El fondo de la librería se reserva algunos de los secretos mejor guardados del mundo editorial gráfico: hay tomos sobre arte, arquitectura, escultura y, claro, fotografía. Para quienes todavía no lo conocen, van estas cinco recomendaciones que esperamos los tienten a un paseo.

"Cuando yo tomaba fotografías no pensaba en la literatura, son dos géneros muy diferentes", creía el autor de Pedro Páramo. Para arrancar, y combinando con nuestra sala delantera, hablaremos del libro de 100 fotografías tomadas nada más y nada menos que por Juan Rulfo, publicado por Editorial RM.

Ya escritor, Rulfo publicó una decena de sus fotografías en la Revista América en 1949, y su primera exposición la hizo en 1960 en Guadalajara. En 1980 realizaría una gran muestra en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, y más tarde se publicarían sus fotos en el libro Inframundo (que llegaría a manos de Susan Sontag).

"Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta", escribió Rulfo en ¡Diles que no me maten!, y es notable al ver sus fotos cómo algo de su sensibilidad está anudado a la vez a ambas artes. Como Jean-François Millet, como Vincent van Gogh, Rulfo era capaz de ver la belleza en las raíces, incluso las raíces muertas, las de ningún árbol:

Phaidon es el sello que nos trajo el libro de fotografías de Nan Goldin, bajo la curaduría de Guido Costa, quien ha trabajado por años personalmente con la artista estadounidense nacida en 1953. "Nan y sus fotografías forman un todo único, y quienes las miran se ven irresistiblemente conducidos, en el momento en que las comprenden de verdad, a su mundo interior; las interrogan, pero al mismo tiempo son interrogados", escribe para presentar su selección.

Ingresamos de la mano de sus notas al universo transgresor, erótico y melancólico de Goldin, una de las renovadoras de la fotografía documental.

Desde Madrid, editorial La Fábrica acerca muchos de los ejemplares más interesantes de la sección. Por hoy elegimos, de su colección PHotoBolsillo (que ya alcanzó los 100 títulos), y de su biblioteca de fotógrafos españoles, el ejemplar dedicado a Francesc Català-Roca. "Dueño de un pensamiento y un estilo capaz de conmover a cualquiera que observe atentamente su mirada, sus obras son siempre identificables", escribe Luis Revenga.

El pequeño formato de esta monografía en blanco y negro permite que su precio no escale a las alturas en las que se congelan nuestros deseos con este tipo de libros.

También desde aquél lado del océano recibimos los ejemplares del sello Blume. En este caso, repasamos el ensayo documental de Alessandro Imbriaco, El jardín, galardonado en 2012 con el premio European Publishers Award for Photography.

Las imágenes del joven fotógrafo italiano nacido en Salerno son el producto de un trabajo de cinco años en los asentamientos a las afueras de las grandes ciudades de su país, como Roma. En especial, El jardín se centra en la historia de la familia de Piero, un vendedor ambulante que se enamoró de una inmigrante rusa, Lupa, con la que tuvo una hija: se centra en la historia del refugio vegetal que pudieron darse en los bordes salvajes de la urbe.

Por último, publicado por Edhasa, un gigante de esos que no entran en bibliotecas: Inventarios. Fotografías 1973-2012 del fotógrafo argentino Andy Goldstein.

En el prólogo, Néstor García Canclini apunta a la capacidad de Goldstein de "fotografiar también lo que no se ve". También, como su par italiano, Goldstein se ha ocupado de asentamientos marginales -en su caso, de países de América Latina-, pero además en este libro nos encontramos con sus retratos, los retratos de "gente en su casa": bailarines en su casa, inundados en su casa, psicólogos en su casa. En este libro monumental también está su serie de cementerios, "La muerte de la muerte", o la serie -inesperada hasta para él, que había organizado para ese día una jornada fotográfica con un grupo de alumnos- de la jornada de la Masacre de Ezeiza. Un libro clave para entender la fotografía argentina contemporánea.

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