Confecciones de invierno
Bandeja de entrada
Miércoles 21 de junio de 2017
Baja la temperatura y llega la era de me-quedo-en-casa-a-leer. Para estar bien abastecidos, les dejamos estas sugerencias entre los recién llegados, en cuento, poesía y novela. Hay reediciones esperadas y rescates valiosos.
Llega el invierno y llega la era de me-quedo-en-casa-a-leer. Para estar bien abastecidos, les dejamos estas sugerencias entre los recién llegados.
Hay mucho por ver. Para comenzar, el nuevo libro de relatos de viaje de Lucía Puenzo, que en la mesa de entrada quedó pegadito a la reedición de Chamamé de Leo Oyola, muy buscado y ahora disponible. Además, Siglo XXI trae la antología de poesía norteamericana de Cardenal, Estuario rescata la obra de Juana de Ibarborou y llegó la quinta entrega de la serie Mi lucha de Karl Ove Knausgård, "otro volumen inolvidable muy cerca de la culminación definitiva".
En el hotel cápsula
Lucía Puenzo
Mansalva
Hay una publicidad de la tele que dice “La mejor inversión es viajar”. En ella se hace hincapié en que un gasto es una inversión. Sí, viajar es un gasto que algunos hacemos para conocer la Torre de Pisa o para dormir en un hotel al aire libre en el Amazonas –aunque un filósofo diga que cuando uno viaja lo hace solo para corroborar lo que supone que es el destino elegido. Dicen que el placer es puro gasto y que en el despilfarro radica la felicidad.
En el hotel cápsula, libro que reúne tres relatos de Lucía Puenzo, hay viaje y mucho. Hay travesías y experiencias dormidas que elegimos, al comprar el libro, con los ojos cerrados. Nos entregamos desde la primera página a lo inesperado, a lo absolutamente nuevo. Es que nos abandonamos al desconocimiento que es aventurarse en la mirada del otro.
Dicen que el cerebro muchas veces no distingue entre lo imaginario y aquello que llamamos “real”. Eso demuestra que un libro no es un engaño, no es un expedición de segunda. No conozco Japón pero estuve en una cabina-hotel, en el cuerpo de un viajero que ni alucinada imaginaría. Sentí olores que jamás hubiera elegido sentir. Me perturbé y salí ilesa. Ese mismo día estuve en Cuba –lo juro– y fui parte de un Festival de Cine. Pero describir lugares sería muy poco acertado ya que un viaje no es arrojar el cuerpo en un paisaje desconocido, tender una lona en la arena de una playa y esperar que pase algo diferente. Estos relatos son un éxodo de lo que uno cree que es. Son felicidad en tanto que en el momento de la lectura no podremos hacer negocios. No podremos ni siquiera sacarnos fotos que demuestren que realmente fuimos otros. Pero por suerte la experiencia siempre es compartible y este libro nos invita a viajar por los lugares increíbles de la mente de su autora. // Fernanda Laguna
Obra final
Juana de Ibarborou
Estuario
La presente edición compila los libros “Perdida” (1950), “Elegía” (1966), “La Pasajera” (1967) y “Diario de una isleña” (1967), obra final de Juana de Ibarbourou. Paradójicamente, dos de las obras más importantes de la producción ibarboureana han sido al mismo tiempo las menos conocidas y frecuentadas: “Perdida” y “La Pasajera” fueron publicadas en Argentina y España, difundiéndose y circulando menormente en su país. Esos dos títulos, incluso sumando “Diario de una isleña”, se conocieron poco en Uruguay, de manera fragmentaria en antologías, y la noticia de sus traducciones tampoco tuvo la merecida atención. Se hace justicia entonces con esta última etapa dentro de la producción poética de Juana Fernández Morales, nuestra Juana de América.
La presente edición compila los libros “Perdida” (1950), “Elegía” (1966), “La Pasajera” (1967) y “Diario de una isleña” (1967), obra final de Juana de Ibarbourou.
Paradójicamente, dos de las obras más importantes de la producción ibarboureana han sido al mismo tiempo las menos conocidas y frecuentadas: “Perdida” y “La Pasajera” fueron publicadas en Argentina y España, difundiéndose y circulando menormente en su país. Esos dos títulos, incluso sumando “Diario de una isleña”, se conocieron poco en Uruguay, de manera fragmentaria en antologías, y la noticia de sus traducciones tampoco tuvo la merecida atención.
Se hace justicia entonces con esta última etapa dentro de la producción poética de Juana Fernández Morales, nuestra Juana de América.
