"La permanencia del Martín Fierro nunca deja de tener un sentido político"
María Pía López
Lunes 19 de agosto de 2019
Una conversación a partir del prólogo que escribió para la reedición de El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, el clásico de Josefina Ludmer, concebido durante la dictadura y escrito durante la democracia, donde se propone reinterpretar el género, entre otras cosas, desde el feminismo y el lugar de la mujer. Por Luciano Lamberti.
Por Luciano Lamberti. Foto de Ximena Talento.
Hablamos con María Pía López a partir del prólogo que escribió para la reedición de El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, el clásico de Josefina Ludmer, concebido durante la dictadura y escrito durante la democracia, donde se propone reinterpretar el género, entre otras cosas, desde el feminismo y el lugar de la mujer.
Quería empezar preguntándote por las reescrituras más contemporáneas de El Martín Fierro, más allá de la de Gabriela Cabezón Cámara (La China Iron) que nombrás en el prólogo. Hablo de la de Pablo Katchadjian, que lo ordenó alfabéticamente, y la de Oscar Fariña, que lo reescribió en clave villera.
Sí, conozco esos libros, y yo tengo la impresión de que Martín Fierro está entre un clásico y un mito, y en ambos casos si algo comparten es que se prestan a todas las reescrituras. La cultura occidental se la pasó reescribiendo Edipo. En la cultura nacional se reescribe el Martín Fierro y se cifra en ese libro un conjunto de esperanzas, de apuestas políticas, de redención, de transformación o de construcción de la nacionalidad. “Martín Fierro” fue el nombre de un periódico anarquista y fue el nombre de una revista vanguardista, de ambas cosas. Y también fue objeto de reescrituras infinitas. Quizás el que comenzó con la serie en términos literarios más claramente fue Borges, que reescribió el final, y no dejaría de pensar en lo que hizo Katchadjian o la reescritura villera, o lo que hace Martín Kohan, en un libro bastante reciente, donde reconstruye la cuestión del amor homosexual entre Cruz y Fierro. Es volver a buscar en el Martín Fierro esa especie de cifra de la nación en algunos casos, pero en otros casos la cifra de lo plebeyo popular. Lo que surge como plebeyo, lo insumiso, es lo que surge en algunas de estas relecturas.Katchadjian trabaja con un gesto más vanguardista, ¿no? Ese hilo que va desde la primer Martín Fierro en adelante. Está menos presente ahora la relectura nacional, que es la que hace Lugones en El Payador o la de Carlos Astrada en El mito gaucho. La fuerza de esa obra también radica en su capacidad de ser objeto de múltiples reescrituras y tentación para múltiples reversiones. Es su condición de clásico y mito.
¿Para vos esta poética de la debilidad, que encuentra Ludmer en lo femenino dentro del Martín Fierro, se invierte en La China Iron de Cabezón Cámara?
Yo no creo que en Ludmer haya una asociación de lo femenino y la debilidad en el caso de Martín Fierro. El lugar de lo femenino aparece como lugar de denuncia y de demanda. Son las madres, ¿no? Las que aparecen el final. Y cuando ella usa el lugar de la debilidad, lo hace para analizar la escritura de Sor Juana Inés de la Cruz, en un artículo que se llama “Las tretas del débil”, pero ahí la debilidad es por un lado el nombre de su condición de subalternidad pero también el lugar de un cierto uso oportunista, astuto y clandestino de las distintas posibilidades que abre la lengua. Es bien distinto eso a lo que imagina Gabriela, sigue estando pensado en la cuestión de la fuga, solo que es una fuga con más posibilidades de realización. Yo creo que lo que anuncia Josefina en El género gauchesco es la necesidad de mirar a ese otro borde de la patria, que es el género. Eso que está, está en las palabras y está insinuado es lo que me parece que, si en una novela como esa, se convierte en programa. Y ya no es mirar el borde, el borde del género, sino situar la centralidad del protagonismo en esa figura tradicionalmente omitida en la propia narrativa.
¿La tradición de literatura alrededor del peronismo, tanto a favor como en contra (Borges, Lamborghini, Walsh, etc.) tienen el mismo sentido político que el uso que hace el Martín Fierrodel tema?
Yo creo que en el momento del peronismo, y a mí me parece especialmente interesante la apropiación que hace Martínez Estrada en Muerte y transfiguración de Martín Fierro, en 1948. Si el Martín Fierro es el relato de los desdichados, de la vida desdichada de los pobres, o si es el símbolo, alegoría nacional, mito patriótico, como lo había convertido Lugones, y en esa discusión se juega el peronismo, para mí, porque es la discusión sobre si hay una figura que puede condensar a su alrededor lo popular y la vida nacional en un país, que sería la línea Martín Fierro / Perón, o si esa representación siempre es parcial, inadecuada, o que solo habla casi como testimonio de parte, y en ese sentido es la operación que confronta o enfrente, como lo hace Martínez Estrada o el propio Borges, al Martín Fierro y a Perón. A mí me parece que la permanencia del Martín Fierro nunca deja de tener un sentido político, porque se está dirimiendo el vínculo con el mito nacional, con la fundación de la literatura en ese caudal mítico, y también la discusión acerca del poder, de las jerarquías sociales, de la llamada civilización y la llamada barbarie, la cuestión de la guerra, la cuestión de las prácticas bárbaras o criminales, la cuestión de la injusticia. Bueno, son los temas del Martín Fierro, y están en discusión permanentemente. Nunca deja de ser una discusión política. Se está discutiendo el mestizaje y se está discutiendo la relación con lo extranjero y con indios o negros, eso sigue siendo un foco de enorme conflictividad y de interés, que en una obra literaria esté presente la cuestión de las razas, de las clases, de los géneros. Todos los niveles de desigualdad y de jerarquía social.
¿Crés que hay una evolución en la lectura que hace Borges del Martín Fierro, que tiene que ver con sus posiciones políticas, también? Porque en un momento (“Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”) le hace elegir la barbarie a Cruz, y años después llegaría a cuestionar al personaje del Martín Fierro como “un criminal”.
Yo no hablaría de evolución en Borges. Hay ciertos tipos de desplazamientos que Borges hace, donde se reconstruye todo el tiempo, pero tienen que ver con algo bastante más ambiguo que ir de un lugar a otro en la interpretación, sino que es construir al mismo tiempo un cierto tipo de análisis que por un lado obtenga parte de la fascinación por lo que llama barbarie y al mismo tiempo la condene, o cristalice su posición en contra. Es alguien que no deja de pensar sistemáticamente alrededor de lo “bárbaro”, y es ahí donde hay que recordar distintos textos como por ejemplo “El informe de Brodie”. Esa ambigüedad es la que lo lleva a decir por ejemplo que El Martín Fierro no puede ser la obra sobre la que se basa lo nacional, porque ese lugar le corresponde a El Facundo, y al mismo tiempo que sostiene esa afirmación la fuerza mayor de sus relatos proviene del trato con esos materiales que Horacio González en un libro muy reciente llama el modo en que dialoga todo el tiempo con la idea de los pueblos bárbaros, o sea con el peronismo, con la gauchesca y con toda esa figura.