Claudia Piñeiro: "La palabra es lo que sigue vivo"
Filba Nacional Rosario
Lunes 04 de mayo de 2020
Patricia Dibert entrevistó a la autora de Catedrales (Alfaguara) en la versión online del Filba Nacional Rosario. Ecos de un festival, que tuvo lugar la semana pasada. Desgrabamos algunas de las preguntas y respuestas que pudieron verse en la cuenta de Instagram Live de Fundación Filba.
Entrevista por Patricia Dibert.
La locutora, periodista de espectáculos y cultura y conductora de radio rosarina Patricia Dibert entrevistó en la cuenta de Instagram Live de Fundación Filba a la autora de Catedrales (Alfaguara), Claudia Piñeiro, alrededor de esta novedad editorial y de sus actividades durante la cuarentena. La conversación se dio en el marco de la versión online del Filba Nacional Rosario, ecos de un festival que tuvo lugar la semana pasada. El encuentro se iba a realizar en el Parque España y se suspendió debido a la pandemia: sin embargo, desde Fundación Filba decidieron organizar una versión disponible digital.
La escritora, nacida en 1960, es además de autora de Catedrales guionista, dramaturga y trabajó en periodismo gráfico. En el año 2005 ganó el Premio Clarín-Alfaguara con su novela, Las viudas de los jueves, que tuvo como jurado a José Saramago, Rosa Montero y Eduardo Belgrano. La novela fue llevada al cine en el año 2011. Las grietas de Jara, (Alfaguara en 2009) recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 201. En el año 2007, publicó Elena sabe (Alfaguara 2007), que en el año 2010 recibió en Alemania el premio LiBerture. En el año 2005 publicó Tuya (Colihue 2005), finalista del premio Planeta 2003, reeditada por Alfaguara en el 2008. Su novela Betibú (Alfaguara 2011), fue llevada al cine y se estrenó en abril el 2014 con gran éxito en las salas. Sus últimas publicaciones son las novelas Un comunista en calzoncillos (Alfaguara, 2013), Una suerte pequeña (Alfaguara, 2015) y Las maldiciones (Alfaguara, 2017) y los cuentos Quién no (Alfaguara, 2018).
En febrero de 2014 recibió el premio a la trayectoria en lengua castellana Rosalía de Castro, que otorga el PEN Club De Galicia y en 2019 ganó el premio Premio Blue Metropolis.
Desgrabamos algunas de las preguntas y respuestas que pudieron verse en el encuentro en vivo, para quienes se lo perdieron.
¿Cómo estás viviendo este encierro, Claudia?
Mal, pero aceptándolo. No queda más remedio, hay que hacerlo. Es una situación complicada y tenemos que aceptar que no es una situación deseable, pero es la que tenemos que vivir.
Esto te agarró con el libro recién en la calle.
Sí, en el libro salió tres semanas antes del aislamiento obligatorio, entonces tuvo tres semanas de estar en las librerías. Y durante las primeras semanas de aislamiento es impresionante la cantidad de mensajes que recibí de gente que lo estaba leyendo, diciéndome que el libro los acompañaba. Para mí fue maravilloso. A lo mejor, hubiese convenido que salga en otro momento, pero no sabemos ahora cuándo, a futuro, va a ser el mejor momento para la salida de un libro. Ahora noto que se hizo un circuito de librerías que están haciendo delivery, y a partir de eso de nuevo empecé a recibir mensajes, así que estoy contenta porque el libro está vivo, circula, la gente lo lee.
Hablemos de esta nueva novela que muestra la historia de una familia de clase media católica. ¿Cómo armaste los vínculos entre esos personajes?
Es una familia muy católica, tres hermanas, pero eso no me había parecido claramente desde el principio. Yo siempre arranco con una imagen disparadora, y a partir de ahí empiezo a tirar del hilito, a ver qué hay adentro. En el caso de Catedrales, esa imagen disparadora tiene mucho que ver con la imagen de la tapa, esa joven que está en una iglesia, a la que se supone que fue a pedir reparo. Hasta ahí estaba lo que yo tenía como imagen. Y un ángel que cae y se rompe, que termina siendo el Arcángel Gabriel. Quise saber por qué ella estaba ahí, por qué buscaba reparo sin encontrarlo. Es una imagen desoladora. En seguida se me apareció que eran tres hermanas, y empecé a ver cuáles eran esos vínculos. Yo sabía que esta chica iba a aparecer muerta, quemada y descuartizada en un baldío; la situación es que en el arranque, estas dos hermanas, con este drama que atraviesa a la familia de modo brutal, toman una actitud absolutamente contraria con respecto a la religión. Una reconoce su ateísmo y la otra se hace más fervientemente católica, casi una activista del catolicismo. Entonces estas dos hermanas se separan mucho. Ese es el núcleo familiar.
Es una relación sin medias tintas.
Sí y a partir de este asesinato brutal dejan de hablarse por treinta años. Hay un padre, que sigue buscando la memoria, entender qué fue lo que pasó, quién la mató y por qué, y ese padre es el que logra que sepan lo que pasó.
¿Existe algún mandato en cuanto a las relaciones de las hermanas?
Bueno, para mí es un tema difícil porque yo no tengo hermanas. He conversado con un montón de amigas que tiene hermanas, y yo tengo un hermano varón. Siempre me dio un poco de envidia esa cosa de tener hermanas. Hay una cosa de lo femenino que se juega ahí, una complicidad.
También nos remite a la infancia, a lo lúdico.
Bueno, Hinde Pomeraniec dijo de la novela que era un mujercitas versión Piñeiro.
¿Y qué lineamientos tuviste en cuenta para el personaje de Ana? Que es un personaje importante y donde me parece que hay algunos "condimentos Piñeiro".
Ana es el único personaje que no tiene voz, porque es la hermana que aparece muerta treinta años atrás. Hablando con Dolores Reyes, que es una escritora extraordinaria, autora de Cometierra, ella me decía que le gustaba justamente que no tuviera voz porque las mujeres muertas en la Argentina no tienen voz, ¿no? Y si yo le daba una voz a ese personaje era no reconocer que no les damos voz. Había que armar lo que pasó con otras voces. Todas las voces de la novela las tuve que trabajar porque son personajes muy diferentes. Me tenía que poder poner en la piel de una activista católica absolutamente compenetrada con la religión, en la piel de un hombre que había sido seminarista, de una mujer absolutamente atea, y otro personaje cuya voz me costó mucho fue Marcela, que es la amiga de Ana, la que sabe lo que pasó pero nunca nadie la escuchó porque justamente cuando cae el ángel tiene un golpe en la cabeza que le produce una pérdida de memoria de corto plazo. En esa confusión, nadie la escucha.
Otro personaje interesantísimo es el de Lía.
Bueno, Lía arranca la novela: "Hace treinta años que me atreví a decir que no creo en dios". Con respecto al ateísmo leí mucho de Richard Dawkins, el autor de El gen egoísta, que es profundamente ateo y escribe mucho sobre eso. Y también leí Apología de la blasfemia de Gouteux. También leí textos religiosos, desde la Biblia hasta libros de Ratzinger. Uno cuando crea personajes tiene que poder ponerse en el lugar de todos los personajes y entender por qué una persona, por ejemplo, decide ser cura. Por qué alguien un día siente que quiere ser cura, algo que no es cercano a mi pensamiento. En la novela hay un abanico de creencias. El otro día hablábamos con Guillermo Martínez de este tema, que el acaba de terminar la novela y es ateo como yo, pero decía que le parecía valorable que hubiera personajes que sí crean, porque hay un montón de gente que cree. Y lo que él me decía, y yo coincido, es que para poder cuestionarte esto te tiene que haber pasado algo que ponga en juego esas reglas que arman tu mundo. Cuando tu mundo se arma en base a reglas que funcionan, a veces te cuesta más cuestionarlas. Te las empezás a cuestionar cuando esas reglas no están funcionando.
Catedrales también visibiliza las posiciones antagónicas sobre el aborto dentro de una misma familia.
Yo creo que la novela trabaja mucho sobre destruir el absoluto. Y el absoluto puede ser la religión, las instituciones, la familia, y en ese sentido en una familia puede haber personas que piensen muy distinto con respecto a determinados temas.
¿Catedrales, como título de la novela, invita a que cada lector construya su propia catedral, sobre sus convicciones?
Yo creo que sobre esos pilares donde nos apoyamos para ir adelante en la vida. ¿Dónde nos apoyamos? ¿Qué cosas son las que nos sostienen? ¿A dónde vamos a buscar refugio? Me parece que para algunos son los libros, la literatura, porque en los libros hay algo que tiene que ver con el contacto con el otro y la comunicación. La palabra es lo que sigue vivo, a pesar de que estemos encerrados. La palabra sigue ahí. Una de las catedrales me parece que es la que se arma con las palabras.
El libro también deja esta idea de que el olvido no triunfa sobre la memoria y sobre la verdad.
Ojalá, ojalá. Hacia ahí vamos. Es nuestro trabajo que la memoria triunfe. Hoy es el aniversario del genocidio armenio, que fue el primer genocidio en el Siglo XX. Hay una frase que se le atribuye a Hitler, cuando alguno de sus allegados le preguntó qué iba a decir el mundo, y él respondió: "Quién se acuerda hoy del pueblo armenio". Entonces un poco la obligación de nosotros como sociedad es acordarnos de ciertas cosas para que no se repitan. La única forma de que no se repitan genocidios y otras atrocidades es tener memoria.
La novela llega también en un momento de reclamos, no sólo del colectivo de mujeres. ¿Sentiste que este era el momento oportuno para escribir sobre estas situaciones?
A mí me pasa con las novelas, con todas las que escribí excepto con Un comunista en calzoncillos, que va hacia atrás, todas las otras transcurren en el tiempo en que yo vivo. Mis personajes salen a la calle y les pasan las cosas que le pasan a las personas que están alrededor mío y a mí. Me pasa lo mismo con esta novela. Cuando me puse a escribir, obviamente yo estaba atravesada por todo este debate que hubo con respecto al aborto y al feminismo, que ya estaban presentes en mi literatura. Ya estaban en Tuya y en Elena sabe. En este último tiempo se sumó un cierto enojo o una cierta incomodidad con algunos discursos hipócritas, entonces hay una novela una cuestión con quiénes son los responsables en la sociedad de las cosas que les pasan a las mujeres. ¿Solamente la persona que acciona en ese hecho, o hay una serie de responsabilidades, hasta de nosotros mismos por no ver, no hablar, no decir, no ayudar? Todo esto estaba presente, pero lo que pasó en los últimos años es que yo me relacioné más con este tema. Con la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito fuimos a ver a muchos senadores y diputados para explicarles por qué nos parecía que las mujeres debían contar con esta posibilidad. Y estaba el que te respondía desde sus convicciones, y estaba el que te decía "yo te entiendo, pero a mí cuando llego a mi provincia el cura me reta y en la misa habla mal de mí delante de mis hijos", o el que te decia "pierdo votos". Y eso apareció en algunos de los personajes.