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Tiene que llover
Karl Ove Knausgård
Anagrama
De los años que captura este libro, apenas quedan unos pocos recuerdos, nos dice el autor. Y, por encima de todos, uno: el de la ignorancia, la ingenuidad, el fracaso. Y, sin embargo, en Tiene que llover un Knausgård concentrado y frontal exprime su prodigiosa capacidad evocativa para, cerrando el círculo, describir el camino por el que llegó a convertirse en el autor que conocimos con La muerte del padre, y dar vívido testimonio de los impedimentos, errores y tropiezos que contribuyeron a conformarlo. Un camino que empieza, en 1988, donde terminaría catorce años más tarde: en Bergen, con un veinteañero Karl Ove convertido en el alumno más joven de la Academia de Escritura de la ciudad, y pletórico de un entusiasmo que no tarda en abandonarle. Y es que el precoz novelista se revela inepto en todos los frentes: el social, el amoroso, el literario. Sus textos son infantiles, están hechos de clichés, y Karl Ove combate (bebiendo, saliendo de esta, enzarzándose en peleas o coqueteando con la delincuencia) la lacerante constatación de no ser un escritor en absoluto. Pese a ello, persiste: va a la universidad, envía algunos cuentos, cosecha algunos rechazos; descubre un talento inesperado para la crítica literaria. Y tras sus primeros romances frustrados, el amor: Tonje, con la que se casará, y junto a la que verá cómo, cuando ya casi no lo esperaba, se convierte en algo parecido al autor que siempre había anhelado ser. Hasta que la insatisfacción que también lo había perseguido siempre se imponga, dando un sonoro carpetazo a la época que se dibuja en este libro: un tiempo del que emerge completa la silueta de un hombre atormentado, contradictorio e imperfecto, cada vez más próximo a emprender el autoanálisis inmisericorde que le llevará a descubrir el alcance de su vocación, tan trabajosamente conquistada. El mismo autoanálisis al que los lectores de todo el mundo han asistido, imantados, a lo largo de una saga de ambición infrecuente y escala titánica, que con Tiene que llover (veloz, libre, esencial, desnudo) entrega otro volumen inolvidable muy cerca de la culminación definitiva.
Antología de la poesía norteamericana
Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho
Siglo XXI
La poesía norteamericana es una poesía vinculada a la naturaleza, tanto la naturaleza salvaje como la domesticada; descriptiva de la vida rural y la urbana, y de la sociedad industrializada. Una poesía casi siempre realista, de la vida diaria y lo cotidiano; también narrativa y anecdótica; coloquial, generalmente, con el lenguaje de todos; concreta y directa.
También lo más característico es el ser americana, de esa realidad nueva del Nuevo Mundo, de algo distinto a lo europeo. Su originalidad ha sido la vinculación con la naturaleza y, a veces, la convivencia con lo salvaje.
Estas traducciones podrán enriquecer mucho la poesía latinoamericana. Incluso podrían contribuir a estrechar más la unión de los pueblos de las dos Américas.
Chamamé
Leonardo Oyola
Random House
Chamamé es un salvaje ajuste de cuentas entre dos piratas del asfalto. Un duelo a muerte entre criminales con un estricto código de honor y un western contemporáneo a ritmo de rock n’ roll. Una cacería por las polvorientas y calurosas rutas del litoral argentino, donde Manuel Ovejero —alias el Perro— busca la cabeza del Pastor Noé mientras cada uno sueña con una segunda oportunidad. Hombres monstruosos o monstruos humanizados, Manuel y el Pastor persiguen desesperadamente la redención: una paz que han dejado atrás y que ya no encontrarán en la venganza ni en la fe. El pasado los mantiene anclados a la mugre y la furia de sus marginales vidas de delincuentes. Con esta novela impecablemente trenzada y llena de guiños a la cultura popular —literaria, musical y cinematográfica—, Leonardo Oyola sumerge al lector en una narración vertiginosa y absorbente, y se afirma como una de las voces más originales de la actual narrativa argentina.Manuel “Perro” Ovejero cumple condena en el pabellón de los evangelistas, donde le aconsejaron ser destinado para reducir sentencia por buen comportamiento. Allí conoce al Pastor Noé, un predicador alucinado convencido de que Dios le habla a través de las letras de las canciones de la radio. También allí ambos se ganan la enemistad del Pombero Vega y su legión de matones paraguayos. El Perro y Noé sobreviven a una reyerta con los secuaces del Pombero y cumplen sus respectivas condenas para, una vez fuera, iniciar una asociación delictiva con la banda de Yáñez. Hasta el día en que son informados de un motín en la cárcel que resulta con la fuga del Pombero y su gente, ahora libres para cobrarse su venganza: entonces deciden dar un último golpe por su cuenta y desaparecer. Secuestran a la hija y la empleada doméstica de la acaudalada familia Madariaga Ledesma; pero el Pastor Noé tiene sus propios planes.