímidamente a cotizarse.
El germen de esta pintura colmada de detalles, que Hemingway consiguó pagar pidiendo dinero prestado, apareció en el horizonte de Miró durante una estancia de verano en la masía que su familia tenía en Montroig, Cataluña. Buena parte del trabajo -con jornadas de hasta ocho horas diarias- continuó en Barcelona.
Lo que Miró deseaba era condensar allí todos los elementos de las escenas de su infancia: "Es un resumen de toda mi vida en el campo. Quería incluir todo lo que amaba del campo en ese lienzo, desde un árbol enorme hasta una pequeña serpiente", diría el pintor, grabador, escultor y ceramista, quien consideraba que "un cuadro no se acaba nunca, tampoco se empieza nunca, un cuadro es como el viento: algo que camina siempre, sin descanso".
La Masía, ahora, se puede visitar en la Galería Nacional de Arte de Washington, en Estados Unidos. Fue su última esposa, Mary, quien la donó a la institución, en 1987. Hacia 1983, la galería ya la tenía en depósito, y la viuda se negó a darla en préstamo al ayuntamiento barcelonés para una exposición de las obras que Miró pintó entre 1920 y 1930.
¿Pero cómo se quedó del lado de Hemingway, si había sido un regalo? Hadley le había pedido el divorcio al autor de Adiós a las armas en 1926 -también primavera-, después de conocer su vínculo con la que sería su segunda esposa, Pauline. En la división de bienes, por ejemplo, Hadley aceptó la oferta de Hemingway de quedarse con las ganancias de Fiesta. Pero también se llevó La Masía.
Años más tarde, Hemingway se la pidió prestada. "Para mirarla un tiempo", rogó. "No la cambiaría por ningún cuadro del mundo".
Ese tiempo duró tanto como lo que le quedaba de vida hasta que, después de depresiones y electroshocks, se reventara finalmente la cabeza de un tiro con su escopeta favorita.