El producto fue agregado correctamente
Blog > > Conversar a solas: sobre el encanto de las autoentrevistas literarias

Conversar a solas: sobre el encanto de las autoentrevistas literarias

Por Vicente Undurraga

"Tiene algo de dialéctica tramposa toda autoentrevista, pero en los hechos se aviene bien con la exploración íntima, la meditación sobre la propia obra" advierte Vicente Undurraga, y recorre ejemplos desde Mario Levrero a Ricardo Piglia pasando por María Zambrano y Elvira Hernández. 

Por Vicente Undurraga. Foto de Mario Levrero: Eduardo Abel Gimenez.

 

 

 

 

Llena de energía y espacios para la hondura y el humor se da en la literatura una forma específica de pensar y narrar: las autoentrevistas, textos integrados por preguntas y respuestas con la particularidad de que quien pregunta y quien responde son la misma persona. O no lo son, ya veremos. Pero sí lo son, al menos en principio o en el poderoso nivel de lo evidente.    

A primer pensamiento, una autoentrevista habría de suponer un autoexamen. Es y no es así. Quien probablemente llevó más lejos este arte de filos es Glenn Gould, que en 1974 publicó un escrito titulado “Glenn Gould entrevista a Glenn Gould sobre Glenn Gould”, que toca las teclas de la ironía, la agudeza, la burla y la reflexión con la grandeza que al piano lo hizo inmortal. Parte el texto con la afirmación del entrevistador de que su homónimo tiene reputación “de hueso duro de roer en lo tocante a entrevistas”, a lo cual Gould responde “Oh, no me cabe en la cabeza que haya ningún problema que pueda inmiscuirse en nuestra discusión”, para poco después decirle que pueden hablar de cualquier cosa… salvo de música. Lo que sigue es un espectáculo de exaltación intelectual y crítica.  

Puede darse en las autoentrevistas un tironeo así, igual o superior al que pudiera propiciar el más sagaz entrevistador, esto porque una demanda redoblada de lucidez y suspicacia hace al escritor que acomete ese formato ponerse a sí mismo con especial denuedo contra las cuerdas, que suelen ser, porque no hay quien ponga otras, las cuerdas de la propia vida. Tiene algo de dialéctica tramposa toda autoentrevista, pero en los hechos se aviene bien con la exploración íntima, la meditación sobre la propia obra y la táctica de ahondar ágilmente en un asunto no cercándolo al modo de una investigación sistemática, sino entrándole y saliéndole, como en el mejor ensayo o conversación.      

Pienso en todo esto tras leer Diálogo con mi sombra (Anagrama, 2021), libro donde el poeta y narrador cubano Pedro Juan Gutiérrez despacha una conversación de 200 páginas entre “Pedro Juan”, que es el narrador que asociamos con él desde Trilogía sucia de La Habana y “Pedro Juan Gutiérrez”, que es el creador de Pedro Juan, la base real de Pedro Juan, es decir, de alguna manera, Pedro Juan. El texto muestra una fina comprensión de lo humano, del oficio y el misterio de la escritura, y es un homenaje al cuerpo y sus risas y roces. Gutiérrez es un escritor lleno no de vida, sino de algo más: de vitalidad, o jovialidad. Al leerlo en este libro se tiene la feliz sensación de asistir al diálogo de dos sujetos que a la par de quererse no se soportan. Esa tensión, que Ricardo Piglia quizás celebraría, aviva la conversación.       

Su autoentrevista no surge en la nada. Hay varias en la literatura latinoamericana. Mario Levrero tiene una inolvidable incluida en el conjunto de cuentos El portero y el otro, de 1992 (que ahora puede leerse en antologías de Criatura Editora y en sus Cuentos completos publicados por Random House). Titulada “Entrevista imaginaria con Mario Levrero, por Mario Levrero”, lleva a un punto altísimo la gran posibilidad que ofrece el género, cual es la ironía en su mecánica ideal, toda vez que el dato de que son la misma persona quien pregunta y quien responde, abre generosos espacios o precipicios para que lo cómico, la suspicacia y el absurdo se deslicen, al tiempo que se forman bandas para el comentario lúcido de lo esencial.   

El texto de Levrero parte con el entrevistador, Mario Levrero, describiendo al entrevistado, Mario Levrero, en los siguientes términos: “Nos recibe, con evidente mal humor, en su apartamento… Se le nota cansado. Representa unos diez años más de los casi 48 que declara tener”. Pero pronto es el Levrero entrevistado el que saca a pasear al entrevistador mientras despacha una sensata –¡esa sensatez levreriana!– tipología de los entrevistadores y se mofa respuesta por medio de las preguntas de su interlocutor, haciéndole ver que sus planteamientos son meras repeticiones con signo de interrogación de lo que en la respuesta anterior él ha sostenido: “Yo diría que has captado exactamente lo que quise decir; casi con las mismas palabras”. Pero no todo es burla; Levrero, gracias a esta licuación de su escepticismo que le permite el ironizar a sus anchas con su doble, desarticulándolo (esto es, desarticulándose), da pie luego a sendas reflexiones sobre el sueño, el ocio, el funcionamiento de las imágenes y la espiritualidad, cuestiones clave en su obra (y vida), sin dejar de lado ciertas definiciones estéticas e ideológicas: “Mi posición política es variable; suele situarse habitualmente en el polo opuesto de mi interlocutor cualquiera sea su posición”.  

Que Levrero haya incluido su autoentrevista en su quinto y penúltimo libro de cuentos marca, como la pisada de un adelantado, una ruta posible: la de una narrativa reflexiva y autobiográfica que abandone un rato la primera persona y haga del autoexamen dialogado una fecunda reiteración del viejo arte de conversar pensando y contando historias. 

  

En Chile no faltan cultores. En 1970, poco después de ganar el Premio Nacional de Literatura, Carlos Droguett publicó una breve autoentrevista, “Felicitaciones especiales” (incluida en Materiales de construcción, Ediciones UDP), para darle rienda suelta a su personal mezcla de pesadez y sarcasmo, planteándose preguntas con insidia –una y otra vez el interrogador le pregunta quién lo saludó por el premio, y quién más, y quién más– y ofreciéndose respuestas que pasan del ingenio al desdén, sin omitir las señas sobre su propio estilo, al que define, tan bien, en dos palabras: “tenso y nervioso”. Piglia, que admiraba a Droguett, no se autoentrevistó pero hizo del formato pregunta y respuesta filtrado por el autor –con toda su base de oralidad y su paso por el tráfico de transcripciones– una de sus formas predilectas para la crítica; es cosa de revisar su señero Crítica y ficción, donde a tantos asuntos y autores se refiere mediante entrevistas que, según dice en la nota final, concedió y luego trabajó como textos para darle forma a un libro “donde los interlocutores han inventado deliberadamente la escena de un diálogo para poder decir algo sobre la literatura”. Piglia da en el clavo: la invención de un diálogo ficticio para permitirle a las observaciones, hipótesis y confesiones tomar buena forma. Nada muy distinto de lo que milenios antes hiciera Platón, que articulaba interlocutores que le permitían a su Sócrates formular y enfatizar sus puntos (mas no siempre exponiéndolos a una real hesitación).   

En 2003 Elvira Hernández, en la revista Trilce, bajo el título “Compacto de baja fidelidad”, publicó una autoentrevista (recogida luego en el libro No soy tan moderna, Alquimia Ediciones), en la que despliega un modus operandi similar al de Levrero: un cruce de suspicacias, sobreentendidos y ligeras torsiones del sentido entre la que pregunta, “Ella”, y la que responde, “Yo”. Aplicando giros coloquiales con la misma pátina de extrañeza que les imprime al ponerlos en sus poemas, Hernández reflexiona sobre el libro –“hasta los Cd-roms quieren llamarse libros”–, los eventos asociados a su existencia y lo que los precede y que es donde ella prefiere quedarse: la escritura. Y la lectura, cómo no. La autoentrevista le permite definir posiciones sin que parezca manifiesto y abogar así por una poesía escrita “desde el socavón, desde el silencio que no es el callar si la casa del ser está demasiado habitada”.  

Pero no siempre es un autoexamen lo que propicia este género. A veces puede ser simplemente otra forma de sacar la voz, una metamorfosis de la misma escritura. Nacido en Lebu igual que Elvira, el poeta y premio Cervantes Gonzalo Rojas echó mano más de una vez al formato; en el libro que reúne su obra en prosa (Todavía, Fondo de Cultura Económica), una sección agrupa cuatro textos así. En el que leyó a modo de discurso en la Fundación Telefónica de Santiago en 2009, dos años antes de morir, se formula “algunas preguntas que le hacen a uno”. Respondiendo a una de ellas, dice no haber sido nunca del villorrio “ni para qué decir del vecindario: nací tierra, comí tierra, pensé tierra, escribí tierra y más tierra, hice hijos de tierra, me acostaré asimismo tierra, y eso será muy pronto”.  

Más casos en los estantes latinoamericanos no faltan (en México hay un libro de autoentrevistas de escritores como Fernando del Paso o José Agustín) ni faltarán. No es descabellado suponer que, ante la escasez de medios y revistas literarias, y dadas las tendencias autoexploratorias en un mundo cercado en tantos frentes, cundan estas formas de escritura –porque siempre son por escrito las autoentrevistas–. Pero hay un peligro, la ausencia de real distancia del desdoblado de turno. Las autoentrevistas requieren, como los diarios de vida, altas dosis de implacabilidad, puya y perspicacia para esquivar las zonas de acomodo y complacencia y entrarle de lleno en cambio a los espacios donde afloran la fatiga moral, las penurias y las dudas, grandes nodrizas de la meditación.    

En La confesión: género literario (Siruela), María Zambrano dice que “toda confesión es hablada, es una larga conversación”, y si tomamos con soltura sus palabras podemos pensar con ellas el motor de toda autoentrevista. No es un espejo trizado ni nada así, sino un escenario o escena donde alguien, sin miramientos, se ve y se ve verse y en ese ver y verse ver su texto también ve hacia afuera y nos ve. Quizás por consideraciones así es que Levrero, hacia el final de su escrito, dice: “Creo que esta entrevista forma parte de eso que llamás ‘mi obra’. Si se lee bien, aquí estoy yo, entero”. Es como Montaigne diciendo que él mismo es la materia de sus ensayos. A la manera de sus grandiosas novelas finales, de sus irrepetibles columnas (Interrupciones, Editorial Montacerdos), su autoentrevista está en el centro neurálgico de eso que se ha llamado la máquina Levrero. Que no es otra cosa que una forma entrañable de mirar, pensar y estar en el mundo entre obsesiones, mañas, risas y la melancolía irreductible que hace persistir a todo ser humano en la conversación consigo mismo, en la vida como una larga autoentrevista.  

  

Artículos relacionados

Martes 29 de marzo de 2016
Cómo se llama tu libro
Se entregó el premio al libro con el título más raro del año.
Mundo bizarro
Miércoles 06 de abril de 2016
"Escribo para acomodarme la cabeza"

Eduardo Sacheri ganó el Premio Alfaguara 2016 con la novela La noche de la usina. “Me encanta que la literatura esté llena de mensajes, pero no quiero me los ponga el autor”, dice.

Se entregó el Premio Alfaguara
Lunes 18 de abril de 2016
Buenos Aires, ciudad escuela de escritores
Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF, Licenciatura en Artes de la Escritura en UNA, cursos en instituciones, talleres privados y centros culturales: Buenos Aires se potencia como capital de formación de escritores en español y recibe avalanchas de postulantes.
Crece la oferta de formación
Viernes 22 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Un gps para encontrar algunos de los stands más interesantes de la 42° Feria del Libro.
Feria del libro de Buenos Aires
Viernes 22 de abril de 2016
Shakespeare not dead
Carlos Gamerro dio ayer una clase magistral gratuita en el Centro Cultural San Martín donde, a partir de escenas de Hamlet y Enrique IV, explicó el porqué de la vigencia de Shakespeare en la cultura occidental.
A 400 años de su muerte
Lunes 25 de abril de 2016
Para no perderse en la feria
Algunas de las actividades más destacadas de la segunda semana de la 42° Feria del Libro de Buenos Aires.
Feria del libro de Buenos Aires
×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar