Drago Jančar, un formalista invertido
Literatura eslovena
Miércoles 26 de junio de 2019
Galardonada en Francia como el mejor libro extranjero y traducida por Editorial Bärenhaus, Aquella noche la vi "es un extenso coloquio de posguerra, una reunión de voces lejanas que hablan de Veronika como de un fantasma", escribe Leonardo Sabbatella. Su autor visitó brevemente Buenos Aires hace poco: "Pareciera escribir por ráfagas, con un coloquialismo que no pierde profundidad ni verosimilitud".
Por Leonardo Sabbatella.
Ante la ausencia de una mujer, otras cinco personas toman la palabra para hablar, de cierta forma, en su nombre. Aquella noche la vi, la novela de Drago Jančar (traducida por Editorial Bärenhaus), se comporta como una serie de testimonios en tercera persona. Son otros −los que conocieron a Verónika, la protagonista tácita del libro− los que cuentan fragmentos de su vida, del momento y el lugar donde compartieron una frontera de su biografía.
El esloveno Drago Jančar, físicamente un hermano del cineasta Kaurismaki (comparten un mismo rictus en la mirada, hasta el pelo parece caerles del mismo modo) y devoto de El idiota de Dostoievski, ha escrito una novela coral, polifónica, que encuentra sus momentos más cautivantes en las contradicciones, en los puntos donde la propia identidad de Veronika entra en crisis. ¿Quién es esta mujer esquiva, carismática, misteriosa, rebelde, de la que se ha perdido todo rastro? ¿En qué medida su ausencia es una fatalidad o simplemente parte de un plan? Una virtud de la novela es que no responde las preguntas de forma directa y se guarda una carta final bajo la manga sin resultar efectista.
Los cinco personajes que Jančar invoca parecen hablarse a sí mismo, mantener un diálogo roto, unilateral, una conversación de un solo integrante. O, mejor aún, se cuentan una historia como si no fueran los protagonistas. Quizás por eso los testimonios sean apenas perturbadores, sueños antes (y después) de la tormenta bélica. Un amante con quien se escapa (la fuga es la forma de vida permanente de Veronika, es imposible de encontrarla tanto física como simbólicamente), su madre que aun la espera, un médico mal llevado que no parece dispuesto a decir todo lo que sabe, una ama de llaves que es la clave de la historia y un último testimonio casi revelador componen la galería de personajes. Aquella noche la vi es un extenso coloquio de posguerra, una reunión de voces lejanas que hablan de Veronika como de un fantasma.
La escritura de Jančar es fluida, lacónica, precisa, a menudo con el tono del resumen, de la síntesis y, en otros momentos, obsesiva como si describiera una película plano por plano. Pareciera escribir por ráfagas (Jančar escribe en pantalla pero toma sus apuntes a mano, ahí quizás la escala del libro), con un coloquialismo que no pierde profundidad ni verosimilitud. Buena parte de este efecto lo debemos a la traducción de Florencia Ferre.
El epígrafe de apertura ya muestra las coordenadas de la novela: “Nuestras historias inventadas, hechas de realidad”, H. C. Andersen. La historia que relata tiene un punto de apoyo en lo real, pero solo un punto. Jančar conoció a la ama de llaves referida en el libro que fue quien le contó sobre el matrimonio Hribar y el destino que habían sufrido. A partir de eso, montó su máquina ficcional. La novela podría ser leída como un documento apócrifo, pero no por eso menos esclarecedor.
El método Jančar propone que sea el contenido el que encuentre la forma. Y a eso se debe esta estructura fragmentaria, estos juegos de puntos de vista, de voces autónomas. Pareciera decirnos que una vez que ha encontrado el material de su escritura trata de descubrir la forma que exige; una especie de formalista invertido. En Aquella noche la vi consigue encontrar esa forma con simpleza y acierto. Sin embargo, a veces los personajes se vean forzado a reponer datos y a dar explicaciones que necesita el lector, pero que no parecieran tener una justificación narrativa en sus propios relatos.
Aquella noche la vi no es un libro sobre la vida interna de los personajes ni que pretenda hace psicología vulgar a partir de los testimonios, por el contrario estos puntos de vista privados, este trabajo con la intimidad busca restaurar una vida social, una serie de episodios políticos, bélicos, civiles (el territorio de la ex Yugoslavia tiene una historia de disputas tan grande e intrincada que más de un habitante ha cambiado de nacionalidad sin siquiera enterarse) y, de este modo, Jančar propone otra óptica sobre la guerra, otra puerta de entrada, como si se hubiera dado cuenta que la única forma de hablar sobre el tema es traducirlo a una clave personal, al trayecto de una vida anónima.