Caparrós antes de convertirse en Caparrós
Una lectura de La noche anterior
Viernes 02 de agosto de 2019
"Antes de los premios, los honores, antes de convertirse en una figura pública, antes de ser el intelectual que escribe artículos for export y que graba audio-crónicas para El País de España": publicado en 1990 por Sudamericana y hoy reeditado por Zindo & Gafuri, "es un libro antagónico. Breve y tenue, fragmentario", lee y escribe Leonardo Sabbatella.
Por Leonardo Sabbatella.
En uno de los resúmenes biográficos sobre Martín Caparrós puede leerse: “Si junto a estas letras en vez de una foto de él hubiera una silueta, también lo reconoceríamos. La falta de pelo acentúa la curvatura de la cabeza, el bigote enrulado le da al perfil una matiz intelectual”. Una descripción que demuestra hasta qué punto la figura de Caparrós se volvió icónica dentro de la industria cultural argentina. Incluso dentro de un campo menor y periférico como el literario –un espacio que le interesa en profundidad a poquísimas personas.
Los libros de Martín Caparrós son exitosos y le han dado un reconocimiento internacional. Recibió el premio Planeta, el Herralde, el Rey de España y la beca Guggenheim. Pero, sobre todo, sus libros son grandes, casi absolutistas. No solamente grandes en tanto gruesos o largos, sino más bien en su enfoque, en la toma de posición frente a los materiales con los que trabaja. La prueba más inmediata se encuentra en los títulos de sus libros: La voluntad (enorme trabajo sobre la militancia revolucionaria), La historia, El hambre, El interior. Desde el minuto cero parecen destinados a la grandilocuencia, juegan con la idea de ser libros totales.
La noche anterior, publicado en 1990 por Sudamericana y hoy reeditado por Zindo & Gafuri, es un libro antagónico. Breve y tenue, fragmentario. Una novela que pertenece a Caparrós antes de que fuera Caparrós. Antes de los premios, los honores, antes de convertirse en una figura pública, antes de ser el intelectual que escribe artículos for export y que graba audio-crónicas para El País de España.
Antes de todo eso, Martín Caparrós escribe una novela caótica. Al borde del entendimiento, fugándose de la claridad una y otra vez, minando el texto con pistas falsas o repetidas, pistas difusas para que no haya dos lectores con la misma clave descifrada.
Armada de materiales dispersos (diálogos interrumpidos, citas textuales y pequeñas anotaciones de viaje entre otras ruinas de lenguaje), La noche anterior es la novela de un montajista. Caparrós mueve frases de un lugar a otro, empalma continuidades, corta secuencias, pero sobre todo, yuxtapone. Cada apartado pareciera venir a desviar el anterior, no necesariamente a contradecirlo (aunque a veces también) sino a cambiar la dirección, a torcer el rumbo o, a veces, a retomarlo. Un libro musical, con una libertad y una autonomía indiscutida, que procede por ecos, resonancias, hasta por loops, podría decirse.
El proyecto de la novela, su concepto o presupuesto estético, es radicalmente opuesto al que practica Caparrós en sus crónicas de viaje y libros gordos. Acá no está dispuesto a decirlo todo, a dejarse llevar por una excursión verbal ni trazar grandes latifundios textuales. Ya desde el epígrafe las coordenadas quedan claras: “Escribir en un libro todas las cosas es como dejar una espada en manos de un niño”, adjudicado al santo Clemente de Alejandría. Si sus otros libros, los famosos, los de temas sociales, los que le valieron el éxito industrial eran desbocados, eran el resultado de darle una espada a un niño, acá lo no dicho se transforma en el fondo secreto, en la clave de lectura. Elíptica y elusiva, La noche anterior pareciera demostrar que de ciertas experiencias solo quedan restos, residuos.
De todos modos, el tono que se conoce de Caparrós, que se ha vuelto su marca de certificación, ese modo histórico de narrar, las modulaciones tan rigurosas como laxas, el análisis a la par de la narración, aparece en el centro simbólico de la novela, su segundo capítulo o apartado, dedicado a la figura de Antilio Maneo. Ahí Caparrós no solo interpone (casi traspapela) una historia lejana sino que, además, amplia el mapa de conexiones de la novela donde entran fábulas, evangelios y documentos apócrifos. Hay un efecto inevitable y definitivo: creerlo todo o no creer nada. O aun mejor, leer todo como si fuera cierto. Suspender cualquier especulación. Ya no importa qué materiales inventó Caparrós y cuáles expropió, en La noche anterior todo tiene un carácter levemente anacrónico.
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