¿Quién fue Samuel Beckett?
Entrevistas y testimonios de quienes más lo conocieron
Jueves 15 de marzo de 2018
Editores Argentinos acaban de publicar Recordando a Beckett, un libro que recopila las voces de sus allegados para construir un perfil fragmentario y vivo del maestro irlandés. Aquí, reproducimos el capítulo dedicado a la juventud de Beckett, que incluye testimonios tanto de él como de sus primos y vecinos.
Recopilado por James y Elizabeth Khowlson.
Biografía, 1906-1927
Samuel Barclay Beckett (1906-1989) nació un Viernes Santo, el 13 de abril de 1906, en Foxrock, un pueblo próspero del condado de Dublín.
Su madre Mary Beckett (1871-1950), a la que llamaban May y cuyo apellido de soltera era Roe, era hija del propietario de un molino en Newbridge, condado de Kildare, cuya economía había conocido tiempos mejores. Su padre, William Frank Beckett (1871-1933), era aparejador en la empresa dublinense “Beckett y Medcalf” e hijo de un próspero empresario de la construcción. Frank Edward era el hermano de Samuel y era casi cuatro años mayor que él.
La familia era descendiente por ambas ramas de una sólida clase media protestante de estirpe angloirlandesa, del lado paterno ostentaban una notable vena musical y artística: la abuela, una tía y un tío de Beckett eran músicos, la tía Cissie, pintora. Ninguno de los padres de Beckett, sin embargo, resultó ser un intelectual o un artista.
Sam Beckett fue un joven audaz y aventurero que en el colegio y en la universidad demostró poseer tanta habilidad para los deportes como para la literatura y los idiomas extranjeros. Asistió a colegios privados; primero concurrió al primario en la Earlsfort House de Dublín y luego cursó en la Portora Royal School, en Enniskillen, condado de Fermanagh, a la que había asistido también Oscar Wilde. Frank, el hermano, ya era alumno de ese colegio cuando Sam ingresó e integró los equipos de natación, boxeo, cricket y rugby de la institución.
Beckett ingresó al Trinity College de Dublín en 1923 y se especializó en literatura francesa e italiana en los cursos de Literatura Europea Moderna, aunque en sus dos primeros años en la universidad también tomó cursos de literatura inglesa. La presencia, las clases y los escritos de su profesor Thomas Brown Rudmose-Brown influyeron profundamente en él, e inspiraron su amor por la poesía de Ronsard, Scève y Petrarca, y por el teatro de Racine, introduciéndolo incluso en el trabajo de muchos poetas franceses modernos. Tomó clases privadas de italiano con la profesora Bianca Esposito, con quien estudió la Divina comedia de Dante.
Hogar
Samuel Beckett — Vivíamos en un entorno suburbano muy elegante. Mi padre había construido la casa [“Cooldrinagh”]. Ya había otras casas ahí, pero nunca se transformó en un lugar muy poblado: solo unas pocas casonas. Por un sendero se accedía a la entrada trasera. La entrada principal era, según lo recuerdo, una puerta de hierro que abríamos para entrar con el auto [un Delage]. Había una cocina grande y cómoda con una bodega, un lavadero y una despensa. Tenía el piso rojo, una gran extensión y, afuera, un gran patio donde estaba el foso de la carbonera, donde guardábamos el carbón y, un poco más allá, un gallinero, para las gallinas Bantam. Un poco más adelante, hacia afuera, había un invernadero, donde mi padre cultivaba tomates. Conocíamos a todos los vecinos.
Había dos sirvientas. Dormían en los altos de la casa. Frank y yo teníamos la habitación en el mismo piso que las dos criadas. No sé mucho de ellas. Pasaban la mayor parte del tiempo en la cocina. Todas las noches subían la pendiente de los escalones hacia su pequeña habitación. Una se llamaba Mary Farren. Se quedó con mi madre después de la muerte de mi padre. Luego mi madre se trasladó a “New Place”. Creo que Mary también se trasladó ahí para quedarse con ella. Frank y yo teníamos una habitación compartida, en el ático. Era el lugar donde estaba el tanque de agua, donde se almacenaba y por la que circulaba la provisión de agua. Frank lo transformó en su taller. Solía encerrarse ahí y hacer cosas: cosas de madera o por el estilo.
Sheila Page (prima) — Vivíamos en el primer piso y los varones en el último piso. Nuestras habitaciones estaban en el mismo piso que la de la tía y Nunc (solía llamarlo “Nunc”). Hacíamos las locuras que hacen todos jóvenes. Jugábamos mucho al tenis y andábamos en bicicleta todo el tiempo. Tenían un bosquecillo encantador y ahí armábamos tiendas con ramas y hojas para cubrirlas. Extendíamos una manta y solíamos leer historias afuera. Y acostumbrábamos jugar bridge –una especie de versión infantil del bridge, por supuesto. El bridge del Sam adulto tenía un parecido increíble con aquel. Mi hermana Molly, mi marido, Donald y Sam solíamos jugarlo. Todos jugábamos bridge. Tienes que repartir las cartas y, por lo general, las ordenas. Pero Sam las barajaba, no las ponía en orden. Aun así, él siempre sabía dónde estaba cada carta. Era extraordinario.
Creo que fue él quien me enseñó también a jugar al ajedrez, por lo que recuerdo. Solíamos hacer este tipo de cosas. Él jugaba mucho al ajedrez con Frank. Hacíamos rompecabezas. En “Cooldrinagh” teníamos un cuarto de juegos, una especie de cuarto para los niños. Recuerdo que la tía acostumbraba a leernos cuentos. No solo a la hora de dormir, sabes, todos sentados en círculo. Oh, sí, cosas extremadamente lacrimógenas. Me acuerdo que una se llamaba “El pequeño hermano de Froggy”. Yo siempre lloraba ostentosamente. Ya sabe, eran ese tipo de historias sensibleras.
Familia
Samuel Beckett — Mi padre y mi madre habían nacido el mismo año, en 1870 [fue en 1871, en realidad]. Mi padre murió en 1933 y mi madre diecisiete años más tarde. Estuvo viuda por diecisiete años. De hecho, durante todo ese tiempo solo en raras ocasiones abandonó el luto, en la casa pequeña, “New Place”, cuando dejó “Cooldrinagh”.
Le gustaban mucho los perros. El primer perro que recuerdo que tuvimos en casa fue un collie. Fue cuando yo era muy chico. Mi padre no soportaba los gatos. No podía ni siquiera estar en un cuarto si había un gato. Por ende, nunca tuvimos gatos. Pero a él le encantaban los perros y tuvimos toda una serie de Kerry Blue terriers. Eran muy peleadores. Se usaban para lo que denominaban deportes en la costa oeste de Irlanda. Lo llamaban “peleársela al tejón”. Se ponía al tejón al final de un túnel cerrado o una gran tubería y mandaban al perro a sacarlo de ahí. Ambos eran bestias feroces. Y aunque no muy a menudo a veces el perro era vencido en esta horrenda empresa.
Los Kerry Blue eran animales hermosos. Tendrías que haber dado un paseo con ellos cuando veían a otro perro y lo atacaban. Se armaba la gorda. Recuerdo sus nombres: Bumble fue el primero, era feroz; luego estaban Badger, Wolf y Mac: todos Kerry Blue. Recuerdo salir a pasear con Badger. Te contaré una anécdota de mi madre y los perros. Mi padre todavía vivía en aquel entonces. Él dormía. Ella estaba despierta. Había un sonido de un perro ladrando en la distancia, ladraba, ladraba y ladraba. Ella se levantó en medio de la noche y salió y trataba de ubicar al perro por el ladrido; siguió la pista del ladrido. Era en el jardín de una familia de apellido Goode a casi quinientos metros de casa. Entró al jardín y en algún lugar halló al infortunado perro, en una trampa, apresado. Y liberó al perro.
Ann Beckett (prima) — Cuando murió el padre de Sam, Willie, en 1933, tía Molly [May, la madre de Samuel Beckett] alquiló una casa en Greystones para poder visitar la tumba de Willie en el cementerio. De chicos nos encantaba, era el sitio favorito de todos los niños de la vecindad. Solían rogarme que los llevara a la casa de tía Molly, porque ella tenía dos perros Kerry Blue, que metían algo de miedo y eran un poco temperamentales. Además, ella siempre tenía a mano un frasco enorme con caramelos Bull’s eye. Ponía a la vista los Bull’s eye y los chicos que estaban cerca podían servirse. Un día, recuerdo, tragué uno mal y –ella era enfermera y sabía exactamente qué hacer– me tomó por los pies, me dio vuelta y me golpeó en la espalda. ¡Los otro niños quedaron muy impresionados por su rápida intervención! Recuerdo que tía Molly era muy severa. Le temía un poco. Era muy alta, de aspecto autoritario, y resoluta en su forma de hablar. Pero, al mismo tiempo, era fascinante. También había algo de calidez que emanaba de ella. Era muy amable con la gente. Siempre había un montón de chicos conmigo, niños en el vecindario que, estoy segura, deben haberle causado fastidio, era una compañía de niños bulliciosos. Jamás nos dio la impresión de que no quería vernos ni nada por el estilo, solo iba y salía con esos Bull’s eye…
James Guilford (vecino) — La señora Beckett era flaca y bastante alta y tenía rasgos aguileños. Tenía gran encanto y generosidad. Le diré algo que hizo. Yo era un joven hombre casado y construí una casa ahí cerca y ella pensó que el suero de leche podría venirnos bien. Así que solía alcanzarnos medio litro de suero o un bidón de suero o lo que fuera cuando lo conseguía. Del lechero o de quien fuera. Pensó que nos vendría bien. Tenía un gusto agrio, pero me acostumbré y estuvo muy bien. No había nada que no hiciera y era perseverante. Pero, en ese entonces, era vista como una persona excéntrica. El hecho de que quisiera tener un burro, por supuesto, solo aumentaba su reputación. También tenía perros, Kerry Blue. Eran grandes. Yo tenía problemas con ellos, creo que la señora Beckett tenía dos al principio, y eran perros muy peleadores. Yo tenía un Cocker Spaniel, muy tranquilo por naturaleza y esos perros lo hicieron literalmente pedazos. Para mí fue algo espantoso con lo que tuve que lidiar e ir al veterinario para que hiciera lo que podía. Nunca se recuperó. ¿Y qué puedo decir yo de la señora Beckett?
Caroline Beckett Murphy (sobrina) — Yo le temía a mi abuela. Pero ella era muy amable. Recuerdo perfectamente –no debía ser sencillo para ella mantenerme entretenida– una de las cosas que acostumbraba a hacer por las tardes: siempre tenía un burro y ella le pedía al jardinero-factótum que le pusiera los arreos e íbamos Brighton Road abajo a visitar a varios de sus compinches… También recuerdo ir a la iglesia con ella, a la Tullow Parish Church. La iglesia era una parte importante de su agenda semanal… No la recuerdo vestir otro color que el negro. Y siempre usaba sombrero.
Sheila Page — Solía andar con ella en el burro y en el carro. Me aterraba, porque nunca sabía a ciencia cierta si el burro arrancaría. Pero luego crecí y eventualmente me casaría. Acostumbrábamos a salir a dar pequeños paseos –todo era muy rural, ya sabe, en Foxrock. Bajá- bamos a los Almacenes Findlater, cerca de la estación. Luego el padre de Sam tuvo un automóvil. Aunque antes de eso tuvo una motocicleta con sidecar. Solía ponerla a May en el sidecar y yo me sentaba en el asiento de atrás. Esto fue antes de que la gente comprara autos. Luego vino el Delage y yo solía bajar con él todas las mañanas cuando lo sacaba para ir a la ciudad.
La tía May era en cierto modo impredecible. Recuerdo que está- bamos jugando al escondite o a algo parecido en el piso de arriba y había una gran cortina tras la cual me había escondido. Sam empujó la cortina para ver si yo estaba ahí. Y yo rompí la ventana. Pobre trasto viejo. Ella dijo: niños, no dejaré que ustedes se queden más aquí. En un minuto todo se dio por terminado. Pero fue tierno que nos recibieran. Y creo que los muchachos probablemente se aburrían de tenernos en el medio. Molly [la hermana de Sheila] era muy buena con la tía. Tuvo que padecer retos espantosos en los que le decía que era intolerable y cosas como esas. Pero la quería entrañablemente y Molly fue muy paciente con ella. Era una mujer difícil. Pero debe haber fluido en ella un maravilloso altruismo para aceptarnos.
Samuel Beckett — Mamá estaba siempre en la cocina, ayudando y cocinando. Era muy buena cocinera y acostumbraba a hacer las compras. Iba a la tienda Findlater, al lado de la estación de Foxrock. Ya no está más. A menudo yo mismo hacía las compras para ellos en los Almacenes Findlater. Ella cuidaba también de las flores y ayudaba en el jardín. Cuidaba de la casa. Las tareas del hogar. Era una casa muy grande, demasiado para una sola criada. [De las dos criadas que había tuvieron que quedarse con una]. Y en la cocina, todos los años, hacía mermelada. Cantidades enormes de mermelada. Tenía que hacerlo. Y preparaba todo. Y nosotros teníamos que ir a buscar setas en los campos. Mi madre tenía algunos amigos en la vecindad. Gente del lugar. La señora Coote era una de ellos. La menciono en uno de mis cuentos. La visitábamos y con la señora Coote trabajábamos en las estampillas de Frank. Y la señora Coote solía ir a tomar el té con mi madre –“tartas con mantequilla del grueso de una lámina”.
Sheila Page — No creo que Sam y su madre se entendieran de la manera en que Bill [su padre] y Sam lo hacían. Ella parecía demasiado angustiada por él de algún modo. No sé si es porque él era un niño difícil –yo no era consciente de esto. Podía ser muy severa con él. Tenían una relación muy tensa cuando él estaba en el Trinity [College, de Dublín] y demás; es probablemente por eso que él puso pies en polvorosa. Ojalá ellos hubiesen vivido para ver el éxito que sobrevendría. Pero solían decir: “Si tan solo escribiera algo que pudiésemos entender”. Y mi padre decía exactamente lo mismo…