El Creador puede ser un perverso
Martes 22 de setiembre de 2009
Por Guillermo Belcore.
Tuvimos mala suerte. Nos ha tocado nacer en un mundo engendrado por una divinidad incompetente y depravada. Somos pepitas de oro arrojadas en un fango maldito. Dios (el verdadero, el inalcanzable) no es culpable por la tortura, la mentira o la explotación. El responsable es el peor de los ángeles caídos, el demiurgo que ha creado la Tierra, tal como si tratase de un niño caprichoso o de un idiota. Esa potencia vengativa, nos exige idolatría. Pero la salvación sólo la alcanzaremos por la vía del conocimiento verdadero.
Hasta aquí la doctrina de los gnósticos, esa peculiar secta cristiana que sobrevivió hasta bien entrada la Edad Media, fue ferozmente perseguida por la Iglesia Católica y cada tanto reaparece en la candidez y la irracionalidad de los adictos a los movimientos tipo New Age. La mitología es, empero, fascinante. Lo confieso, sufro de una conocida superstición borgeana: suelo enamorarme de las ideas no por lo que tienen de verdadero, sino por lo que tienen de excéntrico.
El gnosticismo se ha filtrado, cómo no, en la literatura. Se dejar ver, por supuesto, en los sublimes cuentos de Borges. Hay hebras en El Evangelio según Jesucristo de Saramago, una gran libro: el misterio por excelencia desentrañado por un comunista implacable. Y emerge con toda su fuerza simbólica en Ubik, acaso la mejor novela de Philip Dick, un escritor de ciencia ficción que evidencia que no existen géneros menores sino narradores de distinto calibre.
Por Guillermo Belcore.
Tuvimos mala suerte. Nos ha tocado nacer en un mundo engendrado por una divinidad incompetente y depravada. Somos pepitas de oro arrojadas en un fango maldito. Dios (el verdadero, el inalcanzable) no es culpable por la tortura, la mentira o la explotación. El responsable es el peor de los ángeles caídos, el demiurgo que ha creado la Tierra, tal como si tratase de un niño caprichoso o de un idiota. Esa potencia vengativa, nos exige idolatría. Pero la salvación sólo la alcanzaremos por la vía del conocimiento verdadero.
Hasta aquí la doctrina de los gnósticos, esa peculiar secta cristiana que sobrevivió hasta bien entrada la Edad Media, fue ferozmente perseguida por la Iglesia Católica y cada tanto reaparece en la candidez y la irracionalidad de los adictos a los movimientos tipo New Age. La mitología es, empero, fascinante. Lo confieso, sufro de una conocida superstición borgeana: suelo enamorarme de las ideas no por lo que tienen de verdadero, sino por lo que tienen de excéntrico.
El gnosticismo se ha filtrado, cómo no, en la literatura. Se dejar ver, por supuesto, en los sublimes cuentos de Borges. Hay hebras en El Evangelio según Jesucristo de Saramago, una gran libro: el misterio por excelencia desentrañado por un comunista implacable. Y emerge con toda su fuerza simbólica en Ubik, acaso la mejor novela de Philip Dick, un escritor de ciencia ficción que evidencia que no existen géneros menores sino narradores de distinto calibre.
Por encargo de La Prensa, he tenido la fortuna de releer Ubik (Editorial La factoría de ideas, 2009). Fue publicado por primera vez en 1969. Imagina un futuro donde los humanos desarrollan poderes psíquicos y el capitalismo coloniza hasta el último rincón de nuestras casas. Hay personas capaces de alterar el curso del tiempo y heladeras que exigen una moneda para abrir la puerta y otra para dejarnos sacar el cartón de leche. Los que pueden pagarlo, gustan de prolongar la vida mental de sus parientes congelándolos en Moratorios (un invento de los suizos), cuando son declarados clínicamente muertos. En esa semivida, operan las potencias gnósticas. Algunas tratan de salvarnos, otras quieren apoderarse de nuestra chispa vital. Pero el Ubik nos salva. No diré más. Lean este libro extraordinario.
Para comprender mejor la novela, me entretuve releyendo Idios Kosmos, claves para la biografía de Philip K. Dick (Editorial Cántaro, 2006). Su autor es el profesor Pablo Capanna, acaso el periodista que más sabe de ciencia ficción en la Argentina. El ensayo es excelente. Revisa una por una las obras de Dick y vincula sus preferencias gnósticas con su esquizofrenia y con su incesante consumo de drogas, especialmente las anfetaminas.
El libro de Capanna desmenuza, además, el papel histórico del gnosticismo, una actitud religiosa recurrente y muy diversificada, “casi un síndrome espiritual”. En mi condición de amante de las historias alternativas, transcribo un párrafo esclarecedor:
El gnosticismo fue un movimiento religioso de características pesimistas, iluministas y mesiánicas, que llegó a amenazar seriamente la unidad del cristianismo. De haber triunfado, el cristianismo se habría atomizado en una polvareda de sectas y quizá se hubiera extinguido. En una ucronía donde se hubiera impuesto el gnosticismo, habríamos tenidos una Edad Media sin Iglesia, pero también una modernidad sin ciencia. El Occidente moderno que hubiera resultado de esa circunstancia quizá se parecería mucho más al Oriente.
En la vida real, el pensamiento gnóstico generó pues una reacción brutal, un genocidio que avergüenza a la Cristiandad. Se estima que la cruzada albigense o cruzada contra los cátaros (1209-1244) provocó en el sur de Francia hasta un millón de muertos. En la inocente literatura, empero, el esoterismo ha generado obras memorables como Ubik y otras bobaliconas como El Código Da Vinci